Una vez elegido presidente, Pedro Sánchez fue objeto de una sonora ovación de los diputados socialistas y de otros que no lo son y le habían dado apoyo, pero el ruido todavía fue mucho más elevado fuera, en la calle, de grupos ultras no muy numerosos pero muy enfurecidos. Las imágenes de las protestas de los últimos días en la capital han dado una impresión equivocada de un país, España, alzado contra su gobierno, pero si algo ha demostrado el debate de investidura es que Madrid no es España y que la gran cuestión de la legislatura es que las fuerzas de la periferia piden paso.

Felipe González dijo en una ocasión advirtiendo al Partido Popular que "España se podría gobernar sin Catalunya pero no contra Catalunya". En eso el tiempo le ha dado la razón. Ahora, la ecuación es la contraria. ¿Se puede gobernar España contra Madrid? El reto de Pedro Sánchez es gobernar no contra la ciudad capital, pero sí contra las élites que no están dispuestas a ceder ni una migaja de su poder y por eso se han apresurado a organizar su resistencia.

El gran desafío de Pedro Sánchez es que por primera vez la mayoría parlamentaria reclama al presidente cambios estructurales en un Estado que nunca se ha querido reformar

Las concentraciones del fin de semana, lideradas por el Partido Popular, sí han sido multitudinarias, pero como de costumbre, no más que cuando desfilaban con los obispos contra el derecho al aborto o contra el Estatut. Todo dentro de la normalidad. Las protestas en la calle de los días laborables han sido minoritarias, de extrema derecha e incluso folclóricas. Un fenómeno estrictamente madrileño y casi diría que inofensivo si no fuera por la trascendencia que le han dado las imágenes en la televisión. El peligro no está en la calle, sino en las instituciones.

Nadie puede prever cuánto durará la legislatura española, porque se presenta como una terrible carrera de obstáculos. No solo por la intrincada composición de la mayoría parlamentaria, sino porque el gran desafío de Pedro Sánchez es que por primera vez la mayoría parlamentaria le reclama al presidente cambios estructurales en un Estado que nunca se ha querido reformar. Nunca como hoy se había hablado tanto y con tantos interlocutores de España como un estado plurinacional. Y los vascos, como las fichas blancas en el ajedrez, siempre ganan. El PSOE siempre había evitado la cuestión, pero las elecciones del 23-J y los acuerdos de investidura han marcado una inflexión que no permiten al PSOE ser como antes. Pedro Sánchez no tiene más remedio que continuar haciendo de la necesidad virtud. Sin embargo, como advirtió Puigdemont, no conviene "levantar falsas expectativas", porque todo está por hacer. Todo es posible, pero todo será dificilísimo.