"Lannister, Targaryen, Baratheon, Stark, Tyrell... no son más que radios de una rueda. Uno está arriba, entonces está el otro. Y, mientras va rodando, aplasta a los que se encuentra a su paso. Yo no quiero parar la rueda. Quiero romperla."

La reina Daenerys Targaryen definía así el sistema de casas que opera en el reino ficticio de Juego de Tronos. La rueda representa, también, el sistema de partidos que hace circular el Régimen del 78. Hasta ahora, el independentismo tan sólo ha calibrado sus actos en función de cuál era el partido en lo alto de la rueda. Mientras lo hacía, perdía de vista la rueda en conjunto. La cuestión es que, para que la rueda avance, tan importante es el partido que está arriba del todo como el que está debajo. Todos, el PNV, Bildu, CUP, JxCat y ERC incluidos, contribuyen a que la rueda funcione. No darse cuenta de eso hace que se evalúen los actos unionistas por separado, como si unos no tuvieran relación con los del resto.

La miope política de pactos con el PSOE/PSC, en el Gobierno, en la diputación, en los ayuntamientos y en los consejos comarcales, es la muestra más evidente de ello. Si tan sólo nos fijamos en los radios de la rueda, el PSOE es más moderado que el PP y, por lo tanto, es más lógico pactar con él. Sobre todo si quieres fastidiar a tu compañero independentista, porque todavía, como parte de la rueda que eres (perversión autonomista), te consideras beneficiario. Si miramos la rueda entera, sin embargo, el PSOE es el rival más fuerte. Los socialistas son los funcionarios del estado, los burócratas, los mandarines. El PSOE es el Estado.

Ciudadanos era la fuerza de choque en Catalunya, el partido que tenía que impugnar consensos de mínimos a la sociedad catalana, como la inmersión lingüística o qué es la catalanidad, porque los catalanófobos dentro del Partit dels Socialistes e Iniciativa per Catalunya/Comunes pudieran defender su etnicismo sin miramientos. Ciudadanos también fue la respuesta más contundente cuando el independentismo exhibió su verdadero poder. El PP son militares, implacables pero torpes. Cometen errores que el independentismo aprovecha, pero que ayudan a mostrar como moderados al PSOE. Sus acciones tanto resquebrajan la rueda como la tapan. Vox ha contribuido a la rueda a base de judicializar el conflicto y ser el espantajo que PSOE y Podemos necesitan para impulsar su actualización del régimen del 78. España avanza con el trauma.

Como el catalanismo tradicional, el proyecto de los comunes es reformar España. En parte porque son incapaces de imaginar nada más emancipador

Podemos y los comunes son los activistas humanitarios del régimen. La cara amable. Aprovechan la doctrina del choque fruto de la represión del 1 de octubre para seducir a la población oprimida con un proyecto político irreal. Mientras Jaume Asens, el gran camaleón, se muestra compasivo con los presos políticos, Ada Colau pacta con los socialistas la alcaldía de Barcelona con el apoyo de Manuel Valls, los minions del partido en las redes presionan a ERC para que apoye la coalición PSOE-Podemos y Manuel Castells dice que, en la mesa de negociación, defenderá la posición del Gobierno. Lo afirma con la misma parsimonia con la que Jéssica Albiach contestaba a la ANC que los comunes tenían que estar en la mesa consultiva con el gobierno catalán.

La visión de la españolidad y la catalanidad que tienen los comunes los hace más herederos del catalanismo tradicional, y más próximos a la filosofía pragmática del PNV, que ciertos sectores de Junts per Catalunya. Como el catalanismo tradicional, el proyecto de los comunes es reformar España. En parte porque son incapaces de imaginar nada más emancipador; en parte porque consideran que los españoles no son lo suficiente civilizados para salvarse.

Allí donde algunos catalanistas, hace un montón de años, consideraban a los charnegos como un despojo, los comunes ven a los que ellos creen mestizos como parte fundamental de su proyecto de castellanización del país, que es la única manera de hacerlo totalmente sumiso a la rueda, enfrentándolos contra un ficticio independentismo de la ceba y pura sangre. Como bien escribe Marta Rojals en Vilaweb, nunca reivindicarán como mestizo a Guillem d'Efak, "versionador en catalán de temas universales de blues y jazz", afrocatalán, manacorense nacido en Guinea Ecuatorial. Los comunes necesitan mantener vivo el pujolismo para que su proyecto tenga sentido, pues este ha sido el último intento de las élites catalanas ―no necesariamente catalanohablantes o independentistas― de tener un encaje en España que sea beneficioso; al mismo tiempo que, por la hegemonía adquirida en el Principado, ha sido el último proyecto al cual te podías oponer sin tener en cuenta la dominación española. Como resultado, disfrazan la catalanofobia de mestizaje, y defienden un programa feminista, ecologista y antirracista que camufla el imperialismo español que alimenta su visión nacional.

Eso no quiere decir que los comunes queden descartados para cualquier alianza con el independentismo. Es por esta base catalanista, cínica y pragmática que en los comunes no se les seduce con luchas compartidas. Se los camela con poder. Cuando el independentismo lo tenga, los comunes vendrán, como han hecho siempre. La estrategia no es "seducimos a los comunes y entonces damos el paso adelante", sino "damos el paso adelante y los comunes ya vendrán". Hacer políticas pensando en ellos le puede parecer al independentismo una muestra de magnanimidad, de mano tendida, dignidad y amor. En realidad, dejar de lado tu objetivo fundamental, la independencia, para buscar la complicidad de los otros es un símbolo de debilidad. Sobre todo para el españolismo, que como buen sistema de dominación tiene la mentalidad de un matón.

Por todo eso, el independentismo tendrá que trazar una estrategia que se sitúe fuera de la rueda españolista. Tendrá que clavar la mirada, mientras el artefacto gira y gira, para captar el rol de cada uno de los radios, y perfilar una estrategia que explote los puntos débiles. Lo más importante, sin embargo, es entender que, tarde o temprano, tendrá que crujir la rueda.