La esfera tuitera catalana es un LinkedIn, un Facebook y un Tinder para periodistas, políticos, asesores, politólogos, actores, músicos, escritores y humoristas. Los rituales para ligar, expresar interés en el trabajo de alguien, asociarse o hacerse amigo, a pesar de servir objetivos muy diferentes, siguen la misma coreografía de me gustas, retuits, respuestas, retuit con comentario, mensaje directo (DM) y la opcional autofoto después del encuentro. Los amantes clandestinos no se la harán, o sí, pero siempre se puede trazar el idilio siguiendo el caminito de corazones rosas cliqueados bajo cada tuit del amado, o en esa recomendación de artículo o intervención que, mira por dónde, les ha encantado. Como suele pasar en el mundo analógico, cuando eres mujer tienes más posibilidades de que todo se centrifugue y que un "encuentro para comentar la actualidad política" o una "oferta de trabajo" sean el pretexto para una tirada de caña.

A raíz de la cordillera de elecciones generales, municipales y europeas, muchos habitantes ilustres de Twitter, sobre todo los que han hecho fortuna dentro de un partido o sector profesional a base de hacer la pelota a quien corresponda a base de me gustas, retuits, respuestas, retuit con comentarios del tipo de "KWEEN, Khefa, excelente artículo, necesitamos a más personas con la clarividencia y la dignidad de Josep Maria", que serán contestados por parte del sujeto de adoración pelotera con un "gracias, guapa, somos imparables, seguimos, persistiremos, por Dolors, Carles, Oriol, los Jordis (¡Buenas noches!)" han empezado a tildar la red de burbuja sin representatividad social.

Quizás el error que hemos cometido todos juntos ha sido obcecarnos en averiguar la representatividad de la red en el mundo real y pasar por alto que, si alguna cosa representa Twitter, es la disección antropológica de una parte del capital político y cultural del país. Una especie de feria de las vanidades, la revista de prensa rosa que nos podemos permitir en Catalunya, un país que no tiene Estado ni realeza y con famosos que, de alguna manera u otra, estás relacionada. Eso del país pequeño y los campanarios.

¿Por qué tenemos que debatir de una forma constructiva si podemos rebozarnos en los barros la rabia perica, como hemos hecho durante la etapa autonomista?

Twitter tiene cosas positivas. Ha permitido que jóvenes artistas puedan exhibir su trabajo y ganarse la vida, fuera de los canales y medios habituales, o entrando en ellos. Muertos de hambre, sí, pero haciendo lo que les gusta, que es a lo que podemos aspirar la generación que vivirá peor que sus progenitores. También sirve para que las feministas, los activistas LGTBI y antirracistas ataquemos coordinadamente a la peña machista y racista que odia a los homosexuales y los trans, y que nos unamos para celebrarlo después en algún akelarre donde beberemos sangre de hombres blancos envuelta con sus testículos. Pero no me centraré en las cosas buenas, porque soy un poco mala persona.

Si queréis averiguar por qué los partidos independentistas no se ponen de acuerdo, sentaos en el sofá, coged las palomitas y encended el ordenador. Deleitaos con el bombardeo de despropósitos sacados de hemeroteca, fotos con la casta del Ibex, zascas siderales y pactos municipales con los carceleros del 155 que se lanzan concejales, cargos de confianza y columnistas afines a ERC, JxC y CUP. ¿Por qué tenemos que debatir de una forma constructiva si podemos rebozarnos en los barros la rabia perica, como hemos hecho durante la etapa autonomista? Si no entendéis por qué de vez en cuando aparecen como expertos en actos aleatorios o libros de temas complejos gente que es una inútil, hurgad en su cronología y seguro que encontraréis alguna retahíla de tuits que empiezan con [ABRO HILO] y siguen con una hilera de palabras técnicas. Un verdadero experto en la materia os dirá que, tal como están colocadas en el texto, no quieren decir absolutamente nada.

Si os hacéis cruces de que la extrema derecha navegue por la red, se pasee por las calles o se siente en un hemiciclo con la tranquilidad de un tiburón en el Aquàrium de Barcelona, enganchaos al culebrón que es tendencia esta semana: intelectuales, periodistas, artistas y diputados de izquierdas, aquellos que tienen la razón moral porque defienden a LA GENTE, partiéndose el espinazo intentando vender el hipotético apoyo de Valls a la alcaldía de Colau como un pacto de izquierdas. El mal rollo que os genera la serie Chernobil no es nada comparado con el yuyu que os causará el cinismo de los representantes del BIEN. Si os gusta el humor inglés, podéis pasaros por la cuenta de aquellos políticos o intelectuales que defienden la libertad de expresión y la democracia y ver como empiezan a bloquear a diestro y siniestro periodistas que hacen su trabajo o ciudadanos que lo interpelan como representante político o figura que promueve el espíritu crítico que son. ¿Black Mirror os puso la carne de gallina? Tendréis un infarto viendo como algunos políticos se acostumbran a explicar sus acciones a base de tuits, o que preparan las intervenciones en los plenos en base a cortes que colgarán en las redes. Por no hablar de aquellos que retransmiten el pleno en directo. Pagado por ti, por mi y por todo el mundo que no sea Amancio Ortega.

Así pues, Twitter es una de las herramientas más divertidas que ha parido la humanidad. A mí me va muy bien por el trabajo, igual que a un fotógrafo le va bien el Instagram, pero os mentiría si os dijera que tan sólo me da la vida por razones profesionales. En el fondo, la red del pajarito es una especie de Netflix donde puedes ver en directo las tragicomedias más crudas y realistas de la condición humana contemporánea.