No he visto nunca una luz como la de Grecia. Los dioses paganos no escogían a la ligera, y por eso se instalaron en este trozo de Mediterráneo tan imponente. No es sólo la intensidad de la luz griega, ni su duración o la tonalidad. Es la presencia. Siempre me he imaginado que la filosofía griega se ha pensado a la luz del día, mientras que la filosofía en Alemania se ha concebido al crepúsculo.

Grecia hoy es un país golpeado por una crisis tremenda, donde recibir una llamada de teléfono puede vaticinar que es el banco que te persigue porque estás en números rojos. La gente se ha empobrecido y endeudado, y muchos han perdido la esperanza. Ante la austeridad impuesta, el país se afana por salir adelante. Sigue haciendo el mismo sol, pero la alegría de vivir se ha desteñido. Suicidios, enfermedades, malestar generalizado, desconfianza y traición de una Europa, que, por desgracia, se gestó en su regazo.

Grecia es hoy también el destino de refugiados que Europa no quiere. El verano griego es una mezcla de yates por un lado y de tiendas de campaña improvisadas por el otro. La tragedia, la comedia. Todo en el país donde se originó.

Grecia es un contraste de claroscuros, de la luz cegadora de las Cícladas a la penumbra severa de los monasterios de la tierra firme

Grecia, sin embargo, no es un país, es una idea. Los románticos como Lord Byron llegaron a dejar la vida. Siempre hay héroes que se animan con la independencia de los otros. Byron no llegó a ver la independencia de los griegos pero la luchó hasta el final. Hoy Grecia se quiere independizar del capitalismo estrangulador y de la austeridad encorsetada. La Iglesia Ortodoxa se ha encontrado también afectada por la crisis, como buena Iglesia que está al lado del pueblo.

La Iglesia Ortodoxa de Grecia, autocéfala y por lo tanto autónoma y muy autóctona, se define por una presencia ritual muy rica. Grecia es también la cera que quema, el rostro de las mujeres ya grandes pero que fueron jóvenes y quizás descaradas y ahora parecen abnegadas y puramente espirituales. La acción social de esta comunidad tan ritual es ingente. También Cáritas, que es una de las voces más claras de la minoría católica en el país heleno, nunca había tenido tanto trabajo. Grecia es un contraste de claroscuros, de la luz cegadora de las Cícladas a la penumbra severa de los monasterios de la tierra firme. Josep Pla, después de leer Burckhardt, escribía que el pueblo griego es el que se ha hecho más daño a él mismo, y que después de conocer realmente Grecia era imposible imaginarla de color de rosa. A pesar de todo, su luz persiste, sobre una Europa que necesita cada día más claridad.