La Marató dedicada a la salud sexual y reproductiva recaudó 5.705.395 €, que son 2,3 millones menos que el año pasado. Es una cifra histórica, sí: históricamente baja. Año tras año, la costumbre del país dictaba que a La Marató la acompañara una discusión sobre la moralidad o no de la caridad. O de cómo TV3 la convocaba justo antes de Navidad para recaudar desde la lágrima aquello que la clase política podía obtener con decisiones políticas. Este año, sin embargo, a raíz del tema tratado, el debate ha sido si había más ideología que salud.

Antes de tocar el corazón de la discusión, hay que tener en cuenta tres cosas. La primera: si la línea de TV3 y la innovación del 3cat no es útil, no lo será ningún día del año. Si escoges el día que La Marató va sobre salud sexual y reproductiva para señalarlo, quizás lo que te molesta es que La Marató vaya sobre salud sexual y reproductiva. La tevetrès tiene un problema de parrilla evidente —de hecho, no tiene parrilla: todo el rato hacen el mismo programa— y si solo escuchas qué dice Xesco Reverter, no entenderás por qué Javier Milei ha ganado las presidenciales en Argentina. El momento televisivo no es el mejor. De aquí nace una desconfianza peligrosa: la televisión pública cada vez disimula peor de qué pie calza. Cierto que, desde la desconfianza y la distancia ideológica, para algunos siempre calzará mal, incluso cuando el desajuste sea una tenuidad. Pero la sensación general es que el periodismo que se ofrece no tiene toda la calidad que tocaría.

Aunque los temas tratados en La Marató vienen todos del mismo lugar, quizás tratarlos dentro de la misma jornada no hizo ningún favor a la coherencia global del programa

La segunda: hay ideología en esta Marató, igual que hay ideología en hacer una Marató. La pregunta es si hay tanta ideología como para hacerle una enmienda a la totalidad o si entre todos sabemos separar el grano de la paja. Si estar en desacuerdo con el hecho de que hay hombres que tienen útero basta para hacer una enmienda a la totalidad de la jornada recaudatoria y enmendar, también, que se nos receten píldoras anticonceptivas a lo bruto sin tener en cuenta los efectos secundarios, o que la media de diagnosis de la endometriosis sea de ocho años. Y aquí llega la tercera previa a tener en cuenta: aunque los temas tratados en La Marató —enfermedades de transmisión sexual, preeclampsia, endometriosis, menstruación, menopausia, prematuridad, esterilidad, infertilidad, cáncer de mama y de próstata, entre otros— vienen todos del mismo lugar, quizás tratarlos dentro de la misma jornada no hizo ningún favor a la coherencia global del programa. Me explico: tener a José Corbacho proclamando que no se le levanta y al president Aragonès explicando que su mujer ha sufrido tres abortos naturales, como si todo se pudiera tratar de la misma manera, no hace ningún favor a ninguna de las dos causas. Es una frivolización por contraste. Es hacer jijí-jajá hablando de vulvas como quien dice una palabrota en una plataforma en la que media hora antes se ha emitido un vídeo de una madre que parió gemelos y uno estaba muerto. Es poner una canción verde de la Trinca en un entierro. Por la forma y por el contenido, chirría.

Si crees que en esta Marató hay más ideología que salud, tienes que comprobar que la ideología que encuentras no sea la tuya

Ante los malos resultados de la recaudación, sin embargo, un sector político ha tenido claro qué ha fallado: ha sido una Marató pintada de credo feminista. Uno de los argumentos que más se ha utilizado en las redes —perdonad que las utilice como fuente, pero es donde todavía hay reyerta— es que en los testimonios expuestos se ha utilizado reiteradamente el concepto "violencia obstétrica". Es curioso que los que hablan de "generación de cristal" se queden pegados de esta manera a dos palabras, pero, según mi opinión, es cierto que una parte de la izquierda banaliza insistentemente el significado de la violencia. Ahora pongamos que no decimos violencia y decimos mala praxis, dado que en este caso el nombre no hace la cosa porque la cosa es la que es y su fondo es el mismo: por desconocimiento, sobre todo, en el ámbito de los embarazos, los partos y las cesáreas, se han llevado a cabo durante años prácticas cuestionables con respecto al bienestar de la madre e incluso del niño. Es cierto que no todo maltrato es una mala praxis y que el mal humor de un médico no es comparable a una cesárea por eficiencia, por ejemplo. Pero quien esté interesado en analizar esto puede hacer el ejercicio de separar el grano de la paja: si crees que en esta Marató hay más ideología que salud, tienes que comprobar que la ideología que encuentras no sea la tuya.

Con respecto al feminismo, la madre del cordero de la guerra cultural, una de las críticas históricas que hace a los conservadores es que solo otorgan valor social a la mujer desde la maternidad

La derecha tradicional catalana, sobre todo en términos de ideología cultural, está desgastada. Esta afirmación, que aquí parece una seta de otro artículo, es el corazón de la radicalización que algunos blanden en según qué temas. Que el tradicional segmento conservador de la población se suba sin escrúpulos al carro de los argumentos reaccionarios importados de los EE.UU., es sinónimo de polarización y de pérdida de identidad. Con respecto a feminismo, que es la madre del cordero de la guerra cultural, una de las críticas históricas que hace a los conservadores es que solo otorgan valor social a la mujer desde la maternidad. Que un conservador solo es capaz de ponerse en la boca asuntos considerados femeninos cuando el resultado de hacerlo son más hijos para la sociedad. No creo que la crítica sea exactamente fiel al hecho, pero, en cualquier caso, la salud sexual y reproductiva es un ámbito en que los conservadores han tenido voz.

Tratar de woke a cualquiera que se atreva a llevar la contraria no es conservador, es reaccionario. Pero la moral del conservadurismo catalán está tan descompuesta, que sus adeptos ya no saben hacer la diferencia

En Catalunya, la media de hijos por mujer es tan baja que estamos lejos de asegurar el recambio generacional. Esta deficiencia arraiga en muchas otras carencias, también de estado de ánimo social, de facilidades materiales y de carácter generacional. En cualquier caso, alguien interesado en las condiciones en que las catalanas viven el embarazo y paren, por ejemplo, tendría que estar dispuesto a tratar con delicadeza y escrúpulos —y sobre todo, respeto— un tema como el que este año trataba La Marató. Disparar a lo bruto, estigmatizar al por mayor y tratar de woke cualquiera que se atreva a llevar a la contraria no es conservador, es reaccionario. Pero la moral del conservadurismo catalán está tan descompuesta, que sus adeptos ya no saben hacer la diferencia. No la saben hacer con respecto a la forma que le ha dado el 3cat y la importancia del tema de fondo, ni la saben hacer por el carácter que le ha dado el canal y la trascendencia que tiene la cuestión en sí. Todo es woke. Incluso si las que tenemos la ilusión, hoy un poco impopular, de ser madres de familia —numerosa, si puede ser— nos preocupamos del sesgo de género que hay en la investigación médica. ¿Te inquieta que las píldoras anticonceptivas que te recetaron a los diecisiete años para la regulación hormonal tengan efectos sobre la fertilidad? ¿Te asusta que te practiquen una cesárea contra tu voluntad? ¿Crees que tienes endometriosis? ¿Vaginismo? ¿La regla te produce un dolor invalidante? Pues estás de suerte, porque en eso que te pasa hay mucha ideología y muy poca salud.