Una de las actitudes que más lamento de este año son mis críticas a Marta Rosique, diputada de ERC en el Congreso. En el Tot es mou de TV3, hablando sobre el titular que es la diputada más joven, expresé la inquietud que no tuviera suficiente madurez para ejercer el cargo. La afirmación fue una tontería. La edad no es garantía de ejercer la política bien o mal. Además, de vez en cuando todavía se me cuestiona por mi género y mi juventud. Es hipócrita que yo haga lo mismo con compañeras más jóvenes. En aquel momento, no me di cuenta de que la reticencia no venía de las dudas sobre qué podía hacer Rosique al sistema, sino qué le podía hacer el sistema a ella.

El precariado juvenil acentúa dos formas de dirigirse a la política institucional. Ante la falta de oportunidades, puede extenderse todavía más la tentación de verla como una forma de ganarse la vida hasta la jubilación. Eso hace que se pase del servicio público al personal, e impulsa la degradación del talento y la inventiva al facilitar la instauración del nepotismo y de una lógica de supervivencia a cualquier precio. Por otra parte, la nueva etapa del capitalismo global iniciado después de la crisis puede espolear a los más afectados, entre ellos la juventud (de clase y de edad) a lidiar por una política que cambie el modelo. Se podrá vivir de la política, sí, pero su visión por objetivos compartidos facilita la eficiencia y la idea de que la temporalidad en el ejercicio de un cargo puede ser una opción si el plan lo pide.

Rosique forma parte de la quinta que tiene que transformar el dolor en acción y construir desde dentro de los partidos liderazgos y estrategias sólidas y efectivas que reactiven el movimiento independentista

Cuando, hace cuatro días, vi a Rosique con una margarita amarilla en el Congreso, haciendo la performance lacrimógena con el resto de diputados de Esquerra, temí que el sistema ya la hubiera absorbido del todo. Me encabritó de lo lindo observarla en aquel vídeo del medio Ctxt, sonriendo con cara de circunstancias delante la enésima objetivación paternalista de los medios, que la etiquetan en todas partes y a toda hora como "la diputada más joven del Congreso". Métele la flor por el culo, Marta, te lo ruego. Por dignidad generacional, mete margaritas y lazos amarillos por todos los anos de periodistas y políticos que tan sólo se fijen en tu edad. Es el mejor uso que podemos dar a estos símbolos, que encarcelan el anhelo de libertad de una forma más demoledora que las celdas que retienen a tus compañeros. Haz el favor, Marta, de apartarte de la puerta del hemiciclo, donde tus colegas llevan la florecita de los huevos en la mano y sonríen como si fueran críos.

La liturgia instaurada en torno a los presos, en vez de crear un imaginario que haga que las nuevas generaciones tengan presente la dimensión de la represión española, se ha convertido en una herramienta para domar su fuerza. Rosique forma parte de la quinta que tiene que transformar el dolor en acción y construir desde dentro de los partidos liderazgos y estrategias sólidas y efectivas que reactiven el movimiento independentista. De momento, las experiencias de las Primàries y del Front Republicà muestran que, para destrozar la rueda partidista-autonomista, no sólo hay que embestirla. Hay que carcomerla.

Los tiempos políticos en los que vivimos, atrapados entre la cotidianidad y la excepcionalidad histórica, requieren una visión de la política independentista más encaminada a la fungibilidad de los líderes, pues todos son un eslabón en la consecución de un hito que marca el destino de una comunidad, que no a la perdurabilidad que persigue el instinto de supervivencia. Viendo las dudas que genera encontrar la respuesta más adecuada a las sentencias, me conformo con que los dirigentes actuales no toquen nada, y se preocupen de dejar las cosas más o menos arregladas para que los que vengan detrás tengan alguna cosa que pelar.