Tal día como hoy del año 1700, hace 321 años, la Generalitat consignaba la recepción de una misiva oficial firmada por la reina Mariana (viuda de Carlos II, el último Habsburgo), informando de que se haría efectivo el testamento del fallecido, que legaba la corona hispánica a Felipe de Borbón, futuro Felipe V de las Españas. Aquella misiva estaba visada por el cardenal Portocarrero (arzobispo de Toledo y ministro plenipotenciario de la monarquía hispánica), que la historiografía contemporánea señala como el principal inductor de la falsificación de aquel testamento a favor del Borbón. Y fue entregada a la Generalitat por Jordi de Hessen-Darmstadt, en aquel momento virrey hispánico en Catalunya y, posteriormente (1705), la cabeza visible de la revolución austriacista en Catalunya.

En aquella misiva, la reina-viuda pedía a los representantes políticos catalanes que pusieran todos sus medios y recursos para hacer efectiva la transferencia de poder a favor del nuevo rey Borbón. No obstante, cuatro años y pico más tarde, cuando los catalanes se rebelaron contra el régimen borbónico (1705), la reina-viuda Mariana se puso al frente de un pequeño grupo de la corte de Madrid que se declaró partidario del retorno de la casa de Austria al trono hispánico. Después de la recuperación borbónica de Madrid (1708), Mariana fue expulsada de la corte y confinada en Bayona (País Vasco francés) bajo la estrecha vigilancia de la guardia del rey francés Luis XIV, abuelo y valedor de Felipe V de las Españas.

Felipe de Borbón llegó a Catalunya el 12 de octubre de 1701 (casi un año después de su coronación), con el objetivo de negociar y jurar las Cortes catalanas. Felipe y su flamante esposa Gabriela habrían previsto cumplir este trámite en pocas semanas, pero el Dietario de la Generalitat revela que aquellas cortes se alargaron durante meses a causa de unas fiebres que atacaban al rey de forma intermitente. Según el Dietario de la Generalitat, los médicos catalanes que lo atendieron no fueron capaces de diagnosticar aquella enfermedad. Mientras que algunos apuntaron a que el rey era víctima de unas fiebres tercianas, otros insinuaron que sufría algún tipo de enfermedad mental. El transcurso de los años siguientes confirmaría las sospechas de los segundos.