En diciembre hacía referencia, en un artículo en este mismo diario, a la bajada del turismo español con datos que cubrían del segundo trimestre de 2017 hasta el segundo trimestre de 2018. Recientemente se han publicado los de todo el año 2018, de modo que con datos de dos trimestres más se puede contrastar si lo que apuntaba se ha consolidado. Y la respuesta es que sí. Veamos algunos detalles.

En 2018 el número de turistas españoles que visitaron Catalunya se cifró en 4,85 millones, un 6% inferior al registro de 2017, que a su vez había sido un 1% inferior al de 2016, de modo que la caída se ha acentuado significativamente. La reducción de visitantes se debe principalmente a que los españoles han hecho menos viajes para visitar familiares y amigos a Catalunya y, también, han venido menos por motivos de negocios y profesionales. Un y otro tipo de viaje han bajado un 10% y un 13% respectivamente en 2018. Con respecto al gasto que han declarado los visitantes, también se ha registrado una reducción notable, concretamente de un 6%, y en 2018 se ha situado en 1.787 millones de euros.

Refuerza el significado de estas bajadas el hecho de que durante estos años que comentamos el turismo de los españoles a otras comunidades autónomas no se ha reducido. Al contrario: tanto el número de viajes como el gasto total han crecido. O sea, que tanto los viajes como el gasto de españoles en Catalunya van en el sentido opuesto de lo que es la tónica general del turismo interior de los españoles.

Una de las cosas que llama más la atención de la bajada del turismo español es la reducción bastante sostenida de los que vienen a visitar familiares y amigos. Representan entre un 25% y un 30% del total de visitantes españoles en Catalunya. En 2017 estos visitantes bajaron un 4% con respecto a los de 2016, y en 2018 bajan un 10%. Su gasto en 2018 varía en el mismo sentido: se redujo un 6%. Incluso los viajes por motivos de negocios y profesionales han bajado: un 2% en 2017 y un 13% en 2018. No está mal.

Mientras tanto, el turismo de catalanes hacia el resto del Estado va más en consonancia con la dinámica del turismo español a otras comunidades. En 2018 los catalanes hicieron 7,9 millones de viajes con un gasto total de 2.735 millones de euros, unos valores superiores a los de 2017 (+8% en viajes y +11% en gasto). En este contexto, los viajes para visitar familiares y amigos residentes en el resto de España, a diferencia del flujo inverso indicado antes, aumentaron un 6%. ¡Y los viajes de negocios y profesionales crecieron ni más ni menos que un 33% (!). Quizás el traslado de sedes sociales puede tener algo que ver...

Con estas dinámicas contrapuestas, la balanza turística entre Catalunya y el resto del Estado en 2018 engorda los déficits: Catalunya emite más de 3 millones de viajeros más de los que recibe, y gasta en España prácticamente 1.000 millones de euros más de los que recibe.

Por suerte de los catalanes, turismo tenemos seguramente bastante más del que nos convendría, y la reducción del español para acá tiene una incidencia que en términos agregados es pequeña: aunque representan un 20% de los viajes que se hacen con destino turístico a Catalunya, sólo representan un 8% del gasto turístico. No es para despreciar ninguna disminución, pero el impacto de la reducción es realmente más bajo.

La tónica positiva del turismo catalán hacia el resto del Estado se enmarca en una dinámica general muy viajera de los catalanes. Los destinos internacionales no paran de crecer, y en dos dígitos: el número de viajes por el mundo creció un 17% en 2017 y un 20% en 2018. El gasto que hacen en estos viajes supera en 1.300 millones de euros el que se hace en las visitas con destino a España.

La dinámica de reducción del turismo español con destino a Catalunya se tiene que enmarcar en un movimiento tácito de boicot turístico, que, como hemos visto, no es simétrico. Pero este, aunque es importante, no es el único motivo. Las imágenes de violencia real que recorrieron el mundo quedan grabadas en la mente de aquel que piensa en hacer un viaje, y en este sentido los atentados de agosto de 2017 y las palizas de la Guardia Civil y la policía nacional a votantes el 1 de Octubre de 2017 son muy negativas. Pero todavía hay un factor más determinante que ayuda a tomar decisiones del tipo de boicot activo: la imagen que generan la mayoría de políticos de partidos unionistas que en Catalunya se vive un clima de confrontación civil y de desorden. Y claro, un destino con este estigma fabricado en el imaginario de los medios de comunicación no sólo no favorece, sino que confirma las decisiones embrionarias de boicotear.

En cualquier caso, con los datos en la mano, aunque con una incidencia real muy baja, se puede afirmar que la reducción del turismo español a Catalunya muestra señales de consolidación. Aunque vaya contra el signo de los tiempos y de los mercados. Pero claro, estamos hablando de motivaciones políticas, y esto se mueve por otras dinámicas.