La ONU parece un gasto inoperante y pesado. Muchos estados defendiendo sus intereses y no los de un mundo mejor. Una especie de bunker inútil con compartimentos blindados, una entidad "prescindible", para los más escépticos. Y además, terriblemente cara. Participar en alguno de sus debates y ver el impacto ofrece un poco de luz. Esta semana se está decidiendo un tema primordial. El Pacto Mundial por las Migraciones, un esfuerzo en el que por primera vez —qué tarde que vamos— se aborda de manera holística el fenómeno de las migraciones. En el marco de las discusiones, he tomado parte en una de las conferencias sobre la detención de menores inmigrantes que se organizaba y que se llamaba precisamente "Acabemos con la detención de los niños inmigrantes y refugiados". El acto, iniciativa de la Misión Permanente de la Santa Sede en las Naciones Unidas, ha contado con las aportaciones de entidades de la ONU como Unicef o Acnur, pero también países afectados por la detención de menores como Uganda, entidades como la Unión Europea, asociaciones como Cáritas o la misma Organización Mundial para las Migraciones. Todos están de acuerdo que es una burrada detener a los menores, y que se tiene que acabar con estas prácticas. El Pacto Mundial por las Migraciones lo tiene en cuenta, pero mientras tanto, todavía hay niños y niñas que pueden llegar a estar 190 días detenidos. Su situación es de una vulnerabilidad extrema. Los detienen, los separan de las familias, y lo que en principio sería una "gestión de la migración" y una manera de "protegerlos", acaba siendo una criminalización de su condición. La migración no es un delito, han repetido en esta sesión. Y detener a menores no soluciona nada, sino que lo empeora todo, no sólo éticamente.

Eso pasa al lado del Congreso Mundial del Móvil, que nos quiere a todos más conectados, tecnológicamente avanzados, felices, motivados e informados

Dicen mentiras quienes defienden que una gestión ordenada de las migraciones reclama detener a los niños y niñas que migran. Detener a menores nunca puede ser una solución a nada y las alternativas ya existen, como la de UNICEF con el programa de puentes, como las iniciativas integradoras que potencian la educación y la ocupación juvenil, como los corredores humanitarios que intentan ser parte de la solución.

Los niños inmigrantes detenidos no son una entelequia. En Barcelona también hay. Los voluntarios de la Fundación Migra Studium van cada día a la Zona Franca, donde están los infames Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE). Los voluntarios cruzan el control policial y ofrecen conversación y acompañamiento a personas que viven con tensión, desorientación y desesperanza una pesadilla: no entienden que sin haber cometido ningún delito estén retenidos en unas condiciones que son propias de la prisión. Migra Studium denuncia que algunos de los internos son menores, no saben el idioma y están confinados en los CIE desde la frontera o porque han llegado con pateras interceptadas. Naturalmente muchos llegan enfermos y sin nada. Eso pasa territorialmente al lado del Congreso Mundial del Móvil, que nos quiere a todos más conectados, tecnológicamente avanzados, felices, motivados e informados.

Los niños y niñas menores detenidos sufren consecuencias obvias en su integridad física y psíquica. Se tiene que hacer presión para acabar con esta praxis. Todavía hay 100 estados en el mundo que lo practican alegando que así les protegen. Mentira. Y si no lo entienden, que los detengan a ellos, a ritmo de la canción: “Que la detengan. Es una mentirosa. Malvada y peligrosa”.​