La Filmoteca de Catalunya, la de Alacant y la de Navarra han tenido este marzo la bondad de reproponer La doble vida de Verónica de Kieślowski, una película donde la música de Zbigniew Preisner se acelera sobre un guion dedicado al amor y a las coincidencias que se dan a la vida. Para un buen número de gente, las coincidencias no existen: son el destino. Para otros, creyentes, el destino tiene un nombre más largo: providencia.

La doble vida de Verónica mira de cara la problemática de la sincronicidad de existencias. Núria Bou lo define como "una película de vocación metafísica sorprendente que se inscribe con letras de oro en la fecunda tradición literaria y cinematográfica del tema del doble".

El también director de cine polaco, Krystof Zanussi, que fue coproductor de la película, la define como una reflexión en torno a la "multiplicidad de mundos". El doble es un tema enorme. La doble vida, la doble personalidad, los dobles en deporte, el doblaje, la doble vara de medir... El director se agarra a ello como la hiedra al muro, y añade una invitación a pensar en el destino y en la importancia del acto de escoger. ¿Hay otro "yo" en algún lugar del mundo, idéntico a mí? ¿Y si existe, qué me une a él? ¿Habría escogido lo mismo que yo? ¿Puedo vivir dos vidas? La duplicidad que muestra él no es sólo física (dos chicas que parecen iguales, tienen el mismo nombre, sufren del mismo mal de corazón y de proximidad a la música), sino también metafísica: sienten la existencia una de la otra. Con un guiño que nos remite también a Platón, la película nos hace pensar en nuestra vida, identidad y unicidad y en la sintonía que podemos sentir con seres aparentemente alejados y desconocidos, y la desidia y desinterés a seres próximos y conocidísimos.

Los fondos de las filmotecas y las bibliotecas se van engordando, a medida de la poca financiación por ahora existente, de películas que hacen pensar en la muerte, la vida, en el amor, en la pregunta por el más allá

El director polaco, con una severa mirada nada indulgente sobre la realidad, se recrea en la pregunta con poesía y dolor: no hay ni una película suya en que no intervenga la muerte repentina, la imposibilidad desesperante de poder vivir dos realidades en el mismo momento, la ruptura, el irreparable beso del "nunca más". El estilo con que lo presenta es abrumador pero de densa belleza como otros directores polacos que afilan con su mirada nuestra existencia.

Hoy el entorno digital nos pone al alcance antologías y reseñas de todo tipo, y el cine polaco tiene muchos devotos, y nuestro director más. En Cine polaco, por ejemplo, explican la historia de Polonia a través del cine y facilitan información sobre autores que no nos llegan y que con voluntarios que traducen se van difundiendo, porque no todo el mundo habla ni entiende el polaco. En Catalunya tenemos una interesante web con un repositorio de películas divididas según religiones (Cine espiritual). Los fondos de las filmotecas y las bibliotecas se van engordando, a medida de la poca financiación por ahora existente, de películas que hacen pensar en la muerte, la vida, en el amor, en la pregunta por el más allá.

Zanussi, en un volumen en que varios directores y expertos reflexionan sobre cine y espiritualidad, recogidos por el escritor Arnaldo Casali, también reconoce que él ha dedicado muchas películas a la muerte, con la convicción de que "no se puede callar ante ella" ni tampoco ante la realidad que "somos mortales, y siempre lo hemos sido". Zanussi, que se confiesa católico, añade que ante las grandes preguntas a las que la razón no tiene respuesta y se siente impotente, no se puede alejar el campo de la fe para entender qué respuestas puede ofrecer.

Sin hacer declaraciones religiosas explícitas, porque no le interesaba, el director de cine Kieślowski, que murió a las puertas de la primavera (13 de marzo de 1996), tiene una manera de abordar la interioridad humana que exaspera a mucha gente y que a otros nos atrae irremediablemente. Una de sus obras ingentes fue el Decálogo, con una estética muy comunista en que la religión le sirve como filón (mandamiento a mandamiento) para exponer la contradictoria y frágil condición humana. Dante es un poeta muy presente en su obra. En uno de los momentos claves de La doble vida de Verónica, las palabras que suenan en un concierto son precisamente el incipit del segundo canto del Paraíso de Dante. Y es que no hace falta ser creyente para vivir, aquí o en dobles vidas, la experiencia del purgatorio, del infierno, y, si tenemos suerte, del paraíso.