Los presos políticos están en la prisión porque el estado español, y una parte de la sociedad catalana, considera que los independentistas no pueden materializar su proyecto por la vía democrática, a causa de la concepción que tienen de soberanía. Os dirán que están en la prisión porque organizaron el referéndum, porque lideraron la resistencia a la Guardia Civil el 20-S o porque permitieron debatir cosas que traumatizaron a los partidos unionistas e hicieron llorar a los intelectuales a favor de la fraternidad de los pueblos. Pero todos estos actos son aparentemente constitutivos de delito no sólo gracias a la imaginación posmoderna del juez Llarena, sino también, y quizás sobre todo, porque la manera en que el estado español, y una parte de la sociedad catalana, ha encarado el conflicto entre Catalunya y España habilita las condiciones para que lo sean.

Puede parecer una obviedad. Pero viendo que la táctica independentista desde el 21-D ha girado en torno a los presos ―los actuales y los que podrían ser―, es una obviedad que hace falta tener presente cada segundo, cada minuto, cada hora y cada día. Con sus acciones, el independentismo ha materializado el "o presos o independencia" que Juan Luis Cebrián ya pronosticó que acabaría con las aspiraciones independentistas. El independentismo, en resumen, ha hecho cierto un falso dilema que presenta como incompatible la consecuencia con su causa. Es todo lo contrario: es justamente porque el estado español no ha encontrado ninguna otra manera de solucionar el conflicto que no sea negando la autodeterminación de Catalunya y reprimiendo aquellos que lo ejercen, que la independencia es más necesaria que nunca.

Ahora, los presos políticos están, o estarán, en las prisiones catalanas. Es una buena noticia para sus familias. También significa que la Generalitat es la encargada de custodiar a los presos políticos que, además, lo son por una causa que dice defender. Cuando he hecho esta observación, alguien me ha hecho ver que yo insinuaba que la Generalitat, como tiene las llaves de las jaulas, las utilice para abrirlas. Estoy muy a favor. Defenderíamos los derechos humanos y reafirmaríamos nuestra soberanía. Además, sacudiría el tablero español, al confirmar los miedos que han blandido estos días PP, Ciudadanos y medios afines para desgastar al PSOE. Se tendría que ver qué pasa. ¿Podría abrirse lo que hemos llamado, porque el procés es una máquina expendedora de conceptos vacíos que esperan ser llenados, ventana de oportunidad? Viendo que ni cuando nos creímos eso de la soberanía, que fue en septiembre y en octubre pasados, supimos gestionar los resultados, no tengo muchas esperanzas de que el acto fuera fructífero, sin embargo.

Es justamente porque el estado español no ha encontrado ninguna otra manera de solucionar el conflicto que no sea negando la autodeterminación de Catalunya y reprimiendo a los que la ejercen, que la independencia es más necesaria que nunca

Seguramente hay quien presentaría la acción ―incluso dentro del independentismo― como unilateral, otra palabra del discurso del represor que hemos asumido, porque enmascara que la unilateralidad es el libre ejercicio de la soberanía. Sin embargo, hacer valer los derechos humanos y hacer políticas sociales al mismo tiempo que defiendes la autodeterminación de Catalunya es, precisamente, lo que nos han vendido que es Hacer República, esta fase en la que se supone que estamos.

Siempre me ha parecido que esta estrategia, que se ha presentado como alternativa (a la unilateralidad) al libre ejercicio de la soberanía, es bastante inconsistente. En primer lugar, porque si quieres hacer políticas sociales es porque crees que mejorarán la vida de quien gobiernas, y no porque tienes la intención de sobornar unionistas. "Mire, le construyo una red de guarderías, ¿ya ha dejado de sentirse español?". En segundo lugar, porque nos encontramos ante otro falso dilema: tarde o temprano, para que sea un éxito, tienes que ejercer (la unilateralidad) la soberanía. Si puedes hacer políticas sociales en una pseudo-autonomía, no hay que tener un estado. A menos que quieras demostrar que, dentro de la pseudo-autonomía, no se puede hacer. Y entonces, ¿qué haces? ¿Vivir del lamento permanente o coger la directa y mandar a hacer puñetas a las instituciones que te constriñen y crear nuevas?

Me pensaba que, si alguna cosa había demostrado la legislatura pasada y la represión, era que no, que en el estado español no se podía articular una política soberana, pero se ve que lo tenemos que demostrar todavía más. Pues hagámoslo. Si estamos donde estamos, no es tanto porque no hayamos explicado suficiente que dentro de España no se puede hacer mucha cosa sin el permiso del gobierno central, sino porque, cuando hemos tenido la oportunidad de liberarnos, no hemos mostrado que hay una alternativa. Hemos bajado la cabeza y hemos acatado. Y claro está, así no hay ni dios, ni catalán ni extranjero, que te tome seriamente.

Qué hacer con los presos políticos es, pues, una ocasión excelente para poner a prueba el hacer República. Me gustaría liberarlos. Entiendo que es la decisión más radical y la que tiene las consecuencias más imprevisibles. Quizás hay una alternativa. De momento, lo que claro está es que, según qué decisión tome, la Generalitat hará que los presos políticos o bien se conviertan en el primer paso para construir un proyecto que renueve una propuesta que agoniza o bien la mate definitivamente.