Cada vez que el independentismo se ha visto falto de ideas, ya sea porque no sabe como hacer que su electorado se trague la enésima jugada maestra o porque tenga que impostar poder para después no ejercerlo, acostumbra a apelar a la idea de unidad. Aquello de la-unión-hace-la-fuerza es uno de los apriorismos políticos más absurdos (lo importante de una acción afirmativa es su determinación, y esta puede ser unitaria, plural o infinitesimal), pero la mayoría de nuestros líderes tienen una bibliografía existencial de grupo de la parroquia y escultismo, qué le vamos a hacer. Después del 23-J, la unidad de acción del independentismo resulta, en primer término, una fórmula muy gastada para disimular los casi 700.000 votos que perdieron convergentes, republicanos y cupaires. Pero, más en profundidad, también es una táctica para continuar con la ficción según la cual los partidos todavía representan al grueso de su electorado natural.

Gracias a la fuerza del abstencionismo, la cuestión principal de cara a las negociaciones con Pedro Sánchez no es qué fuerza podrá tener el independentismo para imponer sus demandas al candidato del PSOE. Si no que la cuestión determinante radica en una realidad mucho más dolorosa (con respecto a los partidos, of course); a saber, que ni Convergència ni Esquerra pueden negociar en nombre de los independentistas catalanes. Esta no es una distinción menor y, en contra de lo que dicen socialistas y comunes, el 23-J Catalunya no votó por un gobierno de progreso en España, ni para evitar que el binomio PP-Vox se impusiera a todo el estado. Todo lo contrario, los electores dejamos bien claro que somos igual de indepes que en el 2017, pero que exigimos un cambio radical en la zona de mando. Los partidos, solo faltaría, no lo han acabado de entender, porque de momento solo ha dimitido el pobre Botaran.

Por mucho que no diga buscar una solución personal a su exilio, el retorno del Molt Honorable implicará un cierto blanqueo político del futuro inquilino de la Moncloa

Conscientes de que el abstencionismo aumentará en el futuro, los principales líderes independentistas se han apresurado a repudiar al fantasma de una repetición electoral con la histeria de los padres cuando ven los churumbles acercándose a las rocas de una cala. Esta misma semana, Marta Rovira hacía de liebre diciendo que "no investir a Pedro Sánchez tendría consecuencias nefastas", unas declaraciones por las cuales Marta tendría que ingresar directamente en la cátedra de negociación política de alguna universidad de la Ivy League. Por mucho que los políticos de Junts callen como putas y disfruten del glamur del silencio, sus opciones resultarán igual de escasas, mientras cualquier negociación pase por el futuro del presidente Puigdemont. Por mucho que no diga buscar una solución personal a su exilio, el retorno del Molt Honorable implicará un cierto blanqueo político del futuro inquilino de la Moncloa.

Hace días ya escribí que incluso Feijóo acabaría intentando sondear a Puigdemont con el objetivo de que Junts regresara a la senda del constitucionalismo (bueno, de hecho, nunca se ha alejado del todo). Como es habitual, el lector me debió considerar de loco: pues bien, ayer mismo supimos que las llamadas entre Madrid y los amigos de Waterloo ya han empezado a hacerse realidad. Como dicen los convergentes, y en eso tienen razón, con respecto a Catalunya el PSOE y el PP tiene más diferencias de forma que de contenido y, a pesar de parecer delirante, la derecha estaría encantada de acabar pacificando el tema catalán para que Sánchez y ZP no se terminen colgando la medalla de haber acabado con el independentismo, igual que han hecho últimamente con ETA. Es normal que quieran apresurarse a negociar, porque los líderes indepes actuales pueden ser los últimos virreyes con el margen suficiente para venderse bien barato.

De momento, en Catalunya la fuerza del abstencionismo solo se verá matizada con iniciativas políticas marginales y asilvestradas como el posible desembarque de Alianç Catalana o el partido que surja de la disidencia de Clara Ponsatí. Las formaciones tradicionales querrán agrandar la primera opción, por aquello de combatir el fascismo de casa, y los convergentes estarán encantados de que la antigua consejera marque paquete octubrista, mientras ellos negocian con las élites madrileñas. Habrá que controlar los nuevos experimentos, mientras se continúa con el trabajo de debilitar las sucursales del poder español en Catalunya. Aprovechad el verano para descansar un poco, pero tened los ojos bien abiertos, pues los falsarios lo aprovecharán todo, incluido el calor, para venderos nuevas formas de unidad y otras motos.