La película Los dos papas está construida sobre dilemas morales, y son estas las historias que convencen porque vierten personas (en este caso dos pontífices) ante la elección.

Los protagonistas de la película del director Fernando Meirelles con Los dos papas son los dos obispos de Roma vivos, Benedicto XVI, emérito, y Francisco, el Papa actual. La película, graciosamente inspirada en la realidad, pero película de ficción al fin y al cabo, ha enganchado a muchos no católicos y no está centrada en escándalos sexuales o financieros, aunque tampoco se los ahorra. Es una historia sobre dos hombres que son pontífices. No es un documental más sobre la Iglesia católica.

La mezcla de imágenes históricas de Argentina o de cuando Jorge Bergoglio fue escogido en Roma ciertamente contribuyen a dar un aire de realismo a la historia, para no mencionar las magníficas imágenes de Castelgandolfo o de la capilla Sixtina, que parece la real. La tecnología hace milagros.

El hecho de que no sea un relato sólo sobre la institución, sino sobre la humanidad de los dos papas lo remarca la revista La Civiltà Cattolica en un artículo de Marc Rastoin se insiste en el trasfondo espiritual que marca la producción: ¿qué implica una decisión espiritual? ¿Cómo se puede decidir el rumbo de la propia vida a partir de una señal? ¿Qué quiere decir hacerse mayor llevando el peso de las propias decisiones y abriéndose a un futuro que llega? No estamos ante una ficción total: la película arranca (no se basa en hechos reales sino que se "inspira") en lo que pasó en los últimos cónclaves. Los americanos lo dicen bien: una película divertida basada en hechos reales. Conversaciones ficticias mezcladas con imágenes reales.

Me parece que hay un punto de injusticia poco poética hacia Benedicto XVI, que si bien en la vida real ha sido el Papa que ha cogido la cuestión de los abusos sexuales con más contundencia, parece que hubiera sido más flojo y condescendiente. Bergoglio sale reforzado, con un pasado oscuro pero que el espectador acaba entendiendo. La parte más real es que esta película hace ver una relación entre dos hombres que sí que creo que se ha dado y ha ido creciendo y madurando con el tiempo, por mucho que ahora en los últimos momentos vitales de Benedicto XVI haya quien quiera contraponerlo al Papa actual. No es fácil tener dos papas vivos en el mismo lugar. No estaba previsto y se tendrá que preparar ya un documento que lo regule. No ha ayudado el hecho de que Benedicto XVI viva allí mismo y vaya vestido de blanco.

Lo que es cierto es que, como escribía en el New York Times Anthony Oliver Scott, la película toca "cuestiones complicadas de fe, ambición y responsabilidad moral". Es respetuosa y humanamente creíble, pero con licencias inverosímiles. La película es como una gran conversación que se va desplegando y que a menudo parece una partida de tenis dialéctica.

No es habitual en la pantalla ver gente confesándose, rogando, y preguntándose dónde está Dios en los momentos de duda. Y en este filme pasa muy a menudo. Si me dedicara a enseñar teología, pasaría la película a los estudiantes, que verían cómo la tecnología irrumpe también de manera divertida, con un papa Benedicto que de vez en cuando salta porque un smartwatch le recuerda que tiene que moverse y hacer ejercicio.

Honesta manera de afrontar humanamente la relación entre dos gigantes, con imaginación, tangos, fútbol, pianos, fantas (bebida predilecta de Benedicto XVI) y pizzas, Los dos papas desprende un sesgo positivo hacia Francisco (el mismo productor ha confesado que lo admira humanamente) e insiste en la continuidad entre los dos pontificados, una realidad que muchos se empeñan en negar. Con Bergoglio ante la Iglesia, los productores pueden ir pensando en una eventual Los tres papas: no sería inverosímil que dimitiera si no se ve con fuerzas, que Benedicto todavía estuviera al final de sus días y emergiera un nuevo Papa. No bajemos la guardia, que este Papa es muy creativo.