No me vengas con sermones. Lo decimos a quien nos llega con amonestaciones insistentes —y largas— que llamamos lecciones de vida. Los sermones, la lata de consejos inútiles de alguien que nos quiere advertir, amonestar, convencer. El sermón tiene mala prensa. En el lenguaje popular un sermón no es una interesantísima exhortación, sino una fórmula a evitar. Que sea breve, y pase. Tenemos la expresión "en tiempo de melones, ni misa ni sermones". Pero ahora, que el cambio climático y nuestras necesidades de fruta cuando no toca hacen que haya melones siempre, naranjas en verano, castañas por primavera, el dicho no funciona. Sermones hay siempre. Los católicos tienen seguro uno cada domingo. Con el fin de aligerar la preparación de los sermones, la Santa Sede acaba de lanzar una app para ayudar a los sacerdotes a elaborar los sermones con más calidad. El Papa les ha pedido explícitamente que ni hagan "shows" ni se pasen con sermones demasiado largos. En Teología nos explicaban que el tiempo óptimo estaría en 6 o 7 minutos. Más, es excesivo. La app se llama "Clerus-App" y la han promovido en la Congregación por el Clericato y la Secretaría para la Comunicación de la Santa Sede. Me la he bajado para saber cómo se hace un buen sermón, aunque en las asignaturas Liturgia y Homilética que estudiábamos en Teología ya nos hablaban de ello y hay pocos secretos. La forma de la comunicación homilética es de raíz griega y proviene de homiléin, conversar familiarmente. Las homilías pueden ser participadas, preguntas y respuestas (se hace mucho con niños). Lo que no puede ser es que sirvan para reñir, y que no se aprovechen, por ejemplo en los funerales, momento fantástico para hacer un sermón como es debido.

Tenéis que saber que con esta aplicación está todo preparadísimo: para hoy mismo, ya sale desde el jueves pasado "El Bautismo del Señor", estamos en el Año B del ciclo litúrgico, y se encuentra primero el texto del Evangelio, y el comentario del artista esloveno y jesuita Mark Ivan Rupnik. Se pueden hacer las letras grandes —cada vez nuestros sacerdotes son más ancianos— y un dato interesante es que el Vaticano admite "feedback", y así se llama una sección, donde los sacerdotes pueden hacer comentarios, sugerencias o aclaraciones. Esta app es sobre todo un "instrumento ágil" para quien se tiene que preparar una homilía o sermón dominical, pero también para todo el mundo que quiera un comentario semanal de calidad sobre la Palabra de Dios. Cada jueves, como el arroz, habrá nuevos textos a punto. De momento han empezado en italiano pero irán ampliando. Desde Roma ya han avisado de que no quieren enseñar a nadie a hacer homilías sino ofrecer una "herramienta" más. El Papa Francisco no quiere predicaciones largas que hagan escapar a los fieles de las iglesias, ni tampoco fuegos artificiales desde el altar. Quiere homilías, "breves, y que no parezcan conferencias o lecciones", manteniendo "vivo" el interés de la gente. La gracia de la app es que la puedes escuchar, sin leer, y ganas tiempo. Un sermón parece fácil de improvisar, pero técnicamente una homilía es la comunicación no ritualizada de la palabra divina en un contexto celebrativo. Y tiene que tener relación con el texto leído anteriormente. Tratus o sermón, "que los griegos denominan homilía", escribía San Agustín, son los sinónimos de la predicación. Quien se considera iniciador de este género es Orígenes, el gran doctor de Alejandría, y lo que él quería no era un comentario minucioso sino edificar en la Iglesia y provocar a los oyentes "perezosos e inertes". El problema de los sermones no es siempre tener oyentes perezosos e inertes, sino sermones inertes que provocan pereza. Hay que exigir a los que escuchan atención. Pero quien tiene la palabra, que esté a la altura. Ni que sea con la ayuda de Roma vía digital.