El año 1931 las mujeres españolas pudieron votar por primera vez, pero la disputa para llegar fue encarnizada: 161 votos a favor, 131 en contra. Con esta batalla ganada, España se situaba en el sexto lugar mundial del sufragio femenino. La primera fue Nueva Zelanda. Hace 90 años de aquel primer voto de una mujer española.

El voto femenino en España es inseparable de la tarea de la diputada y abogada Clara Campoamor. Siempre hacen falta personas perseverantes con visión de justicia y tenacidad titánica para abrir resquicios perdurables y dejar espacio suficiente para que no se vuelvan a cerrar nunca más. El voto femenino es parte de los derechos humanos, un derecho que si no se alcanzaba, dejaba a la mitad de la población sin poder escoger. Porque votar es la libertad de poder escoger. Es, por lo tanto, Campoamor un nombre inseparable del sufragio, de la defensa de la Constitución republicana y del voto. No obstante, ahora que celebramos los 90 años del voto femenino, se echa de menos en el discurso el papel de los católicos en este asunto. Se ha dado por supuesto que los católicos no estaban a favor del derecho a votar. De hecho, se desconoce el papel de las mujeres en el Concilio Vaticano II, el papel de las mujeres católicas en la Transición, pero también el rol femenino en el sufragio y el feminismo católico en general.

Ha habido muchos movimientos feministas, algunos por ejemplo conservadores, otros rompedores, e incluso pronunciamientos pontificios sobre el voto. En Madrid destacó la Junta de Damas de la Unión Iberoamericana de Madrid, básicamente católicas de clase alta, más centradas en la educación y la asistencia que en las luchas políticas, pero donde la cuestión del sufragio también se debatió. De su influencia nacieron revistas, como La Voz de la Mujer (1917), y en 1919 se funda la Acción Católica de la Mujer, que acogió deprisa a más progresistas (María Espinosa de los Monteros) o más moderadas (Marquesa de Ter y Consuelo Gómez Ramos fueron los nombres visibles).

Fue el papa Benedicto XV quien en 1919 hizo un llamamiento para la participación activa y política de los católicos, también mujeres, y animó a asociaciones feministas católicas legitimando el recurso al voto

España acogió desde el siglo XIX numerosas entidades de la mujer. En València, en 1881, se crea la Liga Española por el Progreso de la Mujer y en Barcelona en 1880 la Sociedad Autónoma de Mujeres de Barcelona.

En 1919 nace el Consejo Supremo Feminista y en 1921 Acción Femenina. El Lyceum Club Femenino, fundado el mismo año que la Cruzada de Mujeres Españolas, será uno de los organismos que más prepara el terreno para el derecho político de las mujeres.

Nerea Aresti, profesora de la Universidad del País Vasco, recuerda que fue el papa Benedicto XV quien en 1919 (bastante antes de que en España se pudiera votar, en 1931) hizo un llamamiento para la participación activa y política de los católicos, también mujeres, y animó a asociaciones feministas ―no femeninas― católicas legitimando el recurso al voto. Hay que revolver hemerotecas para dar la gloria a quien se la merece. Campoamor sí, subrayada y con mayúsculas. Pero hubo otros líderes, y un papa como Benedicto XV es uno, que señalaban en la misma dirección, y no se habla nunca de ello. Para el Papa, a quien llamaban "Il Piccoleto", era el mismo Evangelio el que le daba las claves de la emancipación de la mujer y sus palabras de 1919 forman parte de los precursores en el sufragio femenino. El sacerdote Luigi Sturzo también fue determinante en Italia para que el voto de las italianas fuera una realidad. Las distorsiones sociales y culturales que se han hecho en nombre de la Iglesia son muchas. Los avances que los textos fundacionales cristianos contienen con respecto a la igualdad de la mujer son enormes, y ahora que estamos de celebración del sufragio, tienen derecho también a ser recordadas.