Siempre es necesario agradecer la honestidad. Especialmente la que no nace impostada, empujada por la necesidad circunstancial —política, estratégica, publicitaria—, sino la que sale del cerebro reptiliano, sin elaboración, ni cálculo, como si fuera un pedo o un eructo. El mecanismo puede ser diverso, la ira, la rabia, cualquier instinto primario puede anular el freno de un político, y entonces caen los disfraces y aparece, desnuda, la verdad. Es la honestidad sin el filtro de la corrección política, bajo la que se fabrican las apariencias. En muchas ocasiones, este fenómeno aparece con el descuido de un micrófono abierto o de una cámara oculta, cuando tenemos la ocasión de escuchar lo que el político piensa de verdad, sin saber que lo escuchamos. Pero en algunas ocasiones no hay trampa, sino el simple instinto básico que empuja al político a vomitar desde el estómago, lo que nunca diría desde el cerebro. Son casos raros, pero muy valiosos, porque permiten una radiografía precisa de su pensamiento profundo.
Esto es lo que ha pasado con el exabrupto airado de Pablo Iglesias en su intervención en Els Matins de TV3 con Ariadna Oltra. No solo por la bonita expresión respecto a una parte importante de los ciudadanos catalanes, enmarcados en “toda esta mierda de Junts y el pujolismo” (dicho así, en castellano castizo), sino por considerar que somos unos ingratos, a pesar de su inconmensurable bondad. Según el ínclito amigo de Tardà y Rufián, los catalanes deberíamos estar agradecidos y callados porque él defendió a los presos catalanes y eso le habría costado un gran sufrimiento político. Se agradece la aclaración, porque muchos de nosotros, ingenuos confesos, habíamos creído que defender a los presos contra la represión era un deber democrático, y resulta que era un favor. Ni coherencia, ni compromiso, sino un simple gesto paternalista hacia los desgraciados indepes que estaban recibiendo una paliza. Y ahora, como es de rigor, nos pasa la factura. ¡Qué nos hemos creído para criticar a Podemos, si ellos fueron a visitar a los presos! ¡Qué desagradecidos somos! Y ante tanta ingratitud, la bilis le sale por la boca.
Pero si el grito de la mierda, y todo esto de los presos, no fuera suficientemente clarificador del profundo desprecio que siente por el independentismo catalán, hay un indicio que se convierte en categoría: los argumentos que Podemos ha utilizado para negar el derecho de Catalunya a tener soberanía en términos de inmigración. De entrada, han utilizado el término racista para justificar un comportamiento incomprensible, alimentando la estigmatización de Junts y de los miles de personas que los apoyan. Empieza a ser muy grave el uso perverso e indiscriminado que hace Podemos de estos conceptos trágicos que tanto daño han hecho a la humanidad. No solo banalizan el racismo, sino que lo convierten en un arma arrojadiza para atacar a sus adversarios. Demagogia de la más baja estofa. Un ataque que, altamente, no nace de ninguna justificación, porque nada de lo que hay en la propuesta de Junts puede considerarse racista. Al contrario, es un intento de gestionar democráticamente un tema tan complejo.
En ese punto, un paréntesis. Patético el comportamiento de Rufián y ERC, en un intento desesperado de nadar entre dos aguas. Por un lado, dan validez a la acusación de racista, no vaya a ser que sus amiguitos de la izquierda española los regañen. Por el otro, no se atreven a votar en contra, porque no se lo podrían explicar a Catalunya. Ergo, ERC ha votado una ley "racista". Interesante...
Los catalanes solo tenemos derecho a gestionar la inmigración si pasamos el examen ideológico de Podemos
Más allá de las miserias de los republicanos —que, en términos de coherencia nacional, acumulan a raudales—, y de regreso a Podemos, está la cuestión más importante: la idea que tienen ellos de lo que significa el autogobierno de Catalunya. De entrada, lo plantean como una especie de "gracia" otorgada a los catalanes si nos portamos bien y nos hemos purificado de derechismo. Es decir, por ejemplo en este caso, los catalanes solo tenemos derecho a gestionar la inmigración si pasamos el examen ideológico de Podemos. No es un derecho en sí mismo. Es una concesión que nos dan por su inconmensurable gracia, y como tal, nos la pueden negar, si no lo hacemos como ellos quieren. Es decir, somos una ciudadanía menor de edad que solo puede tener una competencia si la hacemos según el filtro moral que ellos estipulan. Dicho en corto: Podemos está a favor del autogobierno si lo hacemos como ellos quieren. Ni derecho nacional, ni puñetas. Concesión vinculada a la ideología: no puede practicar un relativismo ético más impresentable.
Lo que conduce a la conclusión conocida. A la hora de la verdad, no existe jacobinismo más agresivo y efectivo que el que practican estos gurús de la izquierda auténtica. Nos engañan con florituras periféricas, pero nos desprecian como la España de siempre.