Dentro de la ensalada del multiverso del cuarto espacio independentista, viaja también la ANC con su proyecto achacoso de lista cívica. Como sabe cualquier persona de un mínimo entendimiento, este chiringuito surge de un alehop de los convergentes para que —una vez que se manifieste que Puigdemont ha indultado a Pedro Sánchez y que el president 130 ya no tiene ni el valor de volver a presentarse a la Generalitat, con el fin de recuperar su carácter de legítimo— todos los votos que perderá Junts en el futuro deriven en un órgano fácilmente controlable por los de siempre (es así como los amigos de Artur Mas pusieron de cara visible a la desdichada funcionaria española Dolors Feliu). El razonamiento es perverso, pero válido, pues el mejor modo de desactivar aquello de independentista que todavía quedaba en la ANC sería empotrarla en la lógica partitocrática autonómica con un puñado de escaños (irrelevantes) en el Parlament.

Pero los convergentes ya no son la pequeña mafia seria de los años noventa y resulta que —como informaba ayer nuestro ElNacional.cat— hasta cuatro antiguos vicepresidentes de la entidad (Carles Castellanos, Jaume Marfany, Jordi Pesarrodona y Josep Cruanyes), así como cantautores de un paso al lado musical, como Lluís Llach, han firmado un manifiesto contra la lista. De hecho, y yendo más allá, el clown Pesarrodona —y unos 130 socios de la entidad— ahora piden impugnar la consulta interna que tiene que decidir sobre el asunto, cuyo resultado se dará a conocer el próximo sábado. Según parece, estos miembros de la ANC acusan a la dirección actual de utilizar un censo incorrecto de la entidad que —para ahorraros la tabarra— permitiría votar a socios que no son miembros de pleno derecho, básicamente porque hace meses que no pagan la cuota del chiringuito. Los problemas que llega a comportar, la democracia...

El tema tiene cierta gracia por muchos motivos. Primero y ante todo, la fundación de la ANC no preveía que esta agrupación de ciudadanos entrara en el juego del partidismo catalán; justamente, quería rehuirlo para evitar la mirada corta (y la corrupción legal, a base de enchufar a amiguetes en altos cargos) que había atenazado y todavía castra la acción de los partidos independentistas cuando ocupan la Generalitat. En segundo término, también sorprende que la asociación invocadora de las urnas en tiempos de Carme Forcadell tenga tantas dificultades organizando una simple consulta interna: si al alto mando de la ANC le cuesta organizar un tingladillo para recolectar miles de votos, ¡pues ya me diréis qué habría pasado si esta gente hubiera organizado el 1-O! De hecho, y puestos a ser democráticos, si la lista aspirara a ser un reflejo del país, no veo por qué no tendría que abrirse a toda la ciudadanía o, como dirían los cursis, a la Catalunya entera.

La fundación de la ANC no preveía que esta agrupación de ciudadanos entrara en el juego del partidismo catalán

Resulta fantástico, en definitiva, ver como una asociación que querría imponer democráticamente la independencia es incapaz de asegurarla en sus propias entrañas. En eso se nota que Feliu y su amo encorbatado en la sombra son convergentes más bien justitos, pues decisiones como la presente —en tiempo del Molt Honorable Jordi Pujol— no se votaban, ni puñetera falta que hacía, porque esto del censo y de organizar congresos para poner urnas es un auténtico coñazo. Pero Dolors Feliu es más bien masista y prefiere que sus asociados se decanten por votar 'sí' aduciendo que la razón más cartesiana del universo está en su tejado. Huelga decir que servidora, si fuera socio de la ANC, votaría negativamente a la propuesta, por el simple hecho de que en casa ya tenemos el culo pelado de experimentos unitarios y jugadas maestras. Al límite, no hay mejor método para matar un proyecto que enviarlo al Parlament.

Dicho esto, será un primor ver qué pasaría si —con la aparición del cuarto, quinto e incluso sexto espacio del independentismo— el Parlament llegara a tener hasta seis formaciones favorables a la secesión (quién sabe si manteniendo más del 50% de los diputados) pero, cosa también plausible, la cámara catalana no acabara de impulsar la DUI. Eso sería una cosa tremenda, porque nuestro Parlament sería con toda probabilidad el más diverso del mundo (tendríamos —aparte de amorosos junqueristas, el rostro cada día más pálido de Jordi Turull, y una CUP con problemas de identidad freudiana—, a nuestros racistas, a Ponsatí en la versión más posconvergente, y una lista cívica), pero todavía sin fuerza para proclamar la republiquita. Servidora, quizás con cierta ingenuidad y sentido del pasado reciente, todavía cree que debe haber gente de la ANC con suficiente sentido de la vergüenza para evitarse el enésimo ridículo.

Leo en nuestro mismo diario que todavía se puede votar hasta el jueves. Los convergentes montan el tinglado, o sea que la cosa será difícil de tumbar. Pero, al menos, ponédselo un poco difícil. Así también dormiréis más tranquilos y podréis explicar a vuestros nietos que no, que vosotros no ibais con la lista cínica.