Desde su anarcosindicalismo, el lingüista Noam Chomsky critica la hipocresía y la define como uno de los males de nuestra sociedad. Según este analista, la hipocresía es la negación a aplicarnos los mismos valores que aplicamos a los otros. Este acto de preconizar ideas diferentes de las que en realidad se tienen es cada vez más común, y para Chomsky nos está abocando al desastre como sociedad. Los gobernantes se muestran a favor de la paz, pero siguen comprando armas, por ejemplo. Francisco de Quevedo, en cambio, defendía la hipocresía: "La hipocresía exterior, siendo pecado en lo moral, es una gran virtud política". Los hipócritas no son siempre los otros: la faceta hipócrita ha arraigado y es un riesgo constante. Ser coherente, sincero, consecuente, es un ejercicio al cual no todo el mundo está dispuesto.

Decir una cosa y hacer otra contradice al gran Aristóteles, por el cual no se puede ser y no ser alguna cosa al mismo tiempo y bajo el mismo aspecto. El papa Francisco acaba de amonestar a los católicos diciendo que los cristianos no tienen que ser hipócritas, y siguiendo con sus metáforas, ha hecho saber que no pueden ir con "el alma maquillada". Al Papa le gusta insistir en la coherencia y en una vida que no esté repleta de apariencias sino que sea auténtica. El tiempo de Cuaresma se presta a recordar que somos polvo y al polvo volveremos, aunque ahora el Miércoles de Ceniza opta por la fórmula "Conviértete y cree en el Evangelio". En momentos de penitencia, limosna, ayuno y plegaria, los cristianos tendrían, según el pontífice, que ser generosos con los otros sin tocar la trompeta, haciendo el bien sin buscar aplausos o ser admirados. El Papa, con esa manera suya tan sencilla de expresarse, critica a los católicos que se sienten justos por ejemplo "porque van a misa cada domingo". Para el Papa la hipocresía es también un freno para los jóvenes: la gente joven quiere autenticidad, y no la hipocresía de algunos "profesionales de la religión". El Papa no es nuevo en la plaza. Un tal Jesús de Nazaret dejó algunas sentencias contra los hipócritas, a quien llamaba "sepulcros blanqueados". Bergoglio no evita reñir a quien predica con el ejemplo, y ahora ha cargado contra los empresarios hipócritas: los que se llaman a sí mismos cristianos pero son empresarios que explotan a los trabajadores. Para el Papa estos no tienen perdón, porque explotan a la gente y son incoherentes. Malos tiempos para la lírica: ya no hay lugar, en el seno de las religiones, sean las que sean, para dobles morales. La hipocresía se ha acabado. La sociedad mira a las religiones y reclama coherencia y verdad, y no simulacros o disonancias entre vida y obras. La vigilancia digital favorece esta transparencia, pero también multiplica complots y acusaciones que se infiltran con todo impunidad. Ser auténtico en el tiempo de la copia y la falsedad no se presenta nada fácil. Pero sin confianza no se puede adelantar: ni a las relaciones, ni a las instituciones.