John Biden es católico. Bautizado, practicante. La fe lo ha consolado en momentos dramáticos: perdió a su primera mujer e hija en un accidente. Exhibe a menudo un rosario en la mano proveniente del santuario mexicano de Guadalupe que su hijo pequeño regaló a su hijo mayor, ya muerto. El hijo mayor de John Biden, que murió de cáncer, fue el primer recuerdo en el día de las elecciones americanas: "antes de ir a votar, pasamos primero por misa, como cada domingo, y después visita al cementerio".

Biden, descendiente de irlandeses católicos, es ferozmente atacado por algunos católicos norteamericanos, que lo consideran la personalización de un catolicismo liberal, progresista, propapa Francisco. Un católico "fake", falso, un pseudocreyente. En Roma se lo ha visto a menudo, ya en época del papa Benedicto. Ha alabado explícitamente los escritos del actual pontífice, y es un demócrata que está a favor de aplicar las medidas de París por el clima, que quiere revocar las duras leyes antiinmigración de la administración Trump y que recupera con su presencia la presencia católica en la Casa Blanca por primera vez después de décadas. Sólo un presidente, Kennedy, lo consiguió. Pero Biden no tiene la bendición de la totalidad de los obispos norteamericanos.

Ha tenido desencuentros con la Conferencia Episcopal, sobre todo por dos cuestiones: el aborto, que no aprueba personalmente -porque defiende que hay vida desde el momento de la concepción-, pero que tolera políticamente, y los matrimonios homosexuales. Lo llama así, y no uniones civiles. Son dos temas considerados más morales, no tanto de justicia social como el clima, la defensa de la tierra o los derechos de toda persona migrada. Biden tiene la oposición de muchos creyentes católicos, y en cambio la aprobación de personas protestantes o de otras denominaciones, que se han visto muy lesionadas por Donald Trump y sus despropósitos racistas o elitistas.

Hay toda una capa social intelectual de izquierdas que "perdona" a Biden ser católico, aunque no les gusta. En Estados Unidos funciona poco, la dicotomía izquierda-derecha, creyente-no creyente. Los católicos de los Estados Unidos primero son americanos, después son católicos. Primero son demócratas o republicanos, y siempre americanos. La bandera, en el jardín. El cristo o símbolos religiosos, estos vienen en un segundo momento. Hay un grupo de evangélicos blancos norteamericanos que son republicanos y que no consiguen que Biden ni ningún demócrata les seduzca.

En este país dividido, Dios continuará bendiciendo América, una América polarizada y en continua oposición

El cardenal Müller ha pedido claramente el voto por Trump, alegando que es mejor un buen protestante (Trump) que un mal católico (Biden). En las elecciones de 2016 el voto católico se decantó por Trump, porque la oposición a Hillary Clinton era muy elevada, y apostaron menos por "la casta" y más por un emprendedor. También pasó con algunos católicos en la Italia de Berlusconi. El catolicismo de los Estados Unidos ya no es sólo blanco y descendente de irlandeses o italianos. La presencia hispana católica dentro del bloque demócrata, disgustada por el muro entre los Estados Unidos y México y asustada por la caza de brujas contra los inmigrantes, ha sido determinante para hacer decantar la balanza.

El voto católico, en estas elecciones, ha sido determinante. El malestar social de los vivos (inmigrantes, personas vulnerables) ha sido más importante en la balanza que la posición ante los que tienen que nacer. El aborto ha sido un elemento a la hora de votar, pero no el más fuerte. Trump ha dicho a sus electores que "Biden está contra Dios", porque ha explicitado su oposición a las armas, uno de los puntos fuertes para los electores de Donald Trump, que también defienden la pena de muerte. En este país dividido, Dios continuará bendiciendo América, una América polarizada y en continua oposición. Quizás la diferencia es que ya no es el centro del mundo, que se deplaza inexorablemente hacia otros continentes.