A comienzos de semana, el millonario Elon Musk, CEO de Tesla y Space X, después de comprar buena parte de las acciones de Twitter, daba un mensaje a España: “España debería construir una red solar masiva. Podría dar energía a toda Europa”.
El tuit en cuestión fue compartido más de 10.300 veces (mucho, para entendernos) y contó con comentarios y respuestas de, nada más y nada menos, el ministro de Ciencia e Innovación del Gobierno de España, Pedro Duque, que dijo al multimillonario: “Las inversiones en España son bienvenidas para impulsar nuestra ya gran producción de energías renovables. Todo nuestro marco legal está preparado para ello. ¿Conoce algún inversor?”
No fue el único miembro del Gobierno que se pronunció: el propio presidente, Pedro Sánchez, vino a decir algo similar a Pedro Duque: “Ya estamos implementando el plan más ambicioso hacia un sistema energético eficiente y sostenible. Todos los sectores a bordo. Maximizando las oportunidades, la digitalización y la cadena de valor para un éxito duradero. El tiempo es ahora. Hagámoslo bien. Venga y véalo. Los inversores son bienvenidos en España”.
El director general de la Unión Española Fotovoltaica, José Donoso, considera que la idea de Musk “es una fantasía”. Aunque hay un punto intermedio a considerar.
España es, actualmente, uno de los mejores recursos solares de Europa: es uno de los países con mayor riqueza natural del mundo. Tenemos una media de 300 días al año de sol y unas 2.500 horas aprovechables. La energía fotovoltaica es la cuarta renovable más utilizada ahora mismo en España. Siempre y cuando no tengamos tormentas de arena como las que acabamos de vivir: sirva como anécdota que el pasado día 15 de marzo, según los datos de la demanda peninsular que ofrece Red Eléctrica, la termosolar no produjo ni un MWh durante todo el día. La solar fotovoltaica cayó dos tercios. La razón es que la cantidad de partículas en el aire no dejó pasar la radiación, lo que eliminó la creación de energía termosolar y disminuyó mucho la fotovoltaica.
Los datos evidencian que a pesar de tener esta cantidad de horas de sol, por el momento, hay quien saca más beneficio a pesar de tener menos: En Alemania, con 1.738 horas por año, produjeron en 2019 cinco veces más energía solar que en España. ¿Dónde está la diferencia? Fundamentalmente en las dificultades administrativas y en los costes. En España todavía hoy se dedica demasiado tiempo a obtener licencias, y los costes, aunque se van reduciendo, siguen siendo elevados.
¿Estaríamos preparados para ser la generadora de energía a Europa? Dicen los expertos que de momento no, puesto que la capacidad de interconexión de España es por el momento limitada, porque solamente podemos conectarnos con Francia y todas las conexiones deberían pasar por nuestro vecino. Lo de suministrar a Europa, por el momento, según los expertos, no sería una realidad sencilla. Otra cosa, sin embargo, es que nosotros nos podamos abastecer de nuestra propia energía y pudiéramos aliviar nuestras facturas. El autoconsumo debería ser una realidad que, de hecho, está poco a poco produciéndose ya.
La manzana de la discordia que lanzaba Musk pone de manifiesto que en algunas mentes brillantes está utilizar nuestro territorio para convertirlo en un mar de cristal, pasando por encima de la agricultura, de la ganadería y de la vida rural. Dinero que irá a parar a los terratenientes y que pondrá todavía más en riesgo la producción agropecuaria, una de las bases del desarrollo español
El autoconsumo despega en vertical en 2021
El mercado de la energía en España presenció el pasado 2021 un hecho sin precedentes: el uso de paneles solares se duplicó respecto al año anterior. Según la Asociación de Empresas de Energías Renovables (Appa), se instalaron en el mercado hispano alrededor de 1.400 MW de capacidad eléctrica asignada a placas solares, más del doble de los 623 MW del año anterior.
