El Tribunal Superior de Justicia de Catalunya, poca broma, ha sentenciado que masturbarse en el trabajo o ver vídeos porno desde el ordenador de la oficina no es motivo suficiente para despedir a nadie. Resulta que en mayo de 2020, una trabajadora informó a la dirección del comportamiento de un compañero, así que ni corta ni perezosa, la empresa revisó las imágenes de las cámaras de seguridad e incluso contrató a un perito que determinó que el trabajador se masturbaba mientras miraba porno en su puesto de trabajo, eso sí, en una zona aislada del resto de la plantilla. Menos mal. Sin embargo, la sentencia dice que durante el visionado de las imágenes en el juicio "no queda claro" que lo que se intuye sea "una masturbación".

Sea como sea, en la carta de despido, la empresa alegó una "transgresión de la buena fe contractual" y, atención, una reducción de la productividad del trabajador. Pero, amigas y amigos, la sentencia considera que, aunque masturbarse en el trabajo pueda suponer un incumplimiento de su "deber elemental de atender exclusivamente a la prestación de sus servicios durante la jornada de trabajo sin utilizar ese tiempo para hasta ajenos de sus obligaciones profesionales", no ha podido demostrarse que bajara su rendimiento. Y esa es la clave. Porque, claro, si el señor tenía ganas de masturbarse, podía haber elegido un lugar más discreto, ciertamente, por mucho que estuviera apartado del resto de compañeros, pero lo que no puede argumentarse es falta de productividad, señoras y señores. Al contrario.

No sé si saben que la empresa Lust Films decidió durante la pandemia que los trabajadores podían tener 30 minutos al día para masturbarse. ¿El argumento? Según Erika Lust, la jefa de la compañía —una productora de cine para adultos conocida por impulsar el porno feminista—, los empleados son, precisamente, más productivos y están menos estresados, si se masturban. Ignoro si la experiencia en Lust Films todavía dura o si la media horita masturbatoria es en una franja horaria concreta y todos a la vez, pero el caso es que la productora habilitó incluso un espacio especial para que los trabajadores se aliviaran durante la jornada laboral. La empresaria considera que es un permiso onanístico que todas las organizaciones deberían conceder a los trabajadores. Y, según el director erótico de la compañía, un descanso para manejar la manivela o el satisfyer conlleva posteriormente una mayor concentración por parte de los empleados, un mejor trabajo en equipo y una mayor productividad. También hay organizaciones que han creado zonas para dormir una siesta, algo que me parece muy bien, pero eso es otra historia, no contradictoria, por cierto.

Bien, el caso es que, según una encuesta, solo el 14% de los trabajadores se masturba en el trabajo. Más los hombres que las mujeres y cuanto más jóvenes más. Y se ve que Londres sería la capital de esa práctica. Pero, atención, los investigadores cruzaron esta variable con el rendimiento de los empleados y, sí, llegaron a la conclusión, científica, por tanto, que masturbarse en el trabajo aumenta la productividad. Hasta el punto que el psicólogo Cliff Arnall defiende implementar una "política de masturbación" para levantar la moral de la tropa. Habría "más concentración, menos agresividad, más productividad y más sonrisas". Ergo, esperamos una decisión en ese sentido de la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. Podría empezar implementándolo a sus compañeros de oficio. Políticos masturbándose por el bien público. Saldríamos todos ganando.