Pedro Sánchez no quería la ley de amnistía. El president Illa no quería amnistía “ni nada de eso”. Junts no quería investir al PSOE. Y unos tuvieron investidura y los otros, ley de amnistía. Es lo que ocurre cuando se hace política y los votos cuentan. Se cumplieron los compromisos principales, pero el president Puigdemont no tiene claro que pueda volver del exilio y Pedro Sánchez no tiene claro que pueda aprobar ninguna iniciativa parlamentaria ni mucho menos unos presupuestos generales del Estado. La sentencia de ayer del Tribunal Constitucional, que declara que la ley de amnistía es constitucional, ha sido celebrada en Catalunya —sobre todo por Junts y ERC— y, en buena parte, en el PSOE —especialmente por Illa y Sánchez. Y todos ellos han pedido su aplicación inmediata. El independentismo lo ha valorado como “una conquista del independentismo”, y Junts y Esquerra han coincidido en decir que la sentencia del TC es “una enmienda a la totalidad a la represión española” y que “no resuelve el problema político”.

Debemos tener en cuenta algunas cosas, empezando por el resultado de la votación dentro del Tribunal, con 4 votos particulares en contra; la reacción política de los representantes de la España sociológicamente más franquista, como Felipe González o el Partido Popular; que la sentencia no hace referencia a las acusaciones de malversación, y también esa actitud tan catalana de quedar tan satisfechos por haber marcado un gol que somos incapaces de evitar que nos remonten, ya sea en el descuento, por el árbitro o por ambas cosas. Que el órgano que en 2010 dictó la sentencia contra el Estatut, quince años después, sea quien emite el veredicto que dice que la ley de amnistía es constitucional y respeta la separación de poderes, es claramente una conquista del independentismo. Pero, como se ha dicho, no resuelve el problema político. Y, de hecho, no es ninguna garantía de que resuelva el problema jurídico, ya que hay jueces que han decidido no aplicar esta ley o buscar excusas que van en contra de la voluntad del legislador para no hacerlo.

Volviendo a la dependencia de los votos del independentismo por parte de Sánchez, hay que subrayar que el argumento de que no se puede hacer nada contra los jueces que no quieren aplicar la ley, no es aceptable. Hay que exigir su cumplimiento inmediato con hechos. A cambio de la investidura se aprobó la ley de amnistía, se ha logrado una mayoría progresista en el Tribunal Constitucional, que son quienes han declarado constitucional la ley, pero el exilio catalán no lo tendrá nada fácil para volver a casa. El resto del balance también es insuficiente. Con un esquema similar, un ministro recorrió Europa para pedir la oficialidad del catalán, se consiguieron apoyos, se llevó al plenario, pero nuestra lengua no lo tendrá fácil para ser oficial.

Hecha la investidura y con las contrapartidas aprobadas a medias, en estos momentos quien más necesita es Pedro Sánchez

Hecha la investidura y con las contrapartidas aprobadas a medias, en estos momentos quien más necesita es Pedro Sánchez. Necesita, como sea, mantenerse al frente del Gobierno de España. Es su única vía. Y la está aprovechando. En una semana ha podido lucir un compromiso en la OTAN, donde no ha aceptado el 5% de presupuesto que exigían los Estados Unidos; un enfrentamiento con Donald Trump frente al seguidismo de los líderes europeos, y ha pedido sancionar a Israel en el Consejo Europeo. Una agenda que gusta a muchos votantes de izquierdas y que deja muy poco margen de maniobra a los partidos de izquierda que podrían hacerle sombra, pero que no le resuelve nada del problema político que reclaman los partidos catalanes que le dan estabilidad. Es el momento de ver cómo sigue el manual de resistencia catalana. La vida de Sánchez depende de los votos del independentismo. Hay que saber aprovecharlo con todo el pragmatismo del mundo: sentenciado el problema judicial, toca resolver el problema político.