Ser hospitalario y evitar ser hostil es una opción existencial. No se nace con el chip del acogimiento bondadoso y universal, pero tampoco con el miedo agresivo hacia los otros. Poco a poco, según el entorno donde vivimos, las personas que nos educan, las oportunidades y retos que nos brinda la vida desarrollamos mejor una u otra opción: hospitalidad u hostilidad.

En Migra Studium, entidad social de la Compañía de Jesús (jesuitas) lo tienen tan claro que lo han incluido en su programa: son hospitalarios porque quieren erradicar la hostilidad hacia los otros. El papa Francisco apela a la hospitalidad como característica constitutiva de los cristianos. O eres acogedor, o lo que vives —amonesta a los creyentes— es una ideología, "otra cosa", pero no es la esencia del cristianismo. En los orígenes del cristianismo la hospitalidad era ya un rasgo diferencial. Los monjes benedictinos lo han hecho su lema, y muchas otras congregaciones se han distinguido por su acogida. Acoger es un verbo que cuando hablamos de los más vulnerables pide otros verbos. Después de acoger viene proteger, potenciar, ayudar a crear red. Acoger a una persona y darle lo que es básico es precioso, pero si no se la potencia, si no se le facilitan contactos, si su agenda no se amplía, seguirá quizás en su zona de vulnerabilidad. Con algún jersey de más y alimento, pero sin aquello que nos hace humanos: la red de relaciones, los contactos, las conexiones. Ser hospitalario, sin embargo, es duro porque te abres a la intemperie. No a todo el mundo le sale naturalmente ser bueno de entrada. Hay gente que son buenos naturaleza, y otros —la mayoría— que hacen una opción concreta para intentar serlo. Desde Migra Studium se han organizado entorno de Hospitalarios.org, que es una respuesta a las necesidades de las personas solicitantes de asilo, refugiados y migrantes vulnerables. La idea es buscar familias de la ciudad de Barcelona que quieran ofrecer techo y amor durante tres meses a una persona migrada. Migra Studium, en la calle Palau del barrio Gòtic de la capital catalana es desde 2003 un oasis para personas que necesitan salir de situaciones de total desamparo, tanto económico como emocional. Los visito en un viernes de lluvia y detecto ya en recepción una de aquellas sonrisas donde cabe todo un mundo. Cuán importante es la persona que coge el teléfono o que te recibe en una institución. Lo cambia todo. #Hospitalaris se hace cargo de personas que necesitan acogimiento y la mayoría no reciben ningún tipo de ayuda ni están en ningún programa de acogida. Tienen que dormir en la calle o en los albergues municipales, que ya no tienen plazas. La acogida tiene una dimensión de incidencia política, y también de formación y de sensibilización. En este caso son familias —pocas, todavía, buscan a cien— que abren las puertas de su casa. Las familias cambian porque es básico que la persona acogida pueda ampliar esta red. El networking, que decimos ahora. Más familias, más posibilidades de contactos.

Desde Migra Studium se han organizado entorno de Hospitalarios.org, que es una respuesta a las necesidades de las personas solicitantes de asilo, refugiados y migrantes vulnerables

En otros formatos, también en el centro de Barcelona, la hospitalidad se declina en forma de hospital de campaña, que es la manera como la iglesia de Santa Anna, detrás de la plaza Catalunya, asiste cada día a los centro techo ofreciendo café, un rincón para descansar, un enchufe para el móvil. Los discursos políticos populistas atacan los más vulnerables diciendo que "encima tienen móvil". El móvil no es un lujo, el móvil es el último reducto de su mundo: el que dejan atrás —fotos y contactos de la familia y amigos— y lo que les permite vivir —encontrar servicios y asistencia— y prever un futuro menos nublado —buscar trabajo, formación, recursos. Algunos rezan con su móvil. Una persona inmigrante o refugiada, un sin techo, con móvil, es una persona con todavía un hilo de esperanza y oportunidades. El discurso político que ataca por aquí es miserable porque querría ver a quien no tiene nada incluso sin conexiones. La persona humana es un ser relacional, y es la relación con los otros la que tan a menudo nos salva.