El partido que creó Jordi Pujol en 1974 en el monasterio de Montserrat tiene los días contados. Convergència Democràtica de Catalunya va a poner en marcha un proceso de autoliquidación, de cuyas cenizas surgirá en los primeros meses del año que viene un nuevo partido político. Artur Mas ha dado las primeras pistas en la presentación de la candidatura al Congreso de Democràcia i Llibertat sin tan siquiera esperar a su investidura (aún en el aire) como president de la Generalitat, ni a los resultados de las próximas elecciones generales del 20 de diciembre.  Todo apunta a que Mas ha optado, al final, por la versión más contundente de la refundación y que no es otra que la disolución de la organización, en línea con la que ha llevado a cabo el expresidente de la República Francesa, Nicolas Sarkozy, que en el plazo de tres meses convocó a los militantes de la Union pour un Mouvement Populaire (UMP) a la disolución del partido por voto electrónico, aprobación de nuevos estatutos y creación de Les Républicains (LR).

Si la confesión, en julio del 2014, del expresident de la Generalitat Jordi Pujol sobre una fortuna oculta en Andorra amenazaba con hacer saltar por los aires la organización que ha sido el eje central de la política catalana, un año y medio después Mas ha puesto fecha, calendario y objetivos a la refundación. El ejemplo de la UMP guarda una cierta similitud con CDC ya que el partido de Sarkozy está envuelto en numerosos casos de corrupción política que le lastraban en su acción diaria y le dificultaban ganar credibilidad fuera de su propio espacio electoral. La derecha francesa acogió, primero con sorpresa y después como una medida imprescindible, la liquidación del instrumento político creado a principios de siglo para llevar a Jacques Chirac al palacio del Elíseo. Con el nuevo partido, Les Républicains, Sarkozy ha aplicado una serie de drásticas medidas que le han servido para desvincularse totalmente de la anterior organización, donde hoy resta tan sólo un liquidador de la sociedad para hacer frente a los pagos que hay pendientes. Así, los militantes han tenido que darse de alta en el nuevo partido (no ha pasado todo el fichero), todas las direcciones locales, regionales y nacionales han sido escogidas de nuevo, como corresponde a una nueva formación política, y se han cambiado la gran mayoría de los rostros identificados (o sea, gastados) por la opinión pública francesa.

Esa va a ser la parte más difícil de la refundación que se anuncia. Si el cambio es sólo estético, sus posibilidades son escasas. Entrar a fondo, supondrá la desaparición de muchos de sus actuales dirigentes y dar paso a la nueva generación de políticos, procedentes, muchos de ellos, del mundo local, verdadera cantera de la actual CDC.