En el debate cara a cara entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo quedó claro que ninguno de los dos partidos aspirantes a gobernar España tienen una propuesta inclusiva para Catalunya que no sea la derrota ya no del independentismo, sino de lo que históricamente se denominaba catalanismo político, que aglutinaba la reivindicación transversal del hecho nacional catalán, la identidad diferencial y las aspiraciones de autogobierno. En el debate del lunes, la diferencia entre Sánchez y Feijóo fue que el primero cantó victoria dando por cerrado el proceso soberanista gracias a él y el segundo anunció más represión, más judicialización y más persecución. En cualquier caso y de acuerdo con la ley de Murphy, la situación tiene tendencia a una mayor hostilidad hacia la cuestión catalana. Borriana es un ejemplo. La retirada de publicaciones infantiles en catalán supera a la represión franquista. El franquismo no lo puso fácil, pero toleró el Cavall Fort y otras publicaciones catalanas. Ahora la censura se pretende más agresiva que en la dictadura y se pretende legitimada por los votos, como si los votos legitimaran cualquier barbaridad, pero la tesis gana terreno. Sin ir más lejos, incluso Josep Maria Martí Blanch lo justificaba el otro día. Creo que fue Felipe González quien dijo hace unos años que España quizá podría gobernarse sin Catalunya, pero no contra Catalunya. Es obvio que los tiempos y González han cambiado.

Sin embargo, será más determinante lo que hagan los dos partidos principales, y las previsiones señalan una victoria del PP, pero también una nueva involución en el PSOE que hace campaña no orgulloso sino avergonzado de lo que ha hecho con los aliados parlamentarios que le hicieron presidente y le han dado carta blanca para hacer todo lo que ha querido, incluso dejar como estaba la ley mordaza del PP. Tras el debate en que Pedro Sánchez perdió hasta la camisa es probable que se hayan desatado las conspiraciones por la sucesión al frente del Partido Socialista. Y por supuesto que una eventual derrota socialista será atribuida a los pactos de Sánchez con los independentistas. De hecho es el cuento de nunca acabar. A Zapatero también le reprocharon la caída en picado del PSOE de Rubalcaba no por la crisis del 2008 que afectó a todos los gobiernos europeos, sino por la batalla del Estatut y el Pacto del Tinell. Así que, independientemente del resultado electoral, el PSOE después del 23-J volverá a rivalizar con las derechas en nacionalismo español. Éste es el legado de Ciudadanos y el éxito de Vox, arrastrar a los partidos mayoritarios a sus agresivas posiciones.

Los científicos definen la cultura y la inteligencia como la capacidad de sobrevivir y progresar en un entorno generalmente hostil. Este es el gran reto en que se encuentra a partir de ahora la sociedad catalana y que requerirá un reset colectivo

Ante este panorama, desde Catalunya, la conclusión más fácil en el ámbito catalanista es que no hay más opción que la independencia. Es lógico, comprensible e incluso quizá cierto, pero también hay que ver la realidad. La situación involutiva favorecerá los discursos épicos y populistas, que, como se ha demostrado, solo sirven para disputar cuotas de poder autonómico y poner en evidencia la impotencia coercitiva de la mediocridad. Los científicos definen la cultura y la inteligencia como la capacidad de sobrevivir y progresar en un entorno generalmente hostil. Este es el gran reto en que se encuentra a partir de ahora la sociedad catalana y que requerirá un reset colectivo. No sólo será hostil la situación política, española, europea, y también catalana, habida cuenta y evidencia del déficit de liderazgos consolidados. La cultura catalana tiene retos más difíciles que los que jamás ha tenido. La globalización no es intrínsecamente mala, pero por definición es uniformizadora. Los avances tecnológicos también lo son. La diversidad demográfica es algo que debe asumirse no como un problema o una amenaza, sino como una realidad cambiante y constante. La inteligencia obliga a encontrar la resiliencia necesaria para gestionar todos estos fenómenos buscando un rumbo positivo. Por supuesto, será un camino lleno de obstáculos y también de contradicciones, porque las inercias adversas estarán ahí y habrá que convivir y, además, interactuar con ellas.

Josep Pla y Francesc de Borja Moll consiguieron en pleno franquismo la reedición del 'Diccionari català-valencià-balear' con el apoyo de José María de Porcioles, aprovechando los “escasos horizontes del posibilismo”

Nos encontramos con un escenario diferente que requerirá ideas, iniciativas y propuestas diferentes a las que se han utilizado y/o malogrado desde la Transición. También es cierto que en momentos también difíciles ha habido personas que en el terreno de la hostilidad han sabido soslayar las inercias dominantes. Los ejemplos son diversos, pero existe uno de actualidad editorial que ha inspirado este artículo. Destino acaba de publicar un libro sobre la relación epistolar entre Francesc de Borja Moll y Josep Pla, titulado Còmplices per la llengua. Cartes 1948-1979, con espléndida edición de Josefina Salord Ripoll. Moll y Pla vivieron y sufrieron los peores años de la dictadura, pero fueron resilientes en lo que se refiere a la promoción de la lengua. "Moll —explica Salord en la introducción— tentaba con inteligencia y mano izquierda la férrea legalidad franquista de la edición catalana" y muy específicamente la continuación del Diccionari català-valencià-balear, que recibió de Pla un apoyo determinante. En una de las cartas, Pla se refiere al “movimiento pendular entre el retroceso y la recuperación” haciendo evidentes “los escasos horizontes del posibilismo”. Era a finales de los años cuarenta. En 1961 Moll intentaba reeditar reelaborados los volúmenes I y II del Diccionari. Pla hizo uso de sus buenos oficios ante el alcalde de Barcelona, José María de Porcioles, que en aquella época tan negra subvencionó el proyecto con 250.000 pesetas. Inteligencia, mano izquierda frente a la férrea legalidad y posibilismo. Habría quien lo considerara una claudicación, pero el Diccionari era y es una realidad y una necesidad. En la nueva realidad, también habrá que aprovechar cualquier rendija que permita sobrevivir como país, pese a los escasos horizontes del posibilismo.