Primera:

Se ha desplegado ya una verdadera campaña, a cargo del poder mediático y del mundo del dinero, para impulsar la formación de un gobierno de izquierdas, es decir, de un gobierno presidido por Pere Aragonès pero con el apoyo del PSC. Tiene ecos de aquella conocida máxima que dice que vale más "roja que rota". Salvador Illa, que ha empatado en escaños y ganado en votos, le ha reprochado a ERC que está enrocada. "Yo estoy por el camino del diálogo, del reencuentro, del que quepamos todos, de hacer políticas reales..." ¿Hay que recordar que desde el primer momento Illa juró y perjuró que él nunca gobernaría con nadie que fuera independentista? Oriol Junqueras ha sido claro, incluso un tanto exagerado: un gobierno con el PSC es "imposible" porque "somos los partidos políticos más antagónicos de Catalunya".

Segunda:

Menos improbable que un tripartito resulta, aparentemente, montar un gobierno de ERC y En Comú Podem con el apoyo, desde fuera, del PSC. Resultaría, sin duda, un provechoso negocio para Pedro Sánchez y para los comunes, pero no para el PSC, el cual pondría en riesgo lo que ahora ha avanzado. Y resultaría, clarísimamente, un negocio ruinoso para ERC, ya que regalaría unas alas gigantes a JxCat para poder cogerle un buen pellizco de su espacio.

Tercera:

La Fiscalía reclamó, ayer lunes, acabar con el tercer grado de los presos independentistas. Si lo hacía durante la campaña, interfería en contra del PSC y a favor del independentismo. ¿Solución? ¿Actuar con neutralidad e independencia? No: guardar el recurso en el cajón, esperar a que se cerraran las urnas y, sin dejar pasar ni un día, entonces presentarlo. (Como saben, la fecha de las elecciones la impuso el Tribunal Superior de Justícia de Catalunya, que rechazó hacerlas más adelante. Curiosamente, el PSC era el único que deseaba no aplazarlas).

A pesar de las amenazas, a pesar de los contrarios a la independencia que no fueron a votar y a pesar de los porrazos, la participación del 1-O fue del 43%. La del 14-F, poco más de un diez por ciento por encima

Cuarta:

Ciudadanos ha perdido cerca de un millón de votos. Nadie antes había conseguido una gesta así. Mientras tanto, Vox ha irrumpido en el Parlament con once diputados. Estos once diputados de ultraderecha son hijastros de Ciudadanos, un partido que nació inspirado por el resentimiento y con unas maneras de hacer, un estilo, que son los que ahora utiliza Vox. El hijo devora al padre. Eso en Catalunya. En Madrid, sencillamente Ciudadanos no fue útil a los poderes que lo habían musculado a base de esteroides. No hizo, en definitiva, lo que tenía que hacer: evitar un gobierno, como dicen en Madrid, "socialcomunista". Pablo Iglesias es vicepresidente gracias, en gran medida, a la ineptitud de Albert Rivera.

Quinta:

Laura Borràs, acusa al PDeCAT de haberles hecho perder la carrera infinita con ERC. Los votos de Àngels Chacón, calcula Borràs, la habrían situado por delante de Pere Aragonès. Olvida Borràs, intencionadamente, que fue Carles Puigdemont quien rechazó una coalición con el PDeCAT. Un monumental error estratégico. Olvida también Borràs la presión y el acoso a los cuales el puigdemontismo sometió al PDeCAT, llegando a arrancarle, de forma poco limpia (como mínimo), incluso el nombre.

Sexta:

Hablando del PDeCAT: resulta una verdadera lástima que no haya entrado al Parlament. El primer fruto habría sido inmediato: un futuro gobierno independentista no habría tenido que soportar el yugo de la CUP. Con tres diputados habría sido suficiente. La cúpula del PDeCAT esperó demasiado, hasta el último momento, para romper con Puigdemont. Creía que era posible un acuerdo que finalmente no llegó. Después, le faltó tiempo para poder convencer a más votantes y se ha quedado a las puertas de obtener representación.

Séptima:

Sin duda, Alejandro Fernández se merecía más. Hizo una buena campaña pese a unas circunstancias políticas y personales muy adversas. Hay que esperar que esta vez a Pablo Casado no le tiemblen las piernas y decida dar un golpe de timón rumbo al vidalquadrismo o al cayetanismo...

Octava:

Para acabar, les dejo un par de datos para reflexionar (quien quiera). A pesar de las amenazas, a pesar de los contrarios a la independencia que no fueron a votar y a pesar de los porrazos, la participación del 1-O fue del 43%. La del 14-F, poco más de un diez por ciento por encima.