A raíz del caso de La Manada, muchos medios de comunicación decidieron hablar de agresiones sexuales. Por aquello de aprovechar el momento, aunque, mirando estadísticas o el #cuéntalo, el momento para hablar de agresiones sexuales es cualquiera. Para hacerlo, algunos medios se pusieron en contacto con entidades feministas pidiendo testimonios. Por aquello de aportar un toque humano que refuerce la veracidad de la historia y la aproxime al espectador apelando a su empatía.

Buena parte de las asociaciones feministas se negaron a dar testimonios. Por una parte, porque consideraban que no era el momento de exponer mujeres agredidas, sino de análisis políticos y jurídicos. Por otra parte, porque consideraban que muchos medios no ofrecían bastantes garantías como para que aquellas entrevistas no causaran más daños a las testimonios. Ya fuera porque las citaban solas, sin el acompañamiento de una profesional, porque el enfoque buscaba el morbo o porque se reducía la historia de las supervivientes a la condición de víctimas. O las tres cosas a la vez.

La situación me recordó cuando intentaba hablar de matrimonios forzados, como periodista y como investigadora. En muchos casos, "tienes testimonios" era una condición importante para que los medios se hicieran eco. El riesgo de no tener era re-hundir el problema en la invisibilidad. A veces lo conseguí. En otros casos, no. Hay un caso en el que no fue necesario tenerlos para que se hablara. Para una mujer forzada a casarse, hablar en un medio, ni que sea de forma anónima, es complicado. Es una violencia machista ejercida por familiares, que suele afectar a mujeres jóvenes y que, por la situación en que se encuentran muchas de ellas, implica que no sólo se tienen que enfrentar a prejuicios machistas, sino otros por motivos de raza, religión o clase social. Aunque, tal como muestran los estudios, los matrimonios forzados son un fenómeno bastante extendido en el mundo, y bastante transversal. Así pues, explicarlo requiere un ambiente de acompañamiento y confianza que es bastante difícil de conseguir para un medio de comunicación.

Pensemos en si es imprescindible tener testimonios para explicar según qué problemáticas

A menudo se debate cómo los medios han naturalizado y justificado las violencias machistas con noticias dignas de Cuarto milenio, que hablan de los asesinatos de mujeres como una caprichosa cadena de accidentes desafortunados del tipo Destino final y de los violadores como pobres niños que, por arte de magia —o quizás por culpa de los alienígenas—, aparecen desnudos sobre menores de edad. Como cada vez hay más medios que abandonan la especulación fantástica para narrar casos de violencia machista, es hora de dar un paso más. Pensemos en si es imprescindible tener testimonios para explicar según qué problemáticas. Valoramos qué se tiene que hacer para que, las que sí que hablan, lo puedan hacer con confianza, seguridad y tranquilidad. Planteémonos cómo garantizar que el resultado final contribuya a dar a conocer el problema sin reproducir prejuicios.

A raíz de la sentencia, muchas mujeres han revivido sus agresiones sexuales. Su dolor, el desamparo y la impunidad del agresor. Algunas de ellas son periodistas. Estos días, me he encontrado huérfana de una reflexión a nivel de la profesión sobre qué implica informar sobre violencias machistas trastornada por haberlas sufrido en carne propia, y sobre qué pueden hacer los medios para dar apoyo a las trabajadoras. Viendo los casos de acoso a las periodistas dentro y fuera de las redacciones, recogidos en #prouperiodismesexista, para que esta empresa sea efectiva*, tiene que ir acompañada de iniciativas que hagan que muchos periodistas dejen de ejercer violencia machista o dejen de ser cómplices. Como a los periodistas nos gusta hacernos los sabelotodo cuando reflexionamos sobre la profesión, remacharé la propuesta con un toque de señorío experto que refuerce el tesón del argumento. ¿Si Marshall McLuhan afirmaba que el medio "es el mensaje", qué implica que el medio esté resecado por la misma violencia que su mensaje pretende denunciar?

*¡Yo os maldigo, partidos independentistas, por haber pervertido el significado de la palabra!