"Me cuesta entender a los que dicen que la libertad de un pueblo no vale la vida de una sola persona. Las grandes causas no se han ganado nunca con anestesia. Por qué en Catalunya la libertad tendría que ser más barata que en otros lugares?".

Respondiendo a una entrevista en Vilaweb, el profesor de la Universidad de Stanford Joan Ramon Resina puso palabras a una inquietud que yo tenía de un tiempo a esta parte. "Hasta dónde estoy dispuesta a llegar, y qué estoy dispuesta a soportar, para luchar por la independencia de Catalunya?". Cuando me lo planteo, me divido en una yo Rambo, una yo asesora del presidente Kennedy durante la crisis de los misiles cubanos, una yo de la resistencia y una yo que se ha agobiado y no quiere saber nada del asunto y que tiene pinta de tener los días contados, porque la yo asesora ha contratado a la yo Rambo para que lo asesine con una pistola facilitada por la yo de la resistencia. Porque ahora no nos podemos permitir el lujo de dudar, ¿de acuerdo?

Ciertamente, el 1 de octubre —y el 10 y el 27— mucha gente compartíamos la tesis de Resina. Sin embargo, durante estos meses he escuchado a independentistas diciendo que no estaban dispuestos a morir, más que por la independencia, a causa de la represión española, y que si España escalaba la represión, retrocederían. Había que tampoco estaban dispuestos a hacer una huelga, o cualquier otra acción, que se alargara en el tiempo.

A veces pienso que las personas verdaderamente independentistas son las que están dispuestas a asumir que un proceso de emancipación nacional tiene sus costes

A veces pienso que las personas verdaderamente independentistas son las que están dispuestas a asumir lo que plantea a Resina, que un proceso de emancipación nacional tiene sus costes. Son las únicas personas con las que se podrá contar en cualquiera de los escenarios planteados por la negativa del Estado español a que el independentismo se expresara mediante las instituciones. No quiero hacer un elogio del martirio, ni del heroismo cabeza de chorlito del todo por la patria. No estoy diciendo que la gente se inmole ante la delegación del Gobierno. Hablo de explorar la tensión entre la supervivencia y la libertad individuales, y de situarnos como sujetos políticos en una lucha que influye en el día a día de una colectividad y marcará su futuro. A menudo se habla de ampliar la base, que en parte significa explicar a la gente todo lo que será capaz de hacer y de tener si se suma al proyecto, pero también es básico reforzarla, y eso pasa por entender qué está dispuesta a perder para defenderlo.

De hecho, si ahora es tan fácil que el victimismo paralice al independentismo, que los presos políticos se conviertan en rehenes y que el 1 de octubre se folclorice y se utilice como una moneda de cambio es porque el independentismo no hizo una reflexión madura sobre la cual implicaba hacer un referéndum en un estado como España. Cuando torpedeas los cimientos de un estado, como hizo el 1 de octubre, también aflojas las cadenas que lo frenan a la hora de aplicar cualquier vía para mantenerse. Por eso, ahora que el régimen respira tranquilo y el independentismo se lame las heridas, las empresas que trasladaron la sede a raíz de los hechos de octubre vuelven en son de paz y el gobierno del PSOE hace como que habla con la Generalitat.

Una de mis tradiciones preferidas de cada inicio de curso es decidir si iré a la manifestación de la Diada. Dijéramos, así de entrada, que no tengo nada de ganas. Pienso que lo que ha fallado en la estrategia independentista ha sido la clase política y no la ciudadanía. Ahora ya no necesito reunirme con gente un día para saber que somos muchos o para coger fuerzas, lo he visto durante el último año. Tampoco necesito enviar un mensaje ni al Gobierno ni a la comunidad internacional, porque en el lenguaje de los estados lo que dota de significado a las palabras son los hechos consumados, y al independentismo le tiemblan las piernas cuando tiene que consumar estos hechos. Necesito, simplemente, que los partidos independentistas hagan el trabajo por el que los votamos.

Ejercer la soberanía catalana sería el mejor homenaje a los presos, la mejor defensa de la libertad de expresión y la mejor vía para ampliar y reforzar la base

Ejercer la soberanía catalana sería el mejor homenaje a los presos, la mejor defensa de la libertad de expresión y la mejor vía para ampliar y reforzar la base —sí, estamos a una palabra de reeditar el "libertad, amnistía, estatuto de autonomía", felicidades a todo el mundo. Eso sí que encuentro que es un motivo para ir a la Diada. Es más, se les tendría que recordar eso en cualquier manifestación o acto en el que participen. Pero para exigirlo primero tengo que estar segura de hasta dónde estoy dispuesta a llegar.

Cuando le he explicado todo eso a un amigo me ha pasado un trozo de la declaración de independencia de los Estados Unidos que dice: "Y en apoyo de esta declaración, con absoluta confianza en la Protección de la Divina Providencia, invertimos nuestras Vidas, nuestras Fortunas y nuestro sagrado Honor". Como atea, mujer y joven precaria, tendría que retocar una pizca, tirando a mucho, la frase, pero pienso que la esencia sería más o menos esta. Si no estás dispuesta a nada de eso, Marta querida, y quien dice Marta dice quien sea que se considere independentista, quizás mejor que retrocedas y des paso a quien sí quiera asumir el riesgo.