Mejor dicho: no llover sobre reseco. En todo caso, problema encima de problema. Sí, porque, a la merma de pluviosidad que nos trae el cambio climático en curso, se le suma el constante aumento de la demanda hídrica de nuestro espacio forestal. Menos recursos y más demanda, pues. Una mala combinación.
Más de un 40% del territorio catalán está cubierto de bosque, uno de los porcentajes más altos de Europa. Somos un país forestal, pero con bosques de baja productividad, la mayoría de los cuales, encima, suministran madera de calidad discreta o francamente mala. Por eso muchos se encuentran en estado de abandono. Una parte no son bosques seculares, sino secanos abandonados recientemente invadidos por el bosque. En todo caso, son bosques secundarios, sean bosques recientes accidentales o sean bosques antiguos intervenidos por los humanos desde tiempos inmemoriales, de cuando se extraía madera y leña o se hacía carbón vegetal. Catalunya iba con energía forestal, hasta que el carbón galés primero y después el petróleo o la energía hidroeléctrica cambiaron las reglas del juego. En poco más de un siglo, los pinares y los encinares pasaron de fuente de riqueza a pozo de problemas. Ahora son como un campo de frutales abandonado, con árboles ahorcados y mucha herbasalla. De aquí la proliferación de incendios, entre otras cosas.
Cosas como la evapotranspiración excesiva, es decir, la pérdida de agua hacia la atmósfera, fruto de la actividad de unas masas forestales que, bien que quemadizas, chupan gran parte del agua del suelo. Estudios de la Oficina Catalana del Canvi Climàtic i del Centre d'Investigació Ecològica i Aplicacions Forestals (CREAF) ponen de manifiesto que cada vez se escurre menos agua hacia los ríos después de las lluvias. En los últimos 30 años, esta merma es de la orden del 30%. Eso pasa porque hay mucha biomasa forestal absorbiendo y transpirando agua. En otras palabras: respecto del total de lluvia caída, ahora tenemos un 30% menos de agua azul (la que filtra hacia los ríos) respecto del agua verde (la que capturan y evaporan los bosques). Cae menos agua y se evapora más...
Con la merma de precipitaciones y el aumento de la evapotranspiración forestal tenemos un serio problema estructural
Hace falta una reconversión forestal, un nuevo modelo de gestión que encuentre nuevos usos económicos y/o ambientales para nuestros bosques y que, al mismo tiempo, minimice esta merma de agua azul. Sería una consecución sistémica muy importante, tanto para los propietarios, como para el buen estado ecológico de nuestros bosques secundarios, como para el mantenimiento de los valores paisajísticos, como para la administración del agua. No es trabajo sencillo ni rápido (es decir, que urge y se tiene que hacer). No podemos confiar a corto plazo para afrontar la crisis hidrológica causada por la disminución de la pluviosidad, pero sí que tenemos que contar a medio y a largo plazo, porque en la situación actual el agua azul representa apenas un 20% del agua llovida sobre el bosque: un 80% se marcha por evapotranspiración...
Cuando menos en la década que viene, en los embalses llegará poco más de este 20% de agua azul. Un 20% de la poca agua que lloverá. El inexcusable mantenimiento de los caudales ecológicos se llevará buena parte, de manera que quedará muy poca cosa. ¿Qué podemos hacer? Tenemos que pensar en regenerar agua depurada, tanto o más que en desalar agua marina. Vale la pena ponerse inmediatamente a regenerar porque es menos difícil, más rápido y más barato que desalar. En las depuradoras litorales, concretamente.
En efecto, el agua tratada en las depuradoras litorales (Gavà, Prat de Llobregat, Besòs, Costa Brava...) va directa al mar. Es agua laboriosamente depurada que se pierde. En las depuradoras interiores es diferente, porque el agua va a los ríos y los revitaliza, que suficiente falta les hace. Todo desplaza al litoral la primera línea del combate (desalinizadoras y regeneradoras), pero es que también se concentra la máxima demanda de agua urbana e industrial. El territorio es anisotrópico también en eso. Anisotrópico y complejo. La necesidad de encontrar soluciones, urgentes debido a las décadas de acciones insuficientes que hemos vivido, no nos lo tiene que hacer perder de vista.
Este panorama es una buena coartada para la pusilanimidad. No se tendría que caer en ella. Con la merma de precipitaciones y el aumento de la evapotranspiración forestal tenemos un serio problema estructural. Lo tendremos que resolver con medidas también estructurales (regeneración, por ejemplo), pero no desestructuradoras (trasvases, pongamos por caso).