Tal día como hoy del año 1640, hace 379 años, en Ceret (Vallespir-Catalunya Norte), Francesc de Vilaplana -en nombre de las instituciones de gobierno de Catalunya- y Armand du Plessis-Besançon -en nombre de la monarquía francesa- firmaban el Tratado de Ceret, que separaba Catalunya del edificio político hispánico y la incorporaba en la órbita política de la monarquía francesa. Aquel tratado sería, también, denominado coloquialmente "el pacto de los sobrinos": Francesc de Vilaplana era sobrino de Pau Claris -presidente de la Generalitat- y Armand du Plessis-Besançon era sobrino del cardenal Richelieu -ministro plenipotenciario de Luis XIII de Francia-.

Aquel tratado era la culminación de una crisis que enfrentaba Catalunya y la monarquía hispánica desde 1635. El conde-duque de Olivares (ministro plenipotenciario del rey hispánico Felipe IV) había fracasado en su proyecto de imponer la Unión de Armas (1626), que pretendía la unificación de todos los recursos militares del edificio político hispánico. El proyecto Olivares chocó con las Constituciones de Catalunya -juradas por todos los monarcas hispánicos desde Fernando el Católico (1495)-, que garantizaban que la aportación militar del país sería, siempre, negociada entre la Generalitat y la corona, y garantizaban que los catalanes no podían ser reclutados para combatir fuera del territorio catalán.

Olivares había pagado el fracaso de su proyecto concentrando toda la actividad bélica de la guerra que, desde 1618, mantenían las monarquías hispánicas y francesas; en el frente de guerra de la frontera catalano-occitana. El resultado había sido el traslado de 40.000 Tercios de Castilla en territorio catalán, que entre 1635 y 1640 habían actuado como si estuvieran emplazados en territorio enemigo: robos, incendios, saqueos, violaciones, amputaciones y asesinatos; que la justicia hispánica no quiso nunca castigar, y que la corte hispánica no quiso nunca parar. Aquella crisis había culminado con la revuelta del Corpus de Sangre (7 de junio de 1640) que había marcado el inicio de la Revolución de los Segadores (1640-1652).

La negociación del Tratado se aceleró a partir del momento en que Felipe IV declaró la guerra a Catalunya. El 1 de septiembre de 1640 Felipe IV proclamaba:  “Las cargas que magestat haze al principado de Cathalunya”; y que relataba: “1. Haver invadido las reales banderas de su magestat. 2. Haver sacado al deputado y demás presos de las cárceles. 3. Haver quemado a Montredón sin confessión. 4. Haver muerto el doctor Berart. 5. Haver muerto el virrey. 6. Haver perseguido todos los ministros reales y no haver hombre que por parte del rey ose mostrar la cara. 7. Tener impedida la justicia, que no se puede hazer nada. 8. Fortificarse sin licencia ni saber contra quien sino que sea contra su rey".