Mi película Disney favorita es Mulan, la historia de una chica china de la era de la dinastía Han que se hace pasar por hombre para luchar contra los hunos. En el filme, uno de los personajes que me llamaba la atención era Chi-Fu, el consejero del emperador que supervisaba el trabajo del capitán del regimiento donde se destinaba a Mulan. Chi-Fu acostumbraba a aparecer al lado del emperador o del oficial de turno, sosteniendo una tableta donde anotaba con tinta china todo lo que observaba.

Un profesor de periodismo, José Maria Perceval, nos explicó que burócratas como Chi-Fu eran un pilar fundamental del imperio chino. En la película, él recorre todos los rincones de la China distribuyendo las órdenes imperiales que obligan a los hombres a ir a la guerra. Es fácil imaginar que, mientras los militares hablaban de gloria y valor en el campo de batalla y diseñaban sus estrategias, Chi-Fu se recluía en su tienda preocupado por cuestiones más mundanas, como si había bastantes alimentos para el regimiento o suficientes armas para luchar. En el conjunto de la sociedad, estas tareas de supervivencia las han acostumbrado a hacer las mujeres, y siempre he sospechado que por eso Chi-Fu es presentado con rasgos afeminados, ridiculizados por los soldados del regimiento.

Cuando escucho a los socialistas Miquel Iceta y Eva Granados, y, en el pasado, a la vicepresidenta española Soraya Sáenz de Santamaría, recuerdo a Chi-Fu. Tal como lo veo, todo Estado necesita una retórica que movilice emociones y afectos, para generar un sentimiento de pertenencia entre la ciudadanía y para que esta se movilice cuando toque defenderlo. En los últimos meses, este flanco en Catalunya lo cubren, sobre todo, Ciudadanos y el Partido Popular. Pero el Estado, si quiere perdurar, necesita personas que lo hagan funcionar cada día, aplicando leyes que racionalizan y administran la emotividad del discurso nacionalista. Y eso, en el campo unionista, lo representa el PSC.

Hay que tener presente que nos parecen moderados, en parte, porque son burócratas

La retórica de Iceta y Granados me fascina, me causa un respeto inquietante. Cuando quiero tomar la temperatura al unionismo, los escucho con atención. Si entras dentro de su marco mental, la lógica es inapelable, pulcra, impecable. Como la caligrafía de Chi-Fu. Ellos no hacen lo que hacen por la patria, lo hacen porque cumplen la ley y tan sólo obedecen órdenes. Hacen lo que toca hacer. Despachan el derecho a la autodeterminación con la serenidad de quien te responde, muy amigablemente, que no puedes solicitar esta prestación porque te has olvidado de rellenar cierto formulario. Por eso vivieron el 6 y 7 de septiembre del año pasado como una tragedia similar a la primera vez que ves el asesinato de la madre de Bambi y ni siquiera se inmutan cuando hablan de los presos políticos. Nos sabe muy mal, sí, bueno, tienen que estar bien atendidos, pero violaron la Constitución y el Estatut, claro que tienen que sufrir las consecuencias. Si no le gusta, vuelva usted mañana.

Consumada la derrota (momentánea) del independentismo, hay quien dice que hay que construir puentes, en algunas áreas, con los socialistas catalanes. Existe la idea de que son más moderados que el Partido Popular y Ciudadanos. Hay que tener presente que nos parecen moderados, en parte, porque son burócratas. En la película, Chi-Fu trabajaba con la pluma, la tinta y la tableta, no con la espada. Pero nadie dudaba que, igual que los militares, servía al emperador con eficacia, y que se dedicaba con cuerpo y alma.