La reordenación del llamado espacio postconvergente se materializará a hachazos. Carles Puigdemont está aplicando el "conmigo o contra mí". No es la primera vez. Se ha vuelto imposible la convivencia entre dos maneras de ver las cosas. Después de presionar por tierra, mar y aire, decapitó a Marta Pascal y a otros dirigentes por haber echado a Mariano Rajoy de la Moncloa dando apoyo a la moción de censura. Puigdemont —por razones que cuesta de entender— prefería que el PP siguiera gobernando. Una muestra del estilo que tienen algunos puigdemontistas, y me sabe mal decirlo, es el tuit con que el president Torra dio la bienvenida al PNC, atacando a Marta Pascal utilizando una frase manipulada.

Ahora, ante la resistencia de la dirección del PDeCAT a doblegarse a los deseos de Waterloo y, entre otras cosas, disolverse, Puigdemont impulsa una revuelta interna que sólo puede acabar con la ruptura del PDeCAT o su desmembramiento. Veremos hasta qué extremo el PDeCAT puede oponer resistencia a la ofensiva desplegada, que cuenta con el apoyo de los presos Rull, Turull y Forn.

El último ataque es un manifiesto de gente del entorno de Puigdemont con el fin de dar miedo y socavar la dirección de Bonvehí. Muchos se han apuntado o se apuntan ahora a las directrices de Puigdemont simplemente porque piensan que es el caballo ganador, o por miedo de que si no lo hacen, serán castigados. O porque viven al día políticamente hablando. Si pensaran a medio plazo se darían cuenta de que el realismo se acabará imponiendo sí o sí.

Mientras Puigdemont y su guardia de corps alimentan la confrontación con el Estado sin cuartel ni respiro (ni plan conocido), los que lideran el PNC y el PDeCAT se han situado en el realismo

La incapacidad del president Puigdemont y sus partidarios para llegar a compromisos y resolver las cosas a través del pacto no deja de ser preocupante. Como también resulta desconcertante la alergia de Artur Mas a mojarse, mientras apoya por pasiva a Puigdemont, a quien un día de enero de hace cuatro años y en pocas horas encaramó a la presidencia de la Generalitat.

Aparte de todo eso, y de los personalismos, ambiciones, mezquindades y resentimientos, que naturalmente juegan un papel destacado, el problema es que existe un abismo estratégico e ideológico entre Puigdemont —antiguo alcalde convergente de Girona— y tanto el PNC como gran parte del PDeCAT. Y eso es muy difícil de superar o de arreglar, mucho.

Estratégicamente, mientras Puigdemont y su guardia de corps alimentan la confrontación con el Estado sin cuartel ni respiro (ni plan conocido), los que lideran el PNC y el PDeCAT se han situado en el realismo y saben que es necesario un independentismo mucho más fuerte para obligar al Estado a hablar seriamente de un referéndum.

Ideológicamente, Puigdemont y el heterogéneo conglomerado de su entorno se sitúa, tomado en conjunto, a la izquierda. De hecho, sus posiciones se encuentran más allá del PSC. No es esta la sensibilidad ni de los de David Bonvehí ni de los de Marta Pascal, que buscan una centralidad amplia, del centroizquierda al centroderecha, y donde son notorios los acentos liberales combinados con la defensa de políticas sociales.

Desconozco, claro, lo dañado que quedará exactamente el PDeCAT después de los hachazos de Puigdemont. En el caso de los de Pascal, tienen claro que se presentarán a las próximas elecciones al Parlament. Su objetivo no puede ser otro que conseguir grupo parlamentario, aunque sea modesto, y trabajar desde la oposición para consolidarse como una opción confiable. No resultaría absurdo un acuerdo con lo que quede del PDeCAT. Al fin y al cabo, no hay mucha diferencia entre unos y otros, muchos de ellos compañeros de filas hasta hace muy poco.