Todos los obispos tendrían que ser reconocidos por ser hombres de esperanza. Algunos destacan por su esperanza hiperbólica, y el obispo menorquín Sebastià Taltavull es un ejemplo diáfano de ello. Hombre de fe y bondad, cordial y sociable, que sabe hablar al pueblo, y que escribe artículos de opinión cada semana donde conecta con la gente y se sirve de anécdotas que oye en el café o con la gente que se encuentra por la calle. Ahora es obispo en Palma (qué suerte ser obispo en una catedral como la mallorquina) y acaba de recibir el primer Premio Abat Marcet en el mejor libro religioso en catalán por su Brots de vida, editado por Claret. Son 87 reflexiones que parten de la vida y no de la alta especulación, y que de manera sencilla y bien escrita desgranan las angustias de la gente. Porque los obispos, con su munus docendi o deber de enseñar cuando predican tienen que poder hacerlo al corazón de la gente, y no a su cabeza solamente. Y un artículo periodístico episcopal puede tener un efecto muy punzante, a veces hast más que una homilía sólo para convencidos.

No es lo mismo decir "la mare de Déu", precisó Vilallonga, que la "virgen". En un caso, el catalán, el énfasis está en la maternidad. En el otro, en un aspecto de la misma. Las lenguas no son inocentes

El obispo Sebastià, al recibir el galardón al Ateneu Barcelonès, tuvo un recuerdo para|por las personas no creyentes que a él le han hecho bien. Conversaciones con gente que no tiene fe, y que a veces quizás querrían tener. La consellera de Cultura, Mariàngela Vilallonga, le entregó el galardón que simboliza las gafas del abad Marcet, un personaje eclesiástico de gran altura que apostó por la imprenta de la Abadia de Montserrat. La cultura catalana, recordaba a la consellera, y en el fondo Catalunya, tienen el poso clásico por un lado, y el cristianismo por el otro. Evocando al obispo que Girona no tuvo, el sacerdote "sabio" como decía Pasqual Maragall, Modest Prats, la consellera citó la última lección en la universidad que este enciclopédico mosén de Castelló d'Empúries, afincado en Medinyà, erudito y socarrón, pronunció el 29 de mayo de 2002 sobre la Palabra y las palabras.

Por Modest Prats, las lenguas no son inocentes, y de hecho las lenguas se fijan en la realidad de manera muy diferente. No es lo mismo decir "a la virgen", precisó Vilallonga, que la "virgen". En un caso, el catalán, el énfasis está en la maternidad. En el otro, en un aspecto de la misma. Las lenguas no son inocentes. Los premios, tampoco. Haber conferido un primer premio al libro religioso a un obispo menorquín, que fue obispo auxiliar de Barcelona, que amó la diócesis y la suavizó con su hablar y su discernimiento, no es una casualidad. Es una opción de país, que amplía la mirada no sólo en la Catalunya peninsular, y que premia libros que no son historicistas, cultos para minorías selectas o discursos etéreos. No. El obispo de la esperanza es el obispo de las palabras concretas, el obispo que un día en la esquina de la calle València de Barcelona, cuando caminaba con otro sacerdote, vio cómo un señor se le acercaba y le decía: "Por favor, dadnos el Evangelio." Porque si una cosa tiene que ofrecer a la gente de Iglesia, es el Evangelio. Y esperanza, por descontado.