Ahora que a las mujeres se nos da tan bien hacer huelgas para reivindicar tanto nuestros derechos como un modelo social diferente, ha llegado la hora de hacer una huelga de hombres.

La idea es coger a todos los hombres y encerrarlos en casa. Sin internet, rodeados de electrodomésticos, de críos, personas mayores, mascotas, personas con una discapacidad. Harán las tareas domésticas y de cuidado. Tan sólo saldrán de casa para hacer trabajos relacionados con todo ello, como acompañar a los niños a la escuela o comprar en el supermercado. Evidentemente, tendrán que tener buen aspecto, pues queremos ver una cara bonita, sonriente y peripuesta cuando volvemos a casa cansadas de un día de trabajo. El trabajo de verdad, el que lleva dinero a casa, que se lo entregaremos con cuentagotas aunque los productos para hombres son más caros. Si no nos gusta la cena, si llegamos a casa bebidas, o si nos apetece, les meteremos una paliza. O nos los calzaremos. Si no, lo haremos con el hijo, sobrino o nieto. O con el vecino. Si nos abandonan, los mataremos. A ellos o a los niños. No podemos vivir sin ellos, qué se han creído. Somos pasionales y violentas. Algunos irán a casa de mujeres migradas. Trabajarán de sol a sol y serán violados a placer. Si se quejan, los encerraremos en los CIE o los expulsaremos del país.

Cuando salgan a la calle, o vayan en transporte público, grupos organizados de mujeres les tocaremos el culo y el pene y les lanzaremos piropos. Bramaremos que son unos gigolós, malfollados y feos si los rechazan. A todo aquel que ha insultado a una mujer musulmana, le pondremos un hiyab y le gritaremos a la oreja moro y que vuelva a su país, Musulmandia. Los ignoraremos, no le daremos trabajo ni le alquilaremos un piso, pues los hombres con hiyab están oprimidos por su cultura/religión musulmanesa y nosotros somos más civilizadas. Cirujanas gitanas castrarán a payos, y políticas gitanas los recluirán en barrios aislados del resto de la ciudad. Es su cultura paya. Tienen demasiados hijos y no se adaptan.

De tanto en tanto, cuatro o cinco escogeremos a un hombre al azar, nos lo llevaremos a la entrada de una casa y lo forzaremos a que nos coma los pechos, la vulva o la polla ―las mujeres trans son más que bienvenidas―. Lo penetraremos analmente con una berenjena. ¿Por qué una berenjena? Es grande. A los hombres les gusta el dolor y que unas desconocidas los asalten sin ningún tipo de sentido y les revienten el esfínter. O eso me han dicho. No es que me importe mucho. Lo relevante es pasárnoslo bien con las amigas y demostrar que somos unos mujerones. Si nos juzgan, los medios nos tratarán como estrellas de rock. O pedirán la creación de robots hombres para satisfacer nuestras necesidades sexuales, claramente desatendidas porque hay hombres que no se lo quieren hacer con nosotras, los muy egoístas. Las juezas nos echarían una mano con sentencias flojas. Somos colegas de género. A veces, veremos a algún hombre corriendo o volviendo solo a casa de noche. Lo pondremos dentro de un coche. Si se resiste a probar nuestro cocho, verga o tetas, lo asfixiaremos hasta la muerte. Si no, también. A los asesinos de mujeres, los ejecutaremos en la plaza pública como nos plazca. Yo dudo entre destrozarles el cráneo con un bate de béisbol con púas o quemarles vivos. Lo grabaremos en vídeo para masturbarnos. Haremos videojuegos con todo. ¡¡¡Libertad artística y de expresión!!!

He bautizado la huelga de hombres como La Purga masculina: el día normal de una mujer. Es una acción muy paritaria. Restablecería el equilibrio del cosmos, porque hombres y mujeres ya habrían alcanzado, por fin, la igualdad de oportunidades

Para demostrar que son casos aislados que no tienen nada que ver con ninguna estructura social, no todas las mujeres somos así, dejaremos a algunos en libertad. Podrán trabajar, escribir, decidir cosas ―sanidad, educación o asuntos sociales― o salir en la tele. Cada vez que abran la boca, los interrumpiremos, no los escucharemos o les explicaremos qué han dicho. Si se enfadan, replicaremos que, niño guapo, no te quejes tanto y sonríe. Por supuesto que no los promocionaremos en ningún sitio. Una cosa es dejarlos trabajar y la otra que se piensen que son tan buenos como nosotros. Biológicamente son diferentes. Lo dice un estudio basado en orangutanes de Sumatra. Por si acaso, les valoraremos negativamente aptitudes que en nosotros son positivas. Estableceremos incentivos y discriminaciones para que reduzcan la jornada o salgan del mercado laboral. Un sistema meritocrático, vaya. Les volveremos a tocar el culo y el pito, hablaremos de su físico o los violaremos a cambio de un ascenso. Tenemos nuestras necesidades y ellos van provocando.

He bautizado la huelga de hombres como La Purga masculina: el día normal de una mujer. Es una acción muy paritaria. Restablecería el equilibrio del cosmos, porque hombres y mujeres ya habrían alcanzado, por fin, la igualdad de oportunidades. Aunque, en el caso de los hombres, fuera tan sólo durante un día el año y, en el nuestro, la situación la sufriéramos los 364 restantes. Es lógico. Nosotros somos el género fuerte. Ellos, el débil.

Soy consciente de que, tal como escriben los señores blancos intelectuales catalanes y españoles, Occidente está en decadencia porque está dominado por mujeres, negros y mariquitas. Esta huelga no sería bien recibida por los hombres, porque vivimos en la era de la corrección política y la gente se ofende por todo. Así pues, tengo preparada una segunda opción. Lo escribiré en otro artículo. Como suele pasar con las adaptaciones cinematográficas del último libro de la saga Harry Potter, Los juegos del hambre o Crepúsculo, lo mejor es dividir una misma historia en dos productos para hacer más dinero.

Continuará.