La revista Vogue avanzó ya hace meses que llegará una línea femenina de vestir este otoño entre "Amish y La Casa de la Pradera", con piezas recatadas. Cuellos abotonados, puños largos con blondas, faldas largas que acaban cubriendo los pies. Mucha tela y poco cuerpo a la vista. Estrictas reminiscencias de moral puritana afectan a la moda. No se trata tanto de ideología como de un juego, y ahora toca cubrir para contrastar.

La exposición más espectacular que se hizo en el Metropolitan Museum de Nueva York del año pasado fue precisamente una muestra sobre religión y moda. Piezas de alta costura inspiradas en la religión (vestidos femeninos emulando una sotana, capas cardenalicias, camisas con cruces ortodoxas incrustadas y vaporosos vestidos de novia que parecían hábitos monacales) se exponían con una elegancia cautivadora. Y no es anecdótico recordar que la mayoría de los grandes diseñadores de moda femenina de alta costura provienen de contexto familiar católico.

Hace 3 años, Dolce and Gabanna lanzaron una colección de pañuelos para mujeres musulmanas y abrieron un mercado que no para de crecer. En números, la previsión de ingresos en moda modesta en la región del Golfo Pérsico para este año es de 327 millones de dólares. La Istanbul Modest Fashion Week (IMFW) ha sido un éxito. La diseñadora indonesia Anniesa Hasibuan sedujo con sus piezas en la New York Fashion Week.

La periodista norteamericana Elizabeth Bucar ha recopilado mujeres glamurosas, musulmanas y espléndidas en un libro (Pious Fashion. How Muslim Women Dress) en el que explora cómo se visten en el marco de esta tradición religiosa. No es sólo un asunto cultural, considera Bucar, que es profesora de Filosofía y Religión en la Northeastern University y ha publicado este libro con la Harvard University Press. Bucar ha entrevistado a mujeres, pero también a diseñadores y editores de moda. La conclusión es "nos vestimos así porque nos gusta" y "creemos que tenemos que cubrirnos y es así como nos sentimos cómodas". Las mujeres no escogen tanto la vestimenta de acuerdo con los textos sagrados como con un hummus social: culturalmente funciona así.

Millones de mujeres en el mundo pasean su manera de entender la vida con tejidos diversos

Desde una visión occidental se observa con condescendencia la manera de vestir de la mujer musulmana como una de las últimas muestras de la opresión de la religión sobre el cuerpo femenino. Subsiste la idea de que el cuerpo de la mujer tiene que ser escondido y no se tiene que ver. Así, el velo es visto como una forma de control social o, si se acepta que es la misma mujer la que lo quiere llevar, como gesto de autosumisión y de práctica devota y devocional. En Turquía, ha habido críticas por parte de las élites seculares que han acusado a las mujeres con velo de "ser feas" y no ir a la moda. Académicos como Olivier Roy o Amel Boubekeur ven en la moda musulmana un pilar del islam político motivado por la moralidad pública y la justicia social.

Ciertamente para una chica nacida en Teherán después de 1979 ir con la cabeza cubierta no es excéntrico sino su pan de cada día. La construcción social ayuda a naturalizar maneras de vestir y de comportarse en sociedad.

Son las mismas mujeres que se visten las que articulan un discurso sobre la moda, y este es el aspecto que me parece interesante tener en cuenta.

Bucar defiende que la moda viene condicionada geográfica y culturalmente, y no sólo por la religión. La moda modesta tiene un objetivo: ser discreto y no llamar la atención. No subrayar ninguna forma del cuerpo, y pasar desapercibido. Pero "devoto" es más que modesto, porque lo piadoso implica una connotación religiosa. Millones de mujeres en el mundo pasean su manera de entender la vida con tejidos varios. Hay visiones feministas que no las tienen en cuenta y las ven sólo como fruto de la opresión. Es sano escucharlas. Como las monjas que van con hábito porque quieren, o que dejan de llevarlo por opción. Que hablen por ellas mismas, como las mujeres que no quieren tener hijos, o las que quieren tener ocho. Hay mucha variedad dentro de cada colectivo.

Bucar ha recorrido mundo (Turquía, Indonesia, Irán) para mostrar esta intersección entre la elección, la cultura, la moda y la religión. De ello saco que ni la moda es puro consumismo y superficialidad, ni apostar por la reverencia implica renegar del cuerpo y de la estética.