Hace una semana, tuve la desdicha de pillar por la televisión la serie La catedral del mar. Un hombre gritaba "¡puta, puta!", y entonces alguien ―no sé si el mismo hombre― agredía a una mujer. Era bastante fiel al libro. Lo tengo borroso por los años que hace que lo leí, pero recuerdo que los personajes femeninos o bien eran putas o bien eran esposas devotas. En un giro inesperado de los acontecimientos, la madre del protagonista pasaba de esposa devota a puta porque, en otro giro muy inesperado de los acontecimientos, es violada por el señor feudal malvado y sus guardias malos.

Mucha gente, sobre todo señores que me encuentro en las redes sociales, que escriben artículos en los medios o con quienes converso por los sitios, justifica las escenas de maltrato y violación de mujeres en series históricas porque sirven para dar autenticidad al relato. He llegado a escuchar que hace creíble la ambientación medieval de Juego de tronos. En Juego de tronos, donde hay zombis de hielo, dragones y sacerdotes que reviven a gente, importa mucho la autenticidad histórica. "Era lo que pasaba en la época", sentencian, con aquella autoridad que otorga tener el falo y ni puñetera idea de lo que hablas. Cuando lo dicen, así tan convencidos, los miro con ternura.

En primer lugar, porque si hay una constante en la historia europea es el maltrato y la violación de las mujeres. El martes mataron a cuatro y no pasó nada. Es como discriminar a judíos o gitanos. "Se nota que ha sabido captar el espíritu de la época porque se maltrata a judíos y gitanos, es que si no sale un judío o gitano maltratado, no me pongo en situación". ¿Ah, muy bien, se refiere a cuando expulsaron a los judíos de la Monarquía Hispánica, cuando los gasearon durante la Segunda Guerra Mundial o cuando un tipo entró en un supermercado kosher parisino y disparó a diestro y siniestro? ¿O a cuando en España se quiso exterminar a los gitanos con la Gran Batida de 1749, cuando los gasearon durante la Segunda Guerra Mundial o cuando Manuel Valls, durante su etapa en la política francesa, expulsó a miles? Porque hay como quinientos años entre unas cosas y las otras. No puedes identificar una época histórica europea con el maltrato de mujeres, judíos y gitanos porque ha pasado en todas. Maltratar a mujeres, judíos y gitanos ―y después esclavizar a africanos― es un valor fundacional europeo. El predecesor del Erasmus, el euro y el espacio Schengen.

Ya va siendo hora de que veamos en pantalla qué es ser agredida, culpabilizarte a ti misma y dejar que la herida se pudra porque no puedes hablar con nadie

En segundo lugar, el argumento me hace gracia porque en la mayoría de series y películas históricas las actrices tienen cuerpos que responden a los cánones de belleza actuales, no de la época. Eso implica que a veces están retocados por una cirugía estética que no existía entonces y por unos criterios de depilación ―¡e higiene!― más estrictos que los del pasado. La mayoría de personajes femeninos tendrían que estar interpretados por niñas de once, doce o trece años. Pero eso no lo podemos hacer porque es pederastia. A menos que las sexualicemos, entonces son lolitas que lo van buscando y problema resuelto. Nos tendría que preocupar que Vladímir Nabókov tuviera que aclarar que Lolita no era una niña perversa, sino que la imagen de ella que ha hecho tanta fortuna en nuestra sociedad es el producto de la imaginación del protagonista pederasta. Quizás futuras películas y series destacarán eso de nuestra época. "Se nota que está ambientada a inicios del siglo XXI porque los hombres se excitan con niñas de doce años.

Es más, aunque en una época determinada las mujeres fuéramos tratadas como seres infrahumanos, eso no implica que el autor (hombre) contemporáneo que escribe sobre el pasado nos lo considere. Al contrario, puede reflexionar sobre la experiencia de la condición humana en una sociedad que te la niega por sistema. Pero no. No sólo ni se plantea esta posibilidad, sino que se recrea en los clichés. Por ejemplo, los historiadores señalan que el derecho de pernada en la Catalunya medieval no era muy frecuente. Que esté tan presente en cualquier serie, libro o película inspirada en la época medieval dice más del autor (hombre) de ahora que de la Edad Media.

Cuando hago todas estas observaciones, los interlocutores me contestan que a ver si ahora no se podrán enseñar violaciones, maltratos o asesinatos a mujeres. Respondo que adelante, que hace años que espero que se hable de todo eso. Ya va siendo hora de que veamos en pantalla qué es ser agredida, culpabilizarte a ti misma y dejar que la herida se pudra porque no puedes hablar con nadie. Que observemos cómo una violación marca tu relación con los hombres. Que exploramos qué significa vivir con la angustia que aquello tan horroroso puede volver a pasar en cualquier momento y con cualquier hombre. Y que, a pesar de todo eso, seas un ser humano funcional. Ya es hora de que nos adentremos en el día a día, los deseos, las contradicciones y las aficiones de las difuntas que aparecen como cuerpos decorativos en las series y películas de detectives.

En el fondo, todavía no vemos en pantalla ni violaciones, ni maltratos, ni asesinatos de mujeres. Vemos excusas para legitimar la causa del héroe masculino, para entender el pasado turbio del antihéroe masculino, para señalar lo malo que es el malvado masculino, para impactar al espectador (masculino). No vemos (¡no entendemos!) ni la violación, ni el maltrato, ni el asesinato de mujeres. Mamamos de la pantalla las justificaciones que hacen que sean posibles.