Es curioso como, a menudo, huyendo de un trauma sólo conseguimos reproducir las condiciones necesarias para revitalizarlo. Desde la caída del muro de Berlín, la política occidental se ha basado en una enfermiza obsesión para democratizar y pacificar el mundo. Desgraciadamente, desde hace un tiempo las noticias nos dicen que hemos conseguido todo el contrario. 

Los Estados Unidos, por ejemplo, empezaron comparando Saddam Hussein con Hitler y ahora hay articulistas que buscan paralelismos entre Donald Trump y Mussolini. Angela Merkel, también, estaba tan interesada en demostrar que Alemania había superado el nazismo que su política de acogida ha inflamado a la extrema derecha. Francia quería recuperar la grandeur y ya se ve cómo está pobrecita. En España la obstinación por esconder el franquismo bajo las faldas de la Constitución ha ido despertando a todos los fantasmas del pasado.

Cuando diseñaron la ocupación de Irak, los americanos eran tan vulnerables al dolor de Vietnam que han reproducido algunas de sus consecuencias

La interpretación de la historia cambia con cada generación pero hay episodios tan incrustados en el imaginario de las naciones que siempre acaban generando analogías tóxicas y decisiones equivocadas. Cuando diseñaron la ocupación de Irak, los americanos eran tan vulnerables al dolor de Vietnam que han vuelto a reproducir muchas de sus consecuencias. En Catalunya también tenemos traumas susceptibles de ser utilizados por los especuladores de turno y sólo por ello ya nos merecemos tener una silla en la ONU.

En las semanas anteriores al 9N, el episodio del 6 de Octubre fue invocado por todo tipo de oportunistas partidarios y contrarios al referéndum. Con el tiempo se verá que la única cosa que el president Mas consiguió con su simulacro fue repetir la tontería de Companys en un entorno pacífico; es decir perder un tiempo precioso para el país y complicar la situación española. Una cosa parecida ha pasado con la unidad del independentismo. A base de leer los conflictos del pasado a partir de la propaganda española la unidad se ha folklorizado tanto que ya parece de destino en lo universal

No es casualidad que los grandes líderes políticos acostumbren a tener un pensamiento histórico original

Si los historiadores se tienen que concentrar en los hechos, el trabajo de los políticos es elaborar una narrativa capaz de proyectar el pasado hacia el futuro de forma realista, de acuerdo con unos objetivos ideales. Eso tiene dos implicaciones. En primer lugar significa que un político que quiera conseguir la independencia no interpretará la historia –y por lo tanto los episodios traumáticos del pasado- igual que otro que aspire a aumentar la autonomía o que busque la castellanización del país.

En segundo lugar significa que cualquier político que confunda el realismo con el miedo a repetir los fracasos de la historia acabará engullido por la vulgaridad y el pesimismo. No es casualidad que los grandes líderes políticos acostumbren a tener un pensamiento histórico original. Tampoco es casualidad que las bolsas de lectores que sostienen el independentismo sepan más historia que el conseller de Cultura, Santi Vila. En los momentos de crisis las analogías con el pasado se multiplican, pero poca gente sabe convertir los paralelismos históricos en una fuente sabiduría. 

Los buenos políticos saben revelarse contra el determinismo y la pasividad que transmiten las corrientes históricas dominantes en tiempo de crisis.

En las situaciones de presión muy pocas personas prescinden de los tópicos y la pedantería. Sólo los buenos políticos saben revelarse contra el determinismo y la pasividad que transmiten las corrientes históricas dominantes en tiempo de crisis. Eso se ve observando el panorama intelectual español, donde los escritores más sensibles escriben sobre fútbol mientras que los políticos y los intelectuales justifican sus discursos con argumentos apolillados, propios de la Europa traumatizada de la guerra fría. 

Las glorias españolas quedan tan lejos que el discurso de los plumíferos españoles relaciona las manifestaciones de la conciencia histórica con el fanatismo, el provincianismo, el dogmatismo y la xenofobia. Justamente, el dogmatismo, la xenofobia y el fanatismo son fenómenos presentistas y volátiles, que salen de los intereses pueriles que genera el rechazo de la tradición y a la historia. La capacidad de los políticos para superar las presiones de los estamentos consolidados depende much de su habilidad para identificar las oportunidades que ofrecen las corrientes históricas y sacar ventaja de ellas. La capacidad de la gente de inmunizarse contra la propaganda depende mucho de la profundidad de su memoria.

La primera guerra mundial no era inevitable pero al mismo tiempo era dificil de evitar sin líderes motivados por una idea que superara los clichés históricos

La primera guerra mundial no era inevitable pero al mismo tiempo era dificil de evitar sin líderes motivados por una idea que superara los clichés históricos. Al final, dejar que las estructuras mentales del colonialismo llevaran a la guerra resultó más sencillo que romperlas. Lo mismo se puede decir de la relación entre Catalunya y España, o de las relaciones personales. Nos hacemos caca encima, prostituimos las palabras y cogemos el camino más fácil. Al comienzo todo va de puta madre, pero poco a poco los viejos traumas del pasado vuelven y cuando te das cuenta de ello no tienes más remedio que volver a pasar a través suyo otra vez.

Me parece que fue Chesterton quién dijo que la història esta hecha de episodios que todo el mundo estava de acuerdo que no debían ocurrir.