No cabe duda de que la eliminación en 2018 del llamado “impuesto al sol” que impuso el Partido Popular ha abierto la puerta a poner en marcha el autoconsumo, pero desde luego hacen falta muchas más facilidades para que cada vez sean más las personas que opten por aprovechar la luz del sol para obtener energía en sus domicilios. Por el momento ni las subvenciones ni las condiciones que se proponen para el usuario son tan interesantes. Las trabas administrativas son uno de los obstáculos que quitan las ganas a quienes se aproximan a interesarse sobre el autoconsumo.
La Comisión Europea ha propuesto que el IVA para las instalaciones de uso doméstico se fije en un 5%, una idea que desde luego no es despreciable. Pero no sería lo único necesario, puesto que para una familia de clase media, plantearse la inversión puede no ser factible.
Las grandes empresas ya se han movilizado y Repsol y Telefónica, por ejemplo, acaban de aliarse para ofrecer “prestaciones innovadoras a clientes particulares, comunidades de vecinos y empresas” en ámbito de autoconsumo. El Corte Inglés ha unido fuerzas con la portuguesa EDP y marcas como MediaMarkt, Leroy Merlin o Fnac están estudiando crear alianzas en este sector. Ikea ha recogido la propuesta de Elon Musk y ha anunciado una inversión de más de 100 millones de euros en energía solar en España esta misma semana. A través del grupo Ignka comprarán cinco proyectos de energía solar que estarán operativos el próximo año. Es fruto de una alianza con Enerparc, que también invertirá en Alemania para comprar cuatro parques solares más.
Los cinco grandes proyectos se establecerán en la Comunidad Valenciana, Andalucía y Castilla La Mancha. La producción de estos parques solares equivaldrá al consumo de electricidad de 65.000 hogares españoles, según han explicado en la presentación del proyecto. Para 2030 quieren conseguir que todo su negocio utilice energías renovables: y es que, lo que se producirá en estos parques solares cubrirá la energía que las tiendas de Ikea necesitan.
Hablamos de generar la energía que necesitamos. De autoabastecernos y, sobre todo, de hacerlo utilizando nuestro propio espacio, es decir: los tejados de nuestras viviendas, por ejemplo. En España existen 25 millones de inmuebles (unifamiliares y edificios) que podrían albergar paneles solares en el 80% de los casos. Porque ahora es donde hay que plantear la otra cara de la moneda: ¿qué ocurre cuando se quiere ocupar el campo con placas solares?
El campo en guerra contra las placas solares
Prácticamente todo lo que nos dicen sobre las placas solares es estupendo. Sobre todo porque nos lo “venden” como la manera de generar nuestra propia energía y, supuestamente, pagar menos en la factura de la luz. Hasta ahí, más o menos comprensible. Aunque luego la realidad es algo distinta, porque no es sencillo, no es tan barato, y en realidad, necesitas hacer una inversión importante que tampoco está tan claro que vayas a amortizar en el tiempo que te dicen, teniendo en cuenta la situación actual y los precios que sufrimos.
Pero hay algo más que no nos cuentan: y es que se está queriendo convencer a la opinión pública de que ocupar parcelas de campo para instalar placas es una manera de obtener dinero para el dueño de las tierras “que de otra manera no obtendría”. Según los datos publicados hasta ahora, haría falta instalar cada año en España unas 6.000 hectáreas de placas solares en campos de cultivo. En diez años, según la previsión del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima, para cumplir con la reducción de emisiones contaminantes en 2030, se tendrían que generar en España unos 29.500 megavatios de solar fotovoltaica, lo que supone sustituir en este periodo de tiempo unas 60.000 hectáreas de cultivos, normalmente de secano y bajo rendimiento en grandes extensiones llenas de placas solares.
A continuación la estimación de la necesidad de terreno por comunidad autónoma y ocupación máxima de fotovoltaica si se estableciera únicamente en terrenos de cultivos, realizada por la UNEF.

Las organizaciones profesionales agrarias (Asaja, Coag, UPA) así como las cooperativas de agricultores están en pie de guerra por el impacto que implementar estas placas solares en los cultivos supondría. Se pretende promover alegando que los propietarios de las tierras, al alquilar su superficie para instalar estas placas, obtendrán mayores beneficios de los que obtienen con los cultivos. Pero este no es el único factor que se debería tener en cuenta.
Poniéndose la venda antes que la herida, las asociaciones agrarias apuntan a que esto solamente se debería plantear en aquellas tierras menos productivas, con un cuidado especial al impacto en el medio ambiente y con un cuidado máximo en aquellos terrenos que sean alquilados para ser trabajados por terceros que dependen de ello.
No se trata de ir contra las energías renovables. Se trata de hacerlo de manera sostenible y, sobre todo y por encima de todo, cuidar de nuestros campos, de sus gentes y de la agricultura y ganadería que nos da de comer a todos
La premiada película Alcarràs pone en evidencia este gran problema
La película catalana Alcarràs ha puesto precisamente el foco en un asunto incómodo que casi nadie comenta: la ocupación de tierras agrícolas para instalar placas solares en ellas. Carla Simón ha hecho historia con esta obra, y por ello ha recibido el Oso de Oro a la mejor película en el Festival de Berlín. Aún no hemos podido verla en los cines, pero ya sabemos un poquito que lo que precisamente Alcarràs denuncia es esto de lo que casi nadie habla: el destrozo que supondrá la instalación de estas placas en terrenos de cultivo. La película cuenta precisamente la historia de una familia que trabaja la tierra de un tercero que ha decidido, precisamente, alquilar el espacio para instalar placas solares.
Alcarràs es la historia de la ruptura de un acuerdo que se ha mantenido generación tras generación entre los dueños de un terreno y los trabajadores que en él cultivan melocotones. El heredero de la tierra ha decidido instalar placas solares y ahora propone a los agricultores que cuiden de las placas en lugar de cuidar de los melocotoneros. Evidentemente, la mano de obra para cuidar de las placas es mucho menor que la necesaria para trabajar el campo. Y no solamente va de dinero sino del destrozo que esto supone para el desarrollo rural. La historia que cuenta Alcarràs es un hecho. Y fuentes consultadas confirman que desde la alcaldía se estan promoviendo este tipo de inversiones. No ocurre solamente con las placas: los molinos de viento también están generando rechazo.
La política del pelotazo, por la cual se permite el uso de estos terrenos para generar energía que será vendida a grandes empresas, es una tentación para no pocos alcaldes que están sacando a los agricultores y ganaderos de ellos, pensando en la máxima rentabilidad del terreno sin darse cuenta de que están destrozando los campos, la ganadería y una forma de vida de miles de familias.
En Navas del Marqués (Ávila) la batalla de los ganaderos ha dado frutos, y nunca mejor dicho, pues han conseguido paralizar el proyecto de construcción de un parque solar equivalente a una extensión de 700 campos de fútbol. O los agricultores de la Junta Agropecuaria Local de Paredes de Nava, en Palencia, que ya han acudido a la vía judicial para paralizar otro proyecto fotovoltaico de 500 hectáreas que amenaza con expulsar a 70 agricultores.
Problemas que se están dando en todos los territorios, donde se denuncia que no hay ninguna contraprestación para el territorio. Los agricultores y ganaderos dejan claro que no tienen nada en contra de las renovables, pero que la batalla es por preservar sus puestos de trabajo, las tierras, el entorno rural tal y como ha sido hasta ahora. Por mantener la vida en los pueblos, ya que estos proyectos invierten dinero en un bolsillo pero no generan empleo.
En La Rioja están en guerra por los megaparques fotovoltaicos: los bodegueros han creado la Asociación de Paisajes y Viñedos de la Rioja Oriental para intentar detener la expansión descontrolada de los parques eólicos y los huertos solares que están acabando con sus terrenos.
La manzana de la discordia que lanzaba Musk pone de manifiesto que algunas mentes brillantes quieren utilizar nuestro territorio para convertirlo en un mar de cristal, pasando por encima de la agricultura, de la ganadería y de la vida rural. Dinero que irá a parar a los terratenientes y que pondrá todavía más en riesgo la producción agropecuaria, una de las bases del desarrollo español.
No se trata de ir contra las energías renovables. Se trata de hacerlo de manera sostenible y sobre todo, y por encima de todo, cuidar de nuestros campos, de sus gentes y de la agricultura y ganadería que nos da de comer a todos. Porque todavía no comemos luz.