Después de la guerra de 1808-1814, cuando las potencias europeas que vencieron a Napoleón reconocieron como rey de las Españas y de las Américas al padre del tatarabuelo del rey emérito, 69 de los 212 diputados de las Cortes de Cádiz rehuyeron de toda la evolución liberal que habían vivido las Españas desde 1808 y firmó el llamado Manifiesto de los Persas. Este manifiesto venía a decir que era costumbre de los antiguos persas padecer —o, al parecer, disfrutar— de cinco días de anarquía después de la muerte de su rey (shah), pero hacían un temprano ejercicio de posverdad, porque nadie pudo precisar desde entonces de qué fuentes históricas sacaban ese supuesto costumbre iraní. Seguían después los diputados de la minoría ser vil de las Cortes pidiendo la derogación de los principios liberales y democráticos de la Constitución de 1812 y la vuelta al Antiguo Régimen.

Dirán ustedes que qué tendrán que ver aquellos 69 de 1814 con los 70 antiguos ministros y altos cargos de pasados gobiernos del Estado del PSOE, PP y UCD que en esta segunda mitad de agosto reivindican la memoria e imagen del anterior jefe de estado, en el que parece parte del desarrollo de una operación del deep state para salvar al Borbón emérito, como en su día fue necesario salvar al Soldado Ryan.

No es muy difícil darse cuenta de que la crisis del emérito y del juancarlismo es, también, la crisis de la Corona, de la Monarquía e incluso del Estado y de la transición de 1978

Y dije bien, al Borbón emérito. Porque, en el contexto de la sección cortesana de este deep state no falta quien exija (he ahí el profesor Muñoz Machado o la abogada del Estado Elisa de la Nuez) romper definitivamente con la memoria de Juan Carlos de Borbón y Borbón y fortalecer una nueva Corona cimentada en una supuesta e hipotética transparencia y ejemplaridad del actual jefe del estado, que exigiría de grandes dosis de frialdad y dejadez con respecto a la historia de la transición y post-transición entre 1978 y 2014.

Pues sí tienen mucho que ver los 69 de 1814 con los 70 de 2020. Porque no es muy difícil darse cuenta de que la crisis del emérito y del juancarlismo es, también, la crisis de la Corona, de la Monarquía e incluso del Estado y de la transición de 1978. Y, del mismo modo que en 1976-1980 hubo cientos de cuadros franquistas que tuvieron que desaparecer de la escena política para que encajase la reforma de Suárez evitando la ruptura democrática, la teoría gatopardiana exige ahora importantes cambios superficiales para que el núcleo del sistema no cambie.

Sin embargo, lo que nace de nuevo suele coexistir con lo viejo, que lucha por no morir. El parámetro de los conceptos "es necesario cambiar todo" y "para que nada cambie" es permeable a las circunstancias históricas y esta clase de procesos suele llevarse por delante estructuras políticas, instituciones e incluso supuestas soberanías. Las crisis europeas de 1848-1852, 1866-1871, 1918-1920, 1945-1949 y 1989-1996 están llenas de ejemplos.

Los 70 firmantes saben que pertenecen a los sectores perimetrales del sistema que son prescindibles.