¿Qué necesita la economía europea? ¿Qué necesitan sus bancos para espolear un crecimiento que se muestra débil? Son estos momentos peliagudos para los bancos centrales, especialmente para el BCE, que está sometido a fuegos cruzados. Ya no valen respuestas simples, como la de ofrecer mayores estímulos, porque ya ha demostrado que su eficacia es reducida. Hacía mucho que no había una polémica tan intensa sobre qué hacer. Mario Draghi, presidente del BCE, está en el ojo del huracán. El jueves, jornada en que se reúne el consejo del Banco Central Europeo para decidir la política monetaria se presenta como un día decisivo.

La capacidad de los bancos centrales para reforzar el crecimiento, asegurar nivel de inflación adecuado y proyectar las economías hacia el futuro está en entredicho, aun cuando los últimos días hayan sido tranquilos para los mercados. La volatilidad, la inseguridad financiera, es un fantasma que asusta a casi todos.

Como dice Michael Heise, economista jefe de la poderosa aseguradora Allianz , "los bancos centrales deberían repensar su estrategia". "Su poder es limitado. Hemos confiado demasiado en ellos para arreglar los problemas, pero no están bajo su control".

Alemania, el Bundesbank y el resto de países ortodoxos del Norte critican la política expansiva del BCE porque no ha impedido que las tasas de crecimiento se alejen sustancialmente de su potencial, lo que hace que el paro se mantenga elevado, mientras el objetivo de la estabilidad de los precios esté en zona desconocida.

En sus intervenciones, es habitual que Mario Draghi haga referencia a la necesidad de que los gobiernos europeos apliquen reformas para lograr que una política monetaria expansiva alcance un más extenso radio de  acción y una mayor profundidad. Pero, en opinión de Jens Weidmann, presidente del Bundesbank, tal cosa es incompatible porque la facilidad monetaria inhibe otras políticas que pueden resultar a corto plazo impopulares, pero que son necesarias para lograr que el mercado actúe con mayor vigor.

El punto de distancia entre unos y otros quizá encuentre una ilustración suficiente en la propuesta de Otmar Issing, que fue primero economista jefe del Bundesbank y después del BCE, según el cual no pasaría nada por aceptar transitoriamente tasas de inflación negativas, como ocurrió con los salarios en Alemania, que se moderaron cuando había paro y crecieron cuando se llegó al pleno empleo. 

En esta tesitura, la posición de los bancos es fundamental, porque actúa como sistema circulatorio de la economía europea. Los bancos europeos han dicho que los tipos de interés negativos les perjudica porque presionan su margen financiero limitando la capacidad de ofrecer créditos, al tiempo que resulta contraproducente para el ahorro financiero.

El miembro del consejo del BCE Benoit Coure ha respondido diciendo que los bancos de la zona euro se han sobrepuesto a tipos de interés bajos y obtenido ganancias. En las últimas jornadas las cotizaciones de los bancos han mejorado, tras los sustos deparados por la banca italiana y el Deutsche Bank, entre otros.

Ante la polémica que se ha levantado, hemos hablado con un banquero español para aclarar sobre el terreno la situación. Y nos ha dicho: "es verdad que los tipos ultrabajos nos perjudican. Estamos mal. Pero podríamos estar peor. Porque si el BCE dejara de utilizar la manguera de dinero barato, las primas de riesgo de los países del Sur se pondrían por las nubes. Esto es, si los tipos bajos afectan negativamente a nuestro negocio, al rebajar los ingresos, el fin de una política expansiva elevaría de tal manera nuestros costes de financiación en los mercados de capitales que rezaríamos porque el BCE siga con su régimen de más madera".

En esas estamos. No son buenos tiempos ni para la lírica, ni para el cumplimiento de sanos principios económicos, ni para el lucimiento de los bancos centrales. Veremos como torea el morlaco Draghi el jueves.