El pasado 1 de octubre, las imágenes de la Policía Nacional y de la Guardia Civil cargando violentamente contra las personas que querían votar de forma pacífica dieron la vuelta al mundo. En los últimos meses, el soberanismo ha seguido una estrategia de acumulación de fuerzas y de legitimación interna y externa que ha sido siempre reforzada por las desproporcionadas y excepcionales medidas tomadas por el gobierno del PP y por el conjunto de los aparatos del Estado.

Con la vista puesta en el mundo, la semana pasada el president Puigdemont insistió en el diálogo y en la reclamación de una mediación internacional para encontrar una salida acordada al conflicto democrático que tenemos encima de la mesa, y que, en todo caso, tiene que pasar necesariamente por el reconocimiento de Catalunya como sujeto político y por su derecho de autodeterminación.

Si el diálogo sigue siendo imposible, la única salida que nos dejan es seguir dando pasos firmes hacia la República

En este marco de diálogo y de mediación, Catalunya ha recibido propuestas interesantes —como la de los Elders o la de Suiza—, y ha arrancado algunas declaraciones importantes como la del primer ministro belga. Las instituciones de la Unión Europea, sin embargo, han actuado de forma decepcionante y han vuelto a situar los intereses de las élites de los estados por encima de la voluntad democrática de la gente y de los pueblos. Confiamos aún en que Catalunya pueda ser la sacudida que Europa necesita con el fin de empoderar las regiones y la ciudadanía, enfrente de una arquitectura institucional que se ha demostrado inoperante en los últimos años.

El diálogo y la mediación, sin embargo, no pueden esperar para siempre. Todo el mundo ha visto cuál de las dos partes quiere hablar y cuál no. El Estado, en este sentido, no sólo no quiere hablar sino que ya ha amenazado con el uso del artículo 155 y con la intervención del Govern de la Generalitat, de los Mossos d'Esquadra o de nuestras escuelas. Cualquier reforma del Estado, hoy, sería trágicamente involutiva. En este contexto, si el diálogo sigue siendo imposible, la única salida que nos dejan es seguir dando pasos firmes hacia la República, desde la unidad del soberanismo que nos ha llevado hasta aquí y con plena confianza hacia el gobierno del país. Ahora, unidad y firmeza.

 

Magda Casamitjana es diputada y miembro de la dirección de MES