Bien, pues una vez todos los pobres nos hemos gastado el dinero y lo hemos dado al Estado para que una persona se haga rica; una vez el exministro de Sanidad ha cogido los teléfonos de la Marató después de no haber hecho nada para que en España haya solo 6 psicólogos clínicos por cada 100.000 habitantes; una vez hemos llenado el Sant Jordi con miles de personas, las calles para una manifestación; una vez cesado un policía mediático un lunes previo a la Navidad para que todo quede disimulado y una vez el presidente ha preferido hablar por teléfono que salir a dar malas noticias, llegan puntualmente las restricciones de la Navidad de este año. Y, miren, aunque sea unos días tarde, por una vez los gobernantes catalanes han sido valientes y responsables y no ha valido el argumento infantil de la Navidad.

Han sido más valientes y responsables, obviamente, que Pedro Sánchez, que el domingo compareció para anunciar que convocaba una reunión para el miércoles siguiente, con la incidencia desbocada, el récord diario de contagios y los centros de salud saturados. Bien, según Isabel Diaz Ayuso lo que ocurre es que no quieren trabajar. Total, que llegó la reunión de ayer para tomar "medidas compartidas". Ya se sabe que cuando son malas noticias, mejor socializar el desgaste. O externalizarlo. Y más cuando triunfa el discurso ayusista de "si debemos morir, mejor con una cerveza en la mano". Y cuando los jueces hacen de epidemiólogos.

Nuestros gobiernos (o, mejor dicho, los Estados) no pueden ir restringiéndonos libertades si no demuestran dos cosas: que fortalecen el sistema de salud con nuestros impuestos y que hacen un esfuerzo conjunto para que las vacunas lleguen a toda la humanidad

Y eso que, en los Países Bajos, la derecha liberal ha establecido un estricto confinamiento que aquí no vemos desde el fatídico marzo del 2020. Ni oficinas, ni escuelas, ni bares, ni comercios no esenciales. Y cenas de cuatro personas. Ya lo dice la OMS: una comida de Navidad cancelada es mejor que una vida cancelada. Pero en Madrid esto no vale. Y en el conjunto de España, el regalo de Navidad de Pedro Sánchez es la obligatoriedad de volver a llevar la máscara al aire libre, que no sirve para nada. Y el ejército a vacunar, que ya cobran; y contratar a médicos jubilados, que pagan las autonomías. Lo que digan los científicos, no importa. Que sí, que ómicron es menos grave, pero con tantos casos, el sistema se saturará fácilmente. Y si lo dice Magda Campins, yo no voy a discutirlo.

Total, Pere Aragonès ha sido más responsable que nadie, y no es ironía. Aunque también debemos añadir que todavía no se entiende que si llevamos meses alertando de que la vacuna pierde capacidad de protección a los seis meses, no estemos ya todos vacunados con la tercera dosis. Ahora sí, ahora todos a correr. Todo lo que se pueda, vamos, porque los vacunódromos ya no están. No se entiende esto y tampoco se entiende el protocolo por los contactos de positivos. En Catalunya habían decidido que los contactos debían aislarse 10 días, aunque estuvieran vacunados, pero España dice que no. Supongo que, para no crear confusión con las vacunas, pero sobre todo porque muchos sectores tendrían problemas de personal y porque, last but not least, si haces cuarentena, la baja debe pagarla la Seguridad Social. Y nada de pagar, ya lo hemos dicho. Eso sí, los niños en casa a cargo de sus padres.

Ah, dos cosas. Primera, no se crean que todo esto es para 15 días, porque nunca han sido 15 días. Y segunda. Una petición. Nuestros gobiernos (o, mejor dicho, los Estados) no pueden ir restringiéndonos libertades si no demuestran dos cosas: Que fortalecen el sistema de salud con nuestros impuestos y que hacen un esfuerzo conjunto para que las vacunas lleguen a toda la humanidad. Si no, la próxima Navidad, estaremos igual. Y ya tal.