Hay lugares telúricos que desprenden fuerza, y Ávila es uno de ellos. En el listado incluiría también a la barroca Roma o la natural Menorca: son escenarios que trascienden, y que cuando vas, te remueven internamente. No es sólo la tierra o el aire, sino la vida intensa y la espiritualidad que se ha dibujado a lo largo de los siglos. Tienen alguna magia que si sabes descifrar te envuelve. La espiritualidad, por suerte, no es sólo patrimonio de los santos. Pero en Ávila, la combinación es fantástica. Allí tienen santos y doctores de la Iglesia que configuran la ciudad en torno a este patrimonio.

No son pocas las personas de todo el planeta, de Japón a Kansas, que dejan un año de su vida laboral para ir a este lugar castellano. Abandonan el trabajo, la zona de confort, y se dedican a estudiar lo que se entiende por mística carmelita. ¿Qué harán cuando vuelvan a su trabajo, a una consultoría, a una escuela o a un estudio de arquitectura después de haber estado un año estudiando a místicos? Pues serán un valor añadido. Sorprendentemente, cada vez estos perfiles van más buscados. Gente que no sólo sea técnica, sino que tenga "otros" conocimientos. Lo inútil está cada vez más valorado. En tiempo de hiper-tecnicismo, el retorno a las humanidades, a la filosofía, la teología e incluso a la espiritualidad, es un valor muy buscado.

Sorprendentemente, cada vez estos perfiles van más buscados. Gente que no sólo sea técnica, sino que tenga "otros" conocimientos

En la ciudad castellana de Ávila, Santa Teresa y San Juan de Ávila son los conocidos, pero también hay otros personajes que atraen la atención de decenas de personas que se acercan al lugar. Yo he ido a seguir un curso de fin de semana de la filósofa atea y ahora santa Edith Stein. Creía que serían 4 y éramos 40. Los carmelitas descalzos han creado en Ávila un centro único en el mundo que permite estudiar estos temas: se llama Universidad de la Mística. Físicamente tiene mucha gracia: 5.000 metros construidos en forma de estrella. Las clases no son aula 1 o aula 2, sino aula Teresa de Lisieux o aula Santa Isabel de la Trinidad. Hay varias capillas, algunas de estilo más oriental, zonas de silencio, o espacios de meditación. Puedes ir a pasar días, porque tienen hospedería, y nadie te pregunta si eres creyente, o dejas de serlo. Ávila se puede permitir disponer de un centro de estas características, y ofrecer cursos en que se estudie qué es la experiencia espiritual y qué legado tiene hoy en día. Son creativos y lo ligan a la neurociencia o al budismo.

Hasta hace un tiempo, la teología estaba secuestrada en las facultades de teología (que son sitios maravillosos y donde os aconsejo que os acerquéis si tenéis inquietudes religiosas). Ahora, el mundo post-moderno reclama espacios como el de Ávila en que se acerca todo el mundo, no sólo candidatos al sacerdocio o futuros profesores de religión. Lugares donde te puedas detener, y al lado de gente que vive en un convento, o que sólo tiene un interés por la espiritualidad pero no lo tiene incorporado a su vida, se interesa por ir más a fondo. Este momento vital nos brinda oportunidades como la de la mística: profesores que hace décadas que estudian el fenómeno místico se ponen al alcance y ofrecen las claves de estas vidas intensas a quien se acerca. No se trata de convertirnos todos en pseudo-místicos (hay cosas que no te pasan porque quieres, sino porque eres escogido). La mística no se escoge. Pero se trata de valorar que en un mundo de adoración de la ciencia, echamos de menos algunas otras dimensiones. Y la espiritualidad está al alza, incluso para llegar a tener una universidad. No todo es materia, e iniciativas como ésta evidencian que mirar hacia adentro todavía tiene sentido.