Si hace unos días afirmé que Xavier Trias no sería alcalde de Barcelona y él se mostró altivo y maleducado conmigo en una entrevista en la radio francesa Equinox, hoy pronostico que Gabriel Rufián tampoco será alcalde de Santa Coloma de Gramenet. Los motivos son distintos, pero el resultado es el mismo. Rufián es un político populista, mientras que Trias es simplemente un personaje clasista. Por eso la acción política del republicano muestra cuál es su pensamiento. Es probable que todos ustedes recuerden los “espectáculos” de Rufián en el Congreso español, pero es difícil que puedan explicar lo que defendía mientras sostenía, por ejemplo, una impresora. La performance giraba en torno al 1-O y al tema de las papeletas: “Aquí tienen el cuerpo del delito. […] Yo ya tengo mi papeleta”, le espetó a Rajoy mientras aseguraba que su impresora no servía para imprimir billetes de quinientos euros. La demagogia tiene que ser llamativa para que funcione. Después del 1-O se disfrazó con una camiseta con la cara de los presos políticos y blandió unas esposas y dijo: “Ojalá M. Rajoy acabe con unas”. En aquellos tiempos, los republicanos eran los más “puros” y los más “independentistas” de todos. Todavía no se habían adaptado a la “normalidad”.

Rufián siempre carga hacia el mismo lado, porque el eje nacional, para decirlo en términos demoscópicos, le pesa poco

No he visto a Rufián, aliado del PSOE en Madrid, presentarse ahora en el Congreso con unos sujetadores en una mano y un vaso largo de whisky en la otra para reprochar a Pedro Sánchez y a los socialistas en general el asunto del diputado canario Juan Bernardo Fuentes Curbelo, más conocido como Tito Berni. Esquerra ya no está interesada en la “comedia” rufianesca. Además, Rufián siempre carga hacia el mismo lado, porque el eje nacional, para decirlo en términos demoscópicos, le pesa poco. Si lo tuviera en cuenta, supongo que recordaría que la propuesta de aplicar el 155 para suspender la autonomía catalana la hizo el PP y la aprobaron conjuntamente con el Foro Asturias, UPN, Ciudadanos y, por supuesto, porque era imprescindible, con el concurso del PSOE. El hecho de que José Montilla saliera del hemiciclo del Senado en el momento de la votación para evitar quedar retratado ha servido al republicano para exonerar al socialista de cualquier responsabilidad en un acto de represión españolista. Los republicanos están en un callejón sin salida y en Madrid no pueden actuar como si fueran el partido nacional catalán por antonomasia porque solo pueden pactar con la izquierda española. Esquerra nunca ocupará el lugar que tuvo en el pasado CiU, precisamente debido a su incapacidad de pactar tanto con la derecha como con la izquierda, según lo requiera Catalunya. No es ahora el momento de tratar este asunto. Regresamos al método Rufián.

El señor Gabriel Rufián ya se encuentra en campaña, aunque sabe que no será alcalde. Por eso no ha renunciado a su escaño en Madrid. Hay que tener el asiento asegurado en todo momento. Tras las elecciones, volverá a su ocupación habitual, que combina con las apariciones televisivas. Quizá ni siquiera se presente a la constitución del nuevo Ayuntamiento. Todo estará sujeto a la composición final del consistorio. Mientras tanto, él se sitúa en el centro de la tormenta, como ha hecho siempre, porque cree que le reporta beneficios. Probablemente sea así, pero le beneficia personalmente, aunque políticamente no beneficia a su partido. Se trata del “método Rufián” de propaganda. Para él es simplemente publicidad gratuita que le hacemos sus críticos. El anuncio, difundido por la sección colomense de ERC, según el cual Rufián había llegado a un acuerdo con el consejero de Drets Socials, Carles Campuzano, para construir una segunda residencia pública de ancianos en Santa Coloma si son decisivos en el próximo mandato, es una estafa. En este caso se combinan las viejas prácticas de cacique de un antiguo convergente, que vive del erario público desde que tenía poco más de veinte años (ahora tiene casi sesenta), y el populismo de Rufián. El asunto desprende el aroma de los trapicheos de los convergentes, cuando el difunto Fèlix Millet campaba a sus anchas y el conseller Antoni Comas inauguraba oficinas de Benestar en los barrios para comprar voluntades. Cosas del autonomismo.