Que cuando los audaces guerrilleros de Hamás —y al mismo tiempo fanáticos sin miramientos— asaltaron Israel hicieron tanto de daño como pudieron, es una obviedad.

No solo atacaron los destacamentos militares, perpetraron una matanza indiscriminada. O cuando menos, eso nos han explicado.

Los soldados judíos parecían dormir el sueño de los justos —era el día más sagrado del judaísmo— cuando se vieron sorprendidos por la ofensiva de Hamás. Las fortificaciones defensivas del Tsahal, las que vigilan día y noche la Franja de Gaza, se vieron superadas, aniquiladas por un enemigo feroz, sediento de odio. Un odio que no es gratuito, que se va incubando desde hace décadas y que, en lugar de aminorar, no deja de crecer.

No es el muy judío ojo por ojo. Es por cada ojo nuestro un centenar de los suyos

Enseguida, tan pronto se supo de la ofensiva de los islamistas, Occidente se rasgó las vestiduras y el Primer ministro de Israel —el también fanático y corrupto Netanyahu— proclamó que aquel era el 11-S de Israel. Toda una declaración de intenciones para lo que enseguida tenía que venir. Y que si nos atenemos a las explicaciones del gobierno israelí será una matanza ejemplar que justo acaba de empezar. Ejemplar como nunca. Es decir, con más muertos que nunca y más desplazados que nunca. No es el muy judío ojo por ojo. Es por cada ojo nuestro un centenar de los suyos.

Además, los mandatarios europeos y americano van invocando el derecho a la legítima defensa, como si alguien hubiera negado la posibilidad de que Israel se defienda, que es lo que desde 1948 no han dejado de hacer. Incluso haciendo bueno el dicho "la mejor defensa es un buen ataque". Como la guerra de los Seis Días ante unos dirigentes árabes que se rebelaron unos genuinos bocazas.

En este momento, animar desaforadamente a un tipo como Netanyahu a defenderse, es tanto como poner una ametralladora en manos de un psicópata enfurecido. En lugar de pedirle contención, sabedores de que la venganza será terrible, parecen estar diciéndole que tiene patente de corso para aplastar la Franja de Gaza. I Cisjordania, si hace falta. Para arrasar unas ciudades y pueblos ya muy castigados. Para seguir con esta política de ocupación de territorios, de colonos fanatizados y armados hasta los dientes, que quieren echar a todos los palestinos —también a los cristianos— de Tierra Santa. Invocan valores occidentales, cuando en Israel los ultraortodoxos cada vez son más, con más poder y a cargo de los subsidios del Estado, para que ellos puedan seguir estudiando la Torá y ellas poblando el mundo de más y más cachorros que van dibujando una sociedad teocrática.