Si cogemos las premisas de la fe Bahai, unidad y paz, nos puede parecer que estamos ante una espiritualidad imposible. Esta religión que cree en la unidad esencial de las religiones y de la humanidad, oprimida y todavía hoy perseguida, viene a decir que todos somos uno. De hecho son muy acogedores, por lo tanto, con las otras religiones y creencias. Entienden que hay un Dios originario y varias opciones a lo largo del tiempo en que este se ha ido concretando. Así, valoran la luz que han ofrecido profetas como Abrahán, Krishna, Zoroastro, Moisés, Buda, Jesucristo y Mohammed, y recientemente, Bahaullah, el último y fundador de su religión.

Después de la Revolución Islámica de 1979 en Irán, los Bahais, que precisamente nacieron en Persia, han sido perseguidos como minoría. Restricciones y discriminaciones continúan para esta comunidad. Los conocí hace 30 años en Isaac el Cec, un bar gerundense hoy sede del Museo de los Judíos. En Catalunya, donde llegaron en 1949, hoy son un millar de personas distribuidas por todo el territorio.

¿Pero por qué los Bahai no son más conocidos y reconocidos? Su bondad, su pacto de no agresión, su manera de ser condescendientes (ellos dirían acogedores) con las diferencias, no los posiciona en este mundo de blancos y negros donde nos hemos instalado, no solo digitalmente. Su visibilidad es pequeña, y su mensaje se conoce pero en pequeñas dosis y solo por gente que los tiene cerca.

Su bondad, su pacto de no agresión, su manera de ser condescendientes (ellos dirían acogedores) con las diferencias, no los posiciona en este mundo de blancos y negros donde nos hemos instalado

A pesar de ser una minoría, no son pocos. Los Bahais fueron fundados por un noble persa que cuando se declaró mensajero de Dios fue torturado y encarcelado, una constante en las religiones que ya conocemos. Con todo, su mensaje perduró. Son más de 7 millones en el mundo, y tienen 300 institutos de formación, 600 escuelas y 70 agencias de cooperación y desarrollo. En Irán son 300.000 y anualmente hay una celebración en los jardines del Monte Carmel, en Haifa, donde se reúne un millón de personas. Existen siete templos Bahai en el mundo y Chile será el octavo. El pacifismo inherente a esta religión fundada en Irán en 1863 hizo que personas del mundo de la cultura de la paz se adhirieran, como Lidia Zamenhof, hija del fundador del esperanto. Lidia nació en enero de 1904 y murió asesinada en los campos 38 años después, en Treblinka. Su acercamiento a esta fe proviene del pacifismo y feminismo que militaba. Para ella una lengua universal en la que todo el mundo se entienda y una armonía y paz mundiales eran dos caras de una misma moneda. Los Bahais no hacen ruido y van predicando a quien les quiera escuchar la nobleza de la humanidad, el desarrollo espiritual, la fundamental igualdad entre sexos, la armonía entre fe y ciencia y la centralidad de la justicia. Son encarnizados defensores de romper con prejuicios y discriminaciones y propugnan un mundo donde todos somos una gran familia. Un ideario que muchos comparten por todas partes. Aunque no se hable, aunque parezca utópico.