Si fuera un ser humano quizás me haríais más caso. Si fuera un ser humano quién sabe si podríamos conversar y me podría hacer entender mejor. Si lo fuera, probablemente ya me habríais llevado al hospital y trataríais de ponerme en manos de los más prestigiosos médicos. Soy un ser vivo y respiro, pero no hablo y mi manera de comunicarme es con señales de humo, que no sé si siempre veis o si las veis, pero fingís que no. Ahora hace dos años os escribía la última carta, pero todavía no tengo respuesta y mira que cada día abro el buzón. Pero nada. Silencio. Ciertamente, Correos no es la más rápida de las empresas de mensajería, pero quizás el problema es que no me enviáis ningún sobre y así es imposible.

En la anterior carta (que podéis encontrar aquí) ya os lanzaba un grito de alerta. Hoy, oigo hablar de varios planes de protección que me ayudarían a salvar la vida y hay uno, el Plan Delta, que me complace bastante y me convence. No solo porque lleva mi nombre y está redactado por personas del territorio que entienden—que también— si no, sobre todo, porque propone una serie de medidas que me ayudarían a pasar mejor este aprieto. Porque niños, sí: esto es un aprieto. ¡Si incluso la NASA lo dice! Que han tenido que venir los norteamericanos y hacerme fotos desde el espacio para que me hicieseis caso.

Las imágenes vistas desde el aire muestran lo que hace tiempo que voy denunciando: que me estoy encogiendo, que retrocedo. Que es como si alguien hubiera agarrado unas tijeras y estuviese jugando a recortar mi perfil por la línea de puntos suspensivos, como en un trabajo manual cualquiera, y cada vez peso menos y retrocedo más. Las fronteras políticas las marcan las leyes y las guerras y los tratados, las líneas meteorológicas son isobaras determinadas por la presión atmosférica y las lingüísticas se llaman isoglosas y oscilan dependiendo del hablar de la gente. ¿Qué hacemos, sin embargo, con las líneas de costa? No limitan con ningún Estado, no tienen nombre propio, tienen el mar como vecino y su umbral es la Naturaleza, que no es de nadie, pero todo el mundo manosea.

Ha tenido que venir la NASA y hacerme fotos desde el espacio para que me hicieseis caso

A un paciente enfermo no se le puede pedir que se haga donante de sangre. Más bien al contrario: necesita una transfusión. Pues yo, igual. Estoy enfermo y ya no puedo admitir ningún trasvase más —directo o encubierto— ni ninguna nueva agresión y todavía menos la inacción. Lo que me hace falta son aportaciones líquidas y sólidas, caudal en el Ebro, movimientos de arenas desde allí donde soy fuerte hasta allí donde cojeo. Me hace falta que por el río vuelvan a bajar sedimentos y que se actúe con criterio y sin dilación. No vale dejar pasar el tiempo, permitirme morir y entonces decir que no se ha podido hacer nada. ¡Oh! ¡Qué pena! No vale decir que la prioridad es crear una "franja litoral de acomodación", que es el eufemismo que utiliza el Estado español para no decir expropiación, para no decir retirada. Pero yo sé a qué se refieren. A mí no me la cuelan, que llevo unos cuantos siglos en este mundo.

Y es que he sabido por unos amigos que el plan que propone el Estado —con sede en Madrid, que desde allí no ven el mar y qué sabrán ellos— prevé la compra y permuta de hasta 900 hectáreas de arrozales de terrenos privados. O sea, que apuestan prioritariamente por retroceder y que las olas me vayan engullendo, sin plantar cara. Si se adopta esta medida, dice el informe de la NASA, constituirá la mayor compra de tierras de Europa hasta ahora a causa del cambio climático. Si eres médico de urgencias y tienes un paciente con el tobillo torcido y un ataque cardiaco: ¿qué tratarás primero? ¿Lo dejas morir con un tobillo la mar de sano o luchas por salvarle la vida y el pie ya vendrá después? Las prioridades son esenciales.

Estos días se cumplen dos años del temporal Glòria y lo más importante está por venir.  Al día siguiente de la tragedia me visitó un desembarco de cargos políticos de un montón de colores y la Taula de Consens les presentó el Plan Delta (aquel que os he dicho que me gusta tanto). Entonces, en caliente, prometían actuaciones decididas que paliasen mi retroceso y las prometían para ya. La actualidad, sin embargo, los ha devorado —como a mí el mar— y ya no se acuerdan de mi estado o, si piensan en él, no lo consideran tan importante. Mientras tanto, el reloj de arena va perdiendo granitos y la costa se escurre con cada ola. Por eso, el próximo domingo 27 de marzo la gente del Ebro ha organizado una acción reivindicativa. Estarán en mi extremo sur, en la barra del Trabucador, todavía no recuperada del Glòria. Las personas participantes se cogerán de las manos y dibujarán un S.O.S en el suelo. Un grito de auxilio que hace demasiadas décadas que dura. A ver si nos escucháis.

Solo querría deciros que soy vuestro, de todo el mundo, no solo de la gente de aquí abajo. Soy Reserva de la Biosfera y, por lo tanto, patrimonio mundial. Las personas del Delta del Ebro viven conmigo, me cuidan y luchan por mi supervivencia, que es lo mismo que actuar en defensa propia, pero por favor: sentidme cerca. Todos. La arena que pierdo, la regresión que sufro, el río que ya no es vida. Esto os afecta. Sí, a ti también. Porque cada palmo de suelo derrumbado es una riqueza perdida. Una desidia permitida. Un futuro que no podrá ser. Mientras espero que me salven, para pasar mejor el temor y la rabia, a ratos leo poesía. Me calma el alma. Ahora mismo tengo entre manos un libro de Salvador Espriu: Però lluny, pels camins de l'aire de la mar, pel batec de la sang, amb un continu plany, em crida el gran dolor de la terra que estimo.