André Comte-Sponville (París, 1952) es uno de los filósofos que la gente entiende. Comte-Sponville tuvo una madre depresiva que se suicidó. La suya no es una infancia feliz, pero como él mismo reconoce, la infancia es un patrimonio que todos tenemos, pero que en un momento determinado de la vida tenemos que dejar atrás. Crecer. Pasar a ser adultos. De adolescente no encontró consuelo en sistemas políticos ni religiosos, pero sí en el pensamiento. En una entrevista hace años hecha por Antonio Lozano, un cazador de mentes brillantes, respondió que "la filosofía no es un gremio ni una disciplina universitaria", sino una dimensión constitutiva de la dimensión humana. No todos filosofamos, pero todos podemos filosofar. La filosofía, para este pensador, es precisamente "pensar sobre la propia vida y vivir el propio pensamiento". Él intenta que la gente aprenda "cómo" vivir. El cómo no se puede hacer sin reflexionar, porque de las múltiples maneras en que se puede vivir, escogeremos algunas o nos dejaremos llevar por otras. Si no pensamos cómo queremos vivir, seguiremos sin mucho criterio modas y prejuicios, e iremos haciendo, sin saber cómo queremos encarar este tiempo que tenemos aquí en la tierra.

Internet ha popularizado la filosofía. Desde la Editorial Herder, por ejemplo, han creado una plataforma denominada "Filosofía & Co" donde entrevistan a filósofos, reseñan libros sobre pensamiento, ofrecen novedades y comentan temas relacionados con el arte de pensar. En las redes sociales como Twitter hay perfiles que divulgan pensamientos filosóficos, como el de la sección de Filosofia del Ateneu Barcelonès o la Olimpiada de Filosofía de Catalunya, todos ellos destinados a ofrecer pistas de cómo se tiene que vivir, y cómo se tiene que pensar, la vida. El filósofo Miquel Seguró Mendlewicz, en La vida también se piensa (Herder), acerca esta mole mental, que a muchos les parece un auténtico suplicio, a la vida cotidiana. Pensar no es una abstracción inútil, nos viene a decir el filósofo.

Seguró, que es investigador de la Cátedra Ethos de la Universitat Ramon Llull, desmiente que la filosofía no sirva para nada, pero tampoco la considera un analgésico. La filosofía no ayuda inmediatamente a paliar el hambre o las enfermedades. El filósofo es amigo de la sabiduría, pero no automáticamente un sabio. Quien filosofa, afirma Seguró, asume que habita en el estadio intermedio que se sitúa entre la ignorancia y el conocimiento. Si no hay nada más humano que filosofar, no hay nada más inhumano que monopolizar el pensamiento. Preguntemos pues, saboreemos el deseo de querer saber, tomémonos las cosas con filosofía. Tenemos ya varios indicadores que nos hacen saber que empieza a ser urgente.