Ya hace tiempo que escucho de los labios de compañeras feministas cis la expresión cómeme el higo, a menudo con carquinyolis u otras guarniciones. A veces es con tono erótico-festivo, o para evidenciar que las mujeres cis tenemos coño y no dudaremos en utilizarlo, sobre todo sin la ayuda de un señor. Un poco como cuando Janelle Monáe o Ariana Grande llenan los videoclips de cosas que recuerdan a una vulva y empiezan a jugar o a moverlas al son de la música. Y piensas: "¡Vaya! ¡Cómo molan los chochos! ¡Poder para los chochos! ¡Poder para mi chocho! ¿Who run de world? ¡Girls!".

Aunque algunas de las reivindicaciones por el estilo sean una mierda comercial de proporciones cósmicas y tengan un nivel de subversión parecida a pegar un cartel en una fachada que tiene un cartel que dice "prohibido pegar carteles", en la inmensísima mayoría de otros casos estoy muy a favor de llenar el mundo de vulvas y que las utilicemos como elemento subversivo. Como hace la artista japonesa Megumi Igarashi, que ha hecho un kayak a partir del diseño del suyo. ¿Kayaks en forma de vulva? ¿Qué será lo siguiente, preguntaréis? ¿Monumentos al honor militar en forma de polla? ¿Edificios fálicos? Porque todo el mundo sabe que los hombres cis no han construido, literalmente, el mundo a semejanza de su verga.

En otros casos, sin embargo, el cómeme el higo se pronuncia con la tradicional voluntad de enviar a alguien a freír espárragos o de humillarlo que desprenden las expresiones análogas cómeme la polla o chúpame el glande, tan presentes en el repertorio de exabruptos de algunos hombres cis. Ya sabéis, eso de Maradona, "que la sigan chupando".

Como siempre he procurado que mi higo conozca hombres interesantes ―con más o menos fortuna―, y que ellos, el higo y yo pasemos un rato consensuadamente y recíprocamente agradable, este tipo de expresiones me parecen horrorosas. No me sé imaginar mi muy honorable chocho como una plaga bíblica que baja de los cielos y cae sobre la desdichada boca de un pobre desgraciado que, atendiendo al contexto en que se formula la magna amenaza, me cae muy mal. ¿Cómo puedo considerar que mi conejo, que tantas alegrías me ha regalado, es una herramienta de escarnio y humillación para alguien más? ¿Por qué quiero que mi preciosa raja la lama alguien que detesto y que se sienta miserable haciéndolo? ¡Si ni siquiera quiero que me lo coman la inmensa mayoría de personas que aprecio o quiero!

Cuando enviamos a alguien a interactuar con nuestros genitales estamos convirtiéndolos en un arma. Y eso ya es más jodido porque, en la vida real, los genitales, sobre todo los masculinos, sí que se utilizan como un arma

Es la primera reacción que tengo cuando escucho a alguien que invita en son de guerra al enemigo a lamerle, comerle o chuparle los genitales. Lo que pienso después, si tengo tiempo y ganas, es en esa frase popular, no me atrevería a llamarla dicho, que afirma que en la vida todo va sobre sexo menos el sexo, que va sobre poder. Si bien la afirmación se puede analizar en una tesis doctoral, sí que no dejo de pensar que, en el fondo, cuando enviamos a alguien a interactuar con nuestros genitales estamos convirtiéndolos en un arma. Y eso ya es más jodido porque, en la vida real, los genitales, sobre todo los masculinos, sí que se utilizan como un arma. Cuando escucho un cómeme ______, acabo recordando a aquellos señores que envían fotopollas para amenazar a mujeres que osan expresar su opinión en las redes sociales; la satisfacción de muchos hombres al ver la conmoción que generan a la mujer que deciden acosar por la calle; las violaciones correctivas hechas por hombres a lesbianas; las violaciones en las guerras o como las violaciones en grupo de hombres a mujeres sirven para reafirmar la masculinidad de unos mediante la sumisión de las otras.

Hay que decir que, en el instituto, adopté de mi amiga Jessi la expresión que te folle un pez polla, una mutación del pez protagonista de la frase que te folle un pez. Me hacía mucha gracia la idea de que existiera un pez polla, me lo imaginaba como un pez espada pero con la punta de glande. Además, la musicalidad de las pes del nombre del pez dicho rápidamente, pezpolla, que combinaba con un alargamiento de la o que también hago en el insulto gilipollas (gilipoollas), la encontraba muy acertada para un exabrupto.

De vez en cuando, todavía utilizo la anatomía de mi amigo imaginario para desear la desdicha a alguien. Estoy pensando en si lo dejo de hacer. Por una parte, considero que con la expresión traslado a un ser gracioso el deseo de que mi enemigo sea follado indeseadamente, cosa que le quita hierro al turbio asunto de utilizar un imaginario que justifica la agresión sexual como castigo. Por la otra, pienso que desear que alguien tenga tanta desdicha en la vida que el único compañero con quien pueda follar sea con un pez polla me parece muy divertido. Estoy pensando en rehacer la expresión. Vete a follar con un pez polla. O alguna cosa así. Seguidamente me pregunto por qué un pez polla y no un pez coño. Entonces me contesto que las pollas, a pesar del halo de solemnidad que los hombres ilustres pretenden que desprendan, si te las miras muy de cerca y durante un buen rato, hacen gracia.