Pasó ya hace días, pero la noticia salía en los medios ayer. La cofradía de la Mare de Déu de Montserrat, para celebrar los 800 años de su formación, fueron en peregrinaje a Roma para que el papa Francisco bendijera la imagen de la Moreneta de la catedral de Girona. Todo, hasta aquí, dentro de la normalidad —según parece—, de este tipo de actos, hasta que al Papa le sorprendió que el texto que le daban para leer estuviera en castellano. ¿No tiene que ser en catalán? Preguntó. Y la respuesta del cardenal Joan Josep Omella, simple y directa, en sintonía con el tiempo lingüístico y político actual: no.

Toda una declaración de principios del cardenal, quizás no querida por la resonancia que ha tomado —me refiero a la publicidad—, pero en ningún caso ni mínimamente sacudida ni por la prudencia ante la duda que expresaba el máximo representante de la institución de la cual forma parte. Por mi parte, una falta de respeto hacia la lengua del país, Catalunya, y no es que la Moreneta no sea internacional; solo hace falta ir a Montserrat y ver en cuántas lenguas la veneran. También una falta de respeto hacia la sensibilidad del Papa ante la diversidad, lingüística, en este caso.

Afirmar que el Papa habla en castellano y en italiano para decir en el mismo comunicado que recibió a la congregación hablando en catalán —diciendo bon dia—, y al mismo tiempo remarcando que se cantó en catalán. Toda una serie de despropósitos que, no solo no salvan la situación, sino que hacen la representación mucho más ridícula

Peor que los hechos, las justificaciones, a posteriori, por cortas y torpes; lo que acostumbra a pasar siempre que se intenta no dar importancia a unos hechos que en realidad sí la tienen y que además normalmente están hechos con una intención política concreta de la cual no se quiere o no se puede hablar honestamente. Afirmar que el Papa habla en castellano y en italiano para decir en el mismo comunicado que recibió a la congregación hablando en catalán —diciendo bon dia—, y al mismo tiempo remarcando que se cantó en catalán. Toda una serie de despropósitos que, no solo no salvan la situación, sino que hacen la representación mucho más ridícula.

Sé que habrá quien pensará que de hecho los peligros de la lengua catalana, para su supervivencia, pasan por otra parte, pero lo cierto es que todo cuenta; y por mucho que la Iglesia católica pierda adeptos cada día que pasa, sigue siendo una institución con un peso importantísimo en la vida política de nuestro estado.

Ciertamente, peor sería para la lengua que dejáramos de hablarla, y por eso se monitoriza de cerca su uso entre la población y especialmente la población joven; pero lo que hacen los representantes de las instituciones sociales, de todo tipo, también tiene un peso muy importante. Central en el valor social y, especialmente, en la normalidad del uso de una lengua como la nuestra que al no tener estado, y convivir con una lengua colonizadora como la castellana, tiene que ir reivindicándose en todos los espacios.