"Las herramientas del amo nunca desmontarán la casa del amo". La célebre frase de Audre Lorde me recuerda siempre que las normas y dinámicas que rigen una institución están pensadas para la preservación de la institución misma, así como para la pervivencia del grupo que la controla.

Aplicado al procés independentista, es partiendo de la frase de Lorde desde donde veo que las bofetadas a los piolines por parte de las defensas del juicio al procés no son más que pornografía para independentistas. Tal como recuerda Íngrid Guardiola, el espectáculo de las pantallas tiende a sustituir la acción política en el espacio físico. La hipnosis generada por el culebrón del juicio televisado nos hace olvidar la realidad: la finalidad del juicio, y de su retransmisión televisada, no es dictar sentencia, sino mantener la unidad de España. El poder judicial no es nada más que una muñeca rusa dentro de la gran matrioska estatal. Decapitado el independentismo, la cuestión es si la sentencia se utilizará para escarmentar a mi generación y a las siguientes o nos anestesiará poniéndola al servicio de la actualización del régimen del 78.

Desde las palabras de Lorde también se ve más claro el porqué del fracaso del gobierno efectivo. El régimen del 78 en Catalunya se ha mantenido gracias a que las instituciones catalanas se han convertido en un apéndice de las españolas. La prueba de eso es que, cuando la colonia se descontroló, al gobierno central, con el apoyo del PSOE y Cs, le bastó aplicar el artículo 155 para convertir a la Generalitat en una gestoría, al Parlament en un Twitter en un edificio solemne y a los Mossos en el brazo armado de la represión. La mentalidad autonomista catalana hizo el resto.

La célebre frase de Audre Lorde me recuerda siempre que las normas y dinámicas que rigen una institución están pensadas para la preservación de la institución misma

Sin un proyecto común para alcanzar un objetivo claro, ERC y el espacio neoconvergente han hecho lo que han hecho toda la vida: disputarse la hegemonía y colocar a sus afines en todo cargo de responsabilidad posible. Promocionando, de paso, pretendidos valores independientes que o bien se han creado un chiringuito para degustar el poder o bien hace tiempo que viven de trepar por instituciones públicas. A los medios, nadando en el maremágnum de columnistas, tertulianos y directores, encontramos sus columnistas, directores y tertulianos de cabecera, que se dedican a predicar las nuevas doctrinas del movimiento. En las redes sociales, los aparatchiks nos regalan tardes memorables de batallas y tuits fuera de tono, para demostrar a los adorados líderes que, en una guerra de trincheras, ellos son los más trincheristas.

Así pues, estaría bien que nadie se emocionara con el papel de los partidos independentistas en las generales. Su margen de maniobra es limitado. Sea para bloquear, sea para pactar o forzar, delante tendrán unos partidos españoles que saben que el juego está pensado para que ellos siempre ganen. Se tiene que añadir que el independentismo tiene tendencia a confundir una acción con una estrategia. Bloquear, pactar o forzar el poder central tiene más o menos sentido si sabes qué hacer. Pasa que, ahora mismo, el independentismo tiene el sentido de la dirección de un pollo sin cabeza corriendo como un poseso por el corral.

No es extraño que uno de los pocos momentos en que el independentismo ha plantado cara al Estado haya sido el 1 de octubre, cuando se negó a luchar con las herramientas que le brindaba el poder central y utilizó unas a medida, de fabricación propia, que le permitieron aparcar las pulsiones cainitas. También en la estrategia exterior ha dolido, ni que sean arañazos, porque es desde fuera del sistema donde puedes ver la totalidad. Así pues, la cuestión es cómo conseguir que, con los recursos actuales, el independentismo encuentre espacio para crear sus herramientas y rechazar las españolas. Sabiendo, como sabemos, que las instituciones pensadas para proteger el conjunto de la ciudadanía catalana e impulsarla ―y las dinámicas que se establecen― son su prisión